Cinco víctimas de los curanderos
El verdadero peligro de las pseudoterapias es que los pacientes abandonen el tratamiento médico. En el caso de enfermedades graves, como el cáncer, la elección puede costar la vida al enfermo
Cualquier persona -con independencia de su formación, inteligencia y solvencia económica- es susceptible de caer en los cantos de sirena de los curanderos. La enfermedad nos hace especialmente vulnerables y muchos se agarran a un clavo ardiendo. El verdadero peligro de las pseudociencias está en las personas que sufren enfermedades graves, como el cáncer. Si abandonan su tratamiento médico para abrazar la mal llamada medicina alternativa (que ni cura ni existe) el riesgo puede ser mortal. Estos son algunos ejemplos tristemente conocidos por su desenlace.
Steve Jobs
El día 5 de octubre del 2011 la muerte del magnate de Apple sorprendía el mundo. En 2004, apenas siete años antes, Steve Jobs había anunciado a sus empleados que se ausentaría de su puesto de trabajo debido a un cáncer de páncreas. Se trataba de una forma de tumor rara que, sin embargo, podría solucionarse mediante la extirpación quirúrgica. Pero este no fue el camino que siguió Jobs.
Según relataría años más tarde Walter Isaacson – su biógrafo oficial – el empresario optó desde un principio por tratar su cáncer con terapias alternativas como es el caso de la acupuntura y de las dietas a base de zumos detox. En el 2009, tras un drástico empeoramiento de su estado de salud, Jobs se sometió a un trasplante de hígado. Pero el tumor ya se había extendido a otros órganos y, por aquel entonces, ya no quedaba nada que hacer.
Peter Sellers
Steve Jobs no es el único famoso que tendió la mano a las pseudoterapias. Peter Sellers, que sufría del corazón, se puso en manos de gente que simulaba realizar operaciones sin bisturí. El protagonista de ‘El guateque’ tenía ya un largo historial de problemas cardiacos cuando su médico le recomendó someterse a un bypass urgente, recuerda Luis Alfonso Gámez, socio fundador de Círculo Escéptico. «Sellers se negó y se puso en manos de un practicante de la cirugía psíquica, un estafador sin escrúpulos que simuló curarle con una intervención sin sangre, anestesia ni incisión alguna». Poco después falleció de un ataque al corazón. Tenía 54 años.
Mario Rodríguez
Mario Rodríguez murió en 2013 en Valencia. Tenía 21 años y hacía meses que le habían diagnosticado leucemia. En un primer momento el joven acudió al hospital Arnau de Vilanova para someterse a un tratamiento de quimioterapia y trasplante de médula ósea, lo que hizo que la leucemia entrara en remisión. Más tarde, Mario conoció a un médico naturista que le convenció a abandonar la quimioterapia porque el tratamiento no estaba siendo efectivo. La enfermedad volvió y para cuando quisieron darse cuenta era demasiado tarde.
Tras la muerte de su hijo, el padre de Mario decidió recoger su testimonio para que situaciones como esta no volvieran a repetirse. A partir de ahí, la familia del joven emprendió una lucha judicial contra José Ramón Llorente, al que acusó de dos delitos: intrusismo y homicidio por imprudencia grave. Los jueces, sin embargo, le absolvieron el año pasado.
Cristina Beraza
Cristina Beraza murió el verano del 2017. Tenía 53 años y un cáncer de ano que le había comido todo el cuerpo. Cuando se lo diagnosticaron, los médicos de la sanidad pública vasca fueron optimistas. “Es un tipo de cáncer no frecuente, pero tiene unos índices de recuperación muy buenos”, la animaron. Empezó a tratarse con quimioterapia. Incómoda con los laxantes que le recetaron en el hospital, acudió a la herboristería de su pueblo, Hondarribia (Guipúzcoa), para comprar otros más naturales y menos molestos.
La propietaria le recomendó que acudiera a un experto en medicina oriental, un naturista que “había curado a otras personas con cáncer” y que tenía la consulta en la misma herboristería. Cristina aceptó. Fue el principio de su fin. A los tres meses dejó la quimioterapia. El curandero le comió la cabeza. «Le dijo que el cáncer lo tenía en su imaginación y que si seguía con la medicina tradicional acabaría en una caja de pino”, relató a EL PERIÓDICO su hija Elena, de 22 años, que hace unos meses se armó de valor y, junto a su tía y su hermano, interpusieron una denuncia por estafa ante la Ertzaintza. “No sé qué decidirá el juez. No sé, incluso, si habrá juicio. Pero tras la muerte de mi madre me enteré de que este señor seguía tratando clientes en la herboristería, así que lo he denunciado porque no quiero que nadie más sufra lo que sufrió mi madre. Mi objetivo es que nadie más se ponga en sus manos”, explicó la joven.
Rosa Morillo
En 2014 Rosa Morillo se percató de un bulto de un centímetro en su pecho. Tras la exploración médica inicial, la economista acudió a una ginecóloga colegiada que le recomendó empezar un tratamiento basado en homeopatía. Un año después, el cáncer ya se había extendido a la piel, huesos y médula. En 2016, la paciente acude a la consulta del doctor Martí Bosch en la que el naturópata le receta un conjunto de preparados homeopáticos, fitoterapeutícos y ortomoleculares. Un año después, Rosa fallece. El 22 de septiembre, el periodista científico Javier Salas recogió su historia a través de las palabras de su hermana en un reportaje publicado en ‘El País’.