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DE NÚMEROS Y DE POLLAS. por Juan Alfredo Bellón para EL MIRADOR DE ATARFE del domingo 07-04-2019

El cuarenta es un guarismo hebreo, pueblo donde la cabalística era práctica de mucho arraigo que mezclaba lo adivinatorio de la Numerología y lo ancestral de lo alfanumérico. Vaya, que entre los judíos casi todo se resolvía echando los dados al azar para saber si Heovah estaba con su pueblo elegido y para qué, de modo que los Libros Sagrados eran en realidad más de números que de letras y de cuentas que de construcciones gramaticales.

De hecho, el misterio de la Santísima Trinidad encierra el nombre de esa aparente paradoja numeral que planteaba que Dios era un solo Dios, como Dios verdadero, sin dejar de ser Trino en personas, tres en uno, como esa pomada untuosa que venden en las ferreterías y que sirve de vaselina para los metales (¿?). Y Jesús le anunció a Pedro que lo negaría tres veces antes de que cantara el gallo. Como siete eran los hijos de Zebedeo y tres, las de Elena, solo que, aquellos eran muchos y esas, ninguna era buena. Tres son las viriudes teologales (fe, esperanza y caridad) y suman siete con las cuatro cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza y entre todos estos decires alfanuméricos, se juega con el famoso setenta y siete veces siete para referirse a un número muy elevado (una pila o un montón o la tira de veces) mientras que, de las Tres Personas del Verbo, la Segunda se hizo carne y habitó entre nosotros. Casi nada…Total, un galimatías que acabó poniéndoselo imposible a los inteligentes y cultos como a Erasmo y a los Luteros de turno, pues los colocaba frente a unas pruebas dolorosas de fe, la espada de tener que elegir entre abrazar humildemente los misterios como metáforas de la voluntad del Altísimo y la pared de criticarlos con la razón de su inteligencia humana y su libre albedrío de cuya defensa a ultranza se derivaron las herejías y las Guerras de Religión que asolaron Europa y buena parte del resto del mundo desde los albores del Renacimiento. No había pues motivo para la soberbia racionalista del humanismo causante de la exaltación de la libertad y de tantas herejías como de ello nacieron.

Y de todos estos litigios destacaron los surgidos en torno a la Semana Santa y a los misterios de la Eucaristía y la Resurrección y la Ascensión del Hijo del Hombre a los mismísimos Cielos, su cualidad misteriosa de ser hijo del hombre e hijo de Dios Padre a un tiempo y la intervención misteriosa y milagrosa de la asunta Virgen María, Virgen y Madre, Hija del Padre, Madre del Hijo y Esposa del Espíritu Santo, con la presencia de otro trío como número cabalístico coincidente con el número de días que precede a la Crucifixión, el número cuarenta, de los días en que Jesús se retiró al Desierto y los demás plazos en que los Evangelistas situaron los Hechos de la Pasión y los posteriormente narrados en sus escritos.

Y por qué extrañarnos de que, después de tanto acertijo esotérico judeo-cristiano venga Pedro Sánchez con su eslogan (haz que pase) y juegue con las palabras y con su mesianismo irredento que ya le salió bien una primera vez (cuando recuperó FERRAZ) para incentivar nuestra participación política en los próximos comicios generales etc. y así hacer que ocurra el triunfo casi anunciado del PSOE, que Andalucía (Susana Díaz tomando nota) dejó escapar con la tristísima derrota a la que entre todos dimos lugar por una abstención inesperada que propició el Tripartito: la unión antinatura de las Tres Derechas de Atocha que nos arrebató Andalucía, la Tierra de María Santísima (y del PSOE desde un tiempo inmemorial de cuarebnta aaños) a sus legítimos dueños naturales.

Haz que pase otra vez, y que nadie pase de votar y dé lugar al mal gobierno de la derechona estando de nuevo la izquierda en el poder local, nacional e internacional, que son tres instancias envolventes que nos permitirán hacer que pase, que ocurra el milagro de darles el sorpazo a estos cafres impresentables restaurando a la izquierda definitivamente.

O dicho de otra forma, esa con la que en Maracena anunciaron, en los 70, los albañiles su huelga a la patronal, hablando muy clarico, como allí presumían, sin tanto número ni tanta polla. Miren ustedes; aquí trabajamos como pollas y no ganamos ni para pollas, así que, para pollas, pollas. ¿Me he explicado bien pollas? ¡Viva la huelga de la Construcción!

Y luego vino la Iglesia más patibularia con el famoso psiquiatra del Opus Dei Aquilino Polaino, predicando, como es su costumbre, contra las desviaciones sexuales y sosteniendo contra toda evidencia que la homosexualidad es una enfermedad que se cura en los confesionarios, con descargas eléctricas, cápsulas de farmacia y abstención total (y desde luego, nada de supositorios. que son adminículos contra natura y tienen los mismos efectos que la masturbación: nos enturbian la vista y nos distraen la voluntad mientras nos degradamos en la escala animal y nos acercamos a los simios, que tanto se pajean contra natura, y nos acercan inexorablemente a lo que vino: la destrucción de Pompeya y Herculano por darse tanto gusto con la mano y practicar lo que propiamente vino a llamarse el amor propio, origen de todo desorden y fuente de toda infelicidad.

Y usaré de nuevo la exageración popular de Maracena, con la debida licencia de todos ustedes ¿me he explicado bien ni pollas? Pues muchas gracias por su atención.

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