14 noviembre 2024

Con motivo del aniversario del terremoto ocurrido en Atarfe en 1956, José Enrique Granados rescata un artículo de Fuencisla Moreno publicado en «Atarfe en papel» sobre los cambios urbanísticos. Hoy hace 63 años y lo volvemos a recordar ya que desde entonces la fisonomia de nuestro pueblo quedó marcada.

Por José Enrique Granados

El 19 de abril se cumplirán 60 años de aquel seísmo llamado por unos de Atarfe, por otros de Albolote, que cambió por completo la fisionomía de nuestra comarca. Fue tal el impacto que provocó en la sociedad española que hasta el mismo Jefe del Estado se desplazó a la zona semanas más tarde para conocer de primera mano los daños causados además de para inaugurar una de las obras públicas de mayor presupuesto de la época, el Pantano del Cubillas.

Sobre este sismo se ha escrito bastante y casi todo está recogido en el libro “Atarfe en el papel” editado por el Ayuntamiento de Atarfe en 2007. Para conocer algo más de aquel episodio y como coordinador de aquella obra he querido rescatar alguno de aquellos artículos. El artículo de Fuencisla Moreno Rueda nos narra los cambios urbanísticos sufridos en nuestro pueblo tras el terremoto. 

Cambios urbanísticos en Atarfe tras el terremoto de 1956   Por Fuencisla Moreno Rueda 

  Diez días antes de lo que era la norma habitual, el alcalde de Atarfe, D. José Jiménez Sánchez, convocó Pleno Extraordinario concretamente el día 20 de abril de 1956.   Hasta esa fecha en Atarfe, según se recoge en el Libro de Actas de ese año, la vida transcurría monótonamente, se hacían gestiones para construir la Casa Cuartel de la Guardia Civil, se pretendía completar la red de darros y alcantarillado del pueblo, se gestaba la creación de un Servicio Mancomunado de Odontología junto con el Ayuntamiento de Albolote, se adecentaban sus caminos vecinales y los que unían el municipio con los pueblos de alrededor y en un ambiente casi festivo, se trataba de rendir homenaje al Papa Pío XII con motivo de su 80 cumpleaños.  

Este ritmo de vida se vio alterado el día 19 de abril cuando un fuerte terremoto sacudió a  la población. El primer testimonio que tenemos de la impresión general del suceso lo encontramos en la sesión plenaria que con carácter extraordinario tuvo lugar apenas transcurridas veinticuatro horas del hecho: “ Lo precipitado de esta reunión tiene por causa la catástrofe que agobia a este pueblo de Atarfe y a todos sus habitantes, como consecuencia del fuerte terremoto producido en la tarde de ayer (concretamente a las 19,39 horas) y que nos tiene sumidos  en un verdadero pánico ya que no solo hemos tenido que lamentar algunas víctimas, el derrumbamiento de algunos edificios y el agrietamiento de la  mayor parte de las casas de la población, sino que el temporal que se ha desencadenado y la repetición frecuente del seismo amenaza con convertir la localidad en una verdadera ruina”.  

A partir de este momento nada en el pueblo fue importante salvo su reconstrucción física y el intento de normalizar la vida de sus vecinos. Numerosos organismos y asociaciones benéficas prestaron su colaboración desde el primer momento. Renfe cedió vagones para albergue de las familias que se habían quedado sin vivienda, Cáritas ofreció comida y ropa y numerosos ciudadanos y organismos públicos ofrecieron importantes donativos. Pasados los primeros días estos vagones fueron sustituidos por tiendas de campaña y barracones distribuidas en diferentes zonas del pueblo: Plaza Sta. Ana, Plaza del Ayuntamiento…  

También y  desde el primer momento se constituyeron comisiones locales para administrar los fondos recaudados y unas semanas  más tarde  (a principios del mes de  Junio), los tres  municipios más afectados por el terremoto (Atarfe, Albolote y Granada), crearon una Comisión Central bajo la presidencia del Gobernador Civil para  agilizar los temas nuevos que cada día iban surgiendo.

Por orden directa del Gobernador se confeccionó una lista de afectados por los terremotos en la cual aparecen un total de 1208 personas (316 familias). La mayoría de estas familias residían en las zonas más humildes del pueblo y casi todas ellas contaban con pocos recursos económicos.  

La recuperación económica de estas familias fue lentísima. Durante bastantes años después del terremoto seguían englosando las listas de necesitados y el Ayuntamiento seguía socorriéndolos en las campañas anuales que se realizaban con motivo de Navidad y Reyes“ Campaña de Invierno”.  

Pero de todas las medidas adoptadas y hechos acontecidos, las que más asombro produjeron fueron por una parte, la adoptada por el Consejo de Ministros celebrado en Sevilla el día 26 de abril en virtud del cual se debían aplicar en todo el municipio las normas establecidas en el Decreto 23 de septiembre de 1939 sobre Reconstrucción Nacional, siendo los servicios de la Dirección General de Regiones Devastadas los encargados de poner en práctica estas medidas.

Al frente de los mismos se encontraba   el arquitecto D. Santiago Sanguinetti Lobato y el aparejador D.  Antonio Gómez Gómez. El segundo hecho que pasó a ser histórico fue la visita que el día 2 de mayo realizó Franco al pueblo acompañado de los Ministros de Agricultura y de la Secretaria General del Movimiento, del Capitán General y de otras autoridades provinciales.  

Foto de Ideal de las tiendas que se instalaron para acoger a los afectados   

  La visita se centró fundamentalmente en las zonas más siniestradas y en la Casa Convento de huérfanas del Ejército, regentado por las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl. Con aquella visita la esperanza de solución fue para todos los vecinos de Atarfe evidente, a pesar de que la reconstrucción se presentaba como una tarea bastante complicada.

Independientemente de las viviendas particulares, la mayoría de ellas en estado ruinoso, se confeccionó un listado de los edificios municipales y actuaciones urbanísticas necesarias en el pueblo: construcción de un grupo escolar; construcción casa cuartel de la guardia civil; instalación de una red para la traída de aguas potables;confección de los proyectos generales de urbanización; darros o alcantarillado y pavimentación de las Plazas José Antonio y Queipo de Llano y de las calles Ramón y Cajal, Duquesa, Aire y Real; construcción de matadero público; construcción clínica médica y clínica veterinaria; reparación de la iglesia parroquial; reparación del Ayuntamiento; construcción de viviendas para funcionarios municipales y sanitarios.  

Al hacerse necesario el traslado de las dependencias del Ayuntamiento a un local particular (Calle Enrique Ruiz Cabello 22), se vio oportuno iniciar los trabajos de reconstrucción por el propio ayuntamiento, dándose el caso de que  junto con las viviendas particulares, fueron las únicas actuaciones que en junio de 1957, estaban realizadas.  

El Ayuntamiento consideró la traída de Aguas Potables como uno de los principales problemas del municipio y así lo expuso en repetidas ocasiones, sin embargo fue la construcción de las escuelas la batalla que se mantuvo durante más años y a la que se le prestó una mayor atención.  

Las antiguas escuelas situadas en la Plaza del Horno Viejo y en la Calle San Felipe, que atendían la educación a niños y niñas respectivamente fueron desalojadas tras los terremotos debido al estado ruinoso de las mismas, con lo cual la enseñanza primaria en el municipio quedó totalmente desatendida, con excepción de la impartida en las escuelas privadas existentes en el pueblo.  

En julio de 1956 se envía un escrito al Ministerio de Educación Nacional solicitando la construcción de locales – escuelas prefabricadas con 14 secciones, 7 para niños y 7 para niñas , los cuales se construyen a finales de 1956, mientras que el Ayuntamiento inicia un larguísimo trámite que habría de durar varios años.  

Siguiendo las instrucciones recibidas por la Dirección General de Regiones Devastadas, el Ayuntamiento afronta la tarea de buscar el solar adecuado para los futuros grupos escolares. El solar en cuestión fue una haza denominada “La Puerta” situada en el pago del Lunes, propiedad de D. Rafael Pimentel Enríquez de Luna, con una superficie de dos mil quinientos cuarenta y dos metros cuadrados y diez centímetros, por el que se abona la cantidad de cuarenta y ocho mil ciento veintiuna pesetas con noventa y cinco céntimos.  

Años más tarde en 1963 cuando casi nadie recordaba ya las promesas hechas como consecuencia de los terremotos, fueron inaugurados estos grupos escolares.    Atarfe, a partir de la fecha en la que tuvieron lugar los terremotos, cambió su fisonomía. Los proyectos de ensanche y  engrandecimiento del pueblo  se hicieron realidad, se abrieron nuevos accesos  que comunicaban el Barrio del Capitán Cortés  con el centro del pueblo por la calle Ramón y Cajal,  se proyectó la ampliación del pueblo por el Barrio de la Prosperidad (hoy conocido como Barrio de las Flores), surgieron barrios nuevos, fueron reconstruidas  calles enteras y  se diseñaron obras de gran envergadura, aunque estas se realizaran mucho más tarde  o incluso no llegaran a hacerse.

De esta manera surgió el pueblo que casi todos llegamos a conocer y que se ha mantenido hasta hace relativamente poco tiempo.

  Cuando a principios del mes de mayo de 1956, el alcalde D. José Jiménez Sánchez, deja provisionalmente la alcaldía (en el mes de Julio lo haría de manera definitiva), los documentos oficiales reflejan que la causa era el agravamiento de la enfermedad gástrica que padecía y que el agravamiento había tenido por causa “la intensa labor y preocupación a que se vio sometido por su obligada y excesiva preocupación en tantos problemas y cuestiones que el terremoto ha suscitado”.  

Esas elogiosas palabras, probablemente exageradas, no eran del todo inciertas, porque la preocupación fue tan intensa que  hoy, cuando han transcurrido  45 años desde aquel día, quienes lo vivieron aún siguen recordándolo con todos los detalles. Con aguda precisión evocan los momentos previos, lo que hacían, lo que hablaban, el ruido ronco de la tierra, los trigos ondulándose, los tabiques de tierra y la suerte de que en aquel preciso momento, quien lo contaba estuviese en un lugar alejado de aquel tabique o de aquella viga que al caer destrozó su casa, sus muebles y un buen puñado de sueños.  Reviven el miedo que sentían a que llegara la noche, a dormir en las partes altas de las viviendas, a dejar a los niños solos, miedo a que la tierra volviera a temblar, a que el invierno llegase y a que las casas estuviesen aún sin terminar.  

Esa sensación que aún pervive en quienes lo vivieron, ha sido trasmitida a los que sólo tenemos conocimiento del terremoto a través de los documentos guardados en los archivos. Pero cada año, al llegar el mes de abril, alguien de nuestro entorno cercano nos recuerda, probablemente todavía con algo de miedo que “Hoy hace años que en Atarfe dio el terremoto”.