La obscenidad de una fotografía
Amanecía la portada del diario de mayor tirada de la provincia el lunes de resaca electoral con una imagen perturbadora. Obscena incluso. Se trataba de la celebración nocturna de los resultados electorales en la sede del Partido Popular granadino.
Están jubilosos sobre el escenario, aplauden desaforados, sonríen, gritan, gesticulan en color añejo. Esta imagen tiene más valor que cualquier discurso, entrevista o declaración institucional que realizaran. Refleja una forma particular de entender la política por parte de los dirigentes retratados. Si la política es la gestión de la cosa pública y la democracia aunar intereses en un proyecto colectivo, del alboroto de aquella noche en la sede Popular podemos deducir que los dirigentes fotografiados, en lo más profundo de sus pensamientos pero con irrefrenable reflejo en sus rostros, celebraban la consecución de sus intereses individuales. No es una foto de posado y no cabe otra explicación, porque si la democracia es sumar apoyos en un proyecto colectivo y la política gestionar ese proyecto, ellos acababan de perder la confianza de 15.000 almas que ya no los consideran aptos para gestionar sus vidas, y dependen de voluntades ajenas para gobernar. Sebastián se veía alcalde y sus acólitos cogiendo puesto, las expectativas desbordadas en la obscena celebración del acceso al poder y el beneficio particular, pero de política, poco.
No diré que es una falta de respeto porque cada uno en su casa gestiona las alegrías como le viene en gana. Pero no sé cómo sentarían a los potenciales socios de Sebastián esas carcajadas que traspasan la fotografía y que les otorga el papel de convidados de piedra en la plaza pública. En cualquier caso sí me parece perturbador el origen de esa alegría. El PSOE se hace con la mayoría absoluta en la Diputación. El PP en la capital suma la mitad de concejalías que necesita para alcanzar la alcaldía, las mismas que le otorgarían Ciudadanos y la ultraderecha –sí Sebastián, ultraderecha-, y por cierto, una menos que con la que ha ejercido el gobierno el PSOE los últimos tres años. Cuatro concejalías menos que las que obtuvo el “pillado” Torres Hurtado en los pasados comicios. Los granadinos y granadinas han decidido que el Partido Popular sea el segundo partido más votado pese a las diligencias judiciales pendientes que se han acumulado bajo la presidencia del candidato a alcalde. Son las reglas de la democracia, los caprichos aritméticos que tanto ha criticado el Partido Popular vaticinaban acariciar el poder aquella madrugada. Veremos qué lectura hacen el resto de partidos de los resultados electorales, y de las imágenes del festín democrático del fracaso.
La obscenidad de una imagen llega cuando retrata información oculta que se han afanado en esconder durante la campaña electoral. No se si la Gran Granada de Sebastián es una ciudad igualitaria entre mujeres y hombres, pero en esa imagen, junto al atril, arriba en la tarima, aplauden, sonríen y gesticulan el líder y sus once hombres. Parece que lo de la paridad de género en las listas era solo por “imperativo legal”. A la hora de la verdad son ellos los que mandan, los que celebran su futuro.
Y hablando de futuro, sin duda la Gran Granada debe ser una ciudad para jóvenes, pero la política, que es la gestión de la cosa pública, se puede ejercer sin ellos. En la fotografía, doce señores con trajes limpios de precariedad aplauden, sonríen y gesticulan sin conocer muy bien las necesidades de las generaciones a las que los resultados electorales les llegaron por notificación móvil de sus redes sociales.
Escuché hablar de la Gran Granada para los turistas, la Gran Granada de los túneles, la construcción y el negocio privado en manos de pocos, pero no de la Gran Granada de la calidad en el empleo, la cultura, los servicios públicos y la sostenibilidad. Las palabras vuelan, pero las imágenes permanecen ajenas a los caprichos de la política. La celebración futbolera de la pérdida de apoyo popular es el reflejo de una forma de entender la política anclada en el despotismo y los intereses particulares. En esa fotografía se condensa el peso de los símbolos y el conflicto por la hegemonía cultural manifiesta en nuestro país que me relataba anoche un amigo. Veremos que sucede finalmente en Plaza del Carmen, pero una imagen obscena puede volverse cómica. En política, como en todo, también importan las formas.
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