El reto del inicio del curso cuando no hay curso
Ha llegado septiembre. Se acaban las vacaciones, los pequeños vuelven al colegio, los mayores al trabajo y los estudiantes a la universidad. ¿Qué ocurre con aquellos que acabaron su carrera universitaria y se enfrentan a una vuelta al curso sin clase o sin trabajo? ¿Qué sucede cuando los que llevan cuatro o más años estudiando se topan con la realidad del mundo laboral?
«Un joven con un título universitario, con un máster, con idiomas, y que está buscando empleo de forma activa, no se puede considerar un ‘nini'», ha indicado el director del Instituto de la Juventud de España (Injuve), Rubén Urosa, que cifra a los ninis españoles en el 3% de los jóvenes. Por el contrario, la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) eleva al 26% los jóvenes españoles que se encuentran en esta situación. España es el país con más ‘ninis’ de la UE y, ahora que empieza un nuevo curso y miles de estudiantes acaban de aprobar sus últimas asignaturas y de presentar su Trabajo de Fin de Grado ante un tribunal, toca preguntarse: ¿Qué pasa después? ¿Podrán escapar de ese 26%?
Seis de cada diez jóvenes españoles planean irse a otro país : la ausencia de trabajo sumado a la necesidad de aprender otros idiomas les llevan a ello. Otros, se rinden ante el apuro económico y aceptan todo tipo de empleos empezando a formar parte del precariado. Y algunos acaban perdidos entre la burocracia de las becas que ofrecen diversos tipos empresas y el Estado, a la espera de poder beneficiarse de alguna de ellas para investigar o seguir estudiando. Los afortunados pueden costearse un máster, ya que algunos puestos lo requieren, y otros pocos, los menos, encuentran un trabajo de lo que han estudiado y comienzan a introducirse en el mundo laboral.
EL 58% DE JÓVENES ESPAÑOLES PLANEA EMIGRAR EN BUSCA DE EMPLEO
Julia tiene 23 años y el próximo 1 de octubre estará embarcando en un avión con dirección a Londres. Terminó el Grado en Educación Social en junio con una media de 8.9 y comenzó a buscar trabajo. Al no haber encontrado nada, ha decidido irse a «buscarse la vida» y a pulir el inglés. «He echado curriculums, he mirado de lo mío y también he mirado másteres, pero en Madrid no hay ninguno de Educación Social», cuenta. Se queja también de la experiencia que piden: «Acabo de salir de la carrera y no tengo esa experiencia, a pesar de que estuve dos cursos haciendo prácticas no remuneradas en un piso de tutelados». En algunas empresas también le piden tener coche, pero no tiene carnet.
El de Julia no es un caso único. Una macroencuesta realizada por el Instituto para la Sociedad y las Comunicaciones de Vodafone en 2014 señala que un 58% de los jóvenes españoles se encuentran en la misma situación que ella. Según datos del Injuve, entre 2009 y 2013 salieron de España en busca una oportunidad un total de 218.000 jóvenes.
«Visto lo visto, como creo que el inglés es fundamental y aquí no encuentro nada de lo mío, decidí sacar un billete sólo de ida y marcharme». Recuerda que ella, al menos, tiene la oportunidad de poder irse, pero conoce gente de su edad «que no se ha ido y que está aquí, currando de lo que sea». Su conclusión final: «Para que me exploten aquí en un trabajo de mierda, me voy a Inglaterra a aprender inglés y me busco la vida».
OTROS AÚN NO TIENEN NADA CLARO
David, de 22, estudió el Grado en Ciencias Políticas y Administración Pública en Madrid. Empezar la carrera para él supuso «un gran cambio», ya que salió de su pequeño pueblo de Segovia para mudarse a la gran ciudad. «Madrid me ha ofrecido miles de cosas. Entre ellas, poder estudiar en una buena universidad una carrera que me gusta», cuenta. A pesar de los tópicos sobre la vida del universitario, David señala que no ha podido permitirse «el lujo de vaguear un poco o hacer un año más de carrera», ya que vivía en Madrid pero cada fin de semana subía a su pueblo y ayudaba en los dos pequeños negocios de la familia, cuya situación económica «no ha sido la mejor estos últimos años».
Después de mucho esfuerzo logró graduarse en junio. «Ahora me enfrento a una nueva situación. Me gustaría encontrar un trabajo, a ser posible relacionado con mis estudios, y poder plantearme el empezar un máster también». David no tiene ingresos y sus padres no pueden ayudarle con otro año de alquiler en Madrid y con la matrícula de un máster. «Por lo que, muy a mi pesar, he tenido que abandonar Madrid, volver al pueblo e intentar buscar una solución desde aquí», explica.
«No te voy a engañar, estoy aterrado. No sé como plantearme mi vida. Por un lado pienso: ‘calma, algo saldrá’, pero ¿qué saldrá? ¿Tiene que ser un trabajo que no tenga que ver con mis estudios simplemente porque, como dicen muchos, ‘es lo que hay’? ¿Debo esperar a que saquen una plaza de oposición, si algún día deciden renovar la plantilla de la administración? ¿Debo marcharme fuera de mi país? ¿Debo buscar un trabajo temporal? La realidad es que no tengo la remota idea de qué debo hacer…», dice con cierta angustia. «Solo sé que tengo que replantearme mi vida y que ojalá encuentre algo que aportar».
Dadas las diferentes alternativas que se le presentan, David dice que baraja la opción de irse fuera, pero le da «mucha lástima que sea por necesidad y no por elección propia». También cree que otra de las más probables es que acabe «trabajando en un trabajo para el que no estoy formado, que no es de lo mío, hasta encontrar algo mejor y poder pagarme uno de esos másteres que tan caros salen».
Cree que también es posible que le acaben gustando otro tipo de empleos y que se le abra la puerta a un nuevo sector profesional, «quién sabe», dice. Su conclusión: «Me gustaría seguir formándome y también poder trabajar en algo que me aporte experiencia. Hasta entonces seguiré intentando lo que sea, siempre con la posibilidad de poder irme fuera en mente. Sólo espero que la aventura que empecé hace cuatro años y todo este esfuerzo hayan merecido la pena».
PERDIDOS EN LA BUROCRACIA
María, de 22 años, aprobó en junio el Grado en Biotecnología con muchas ganas de meterse en el mundo laboral. Al no tener claro qué máster quería cursar, decidió empezar a buscar prácticas o trabajo de su campo para ver qué era lo que le gustaba. «Mandé el curriculum a todas las farmacéuticas y laboratorios que se me ocurrían. Cuando vi que no me contestaban, empecé a echarlos en otros sitios donde podría haber puestos relacionados con la biotecnología como Repsol o alguna consultoría», cuenta.
Tras vagar por varias páginas web de la Comunidad de Madrid que buscan futuros talentos entre los recién licenciados, decidió, por si acaso, hacer la matrícula para el Máster en Biotecnología de la UAM, mientras seguía buscando cosas. Entonces vio un rayo de luz: el Fondo Social Europeo ofrecía 120 ayudas a distintos laboratorios para que contraten gente joven y parada. «Cada laboratorio tiene que presentar un candidato y un proyecto, yo me presenté como candidata y como proyecto para un hospital de Madrid», explica.
Se topó entonces con un nuevo problema: estas ayudas no tienen aún una fecha fija de resolución, aunque María cree que «como muy tarde será en diciembre, que se acaba el año». Para poder optar a estas ayudas debe estar en el sistema de garantía juvenil, que le impide trabajar o estudiar, así que se ha visto obligada a anular su matrícula del máster, a pesar de haber pagado parte de la misma. «Supuestamente es un sistema hecho para sacar a gente del paro, pero si a mí no me dan una de esas 120 plazas, además de haber estado hasta diciembre parada, me juego quedarme el resto del año de ‘nini’, y yo nunca he estado sin hacer nada «.
«¿Que cómo me siento?» pregunta, y después de un silencio de alrededor de un minuto responde: «Me siento… no sé… un poco rara. He acabado una etapa y no veo una relación clara entre universidades y empresas. Puede que sea yo, que haya tenido mala suerte y no haya sabido moverme, pero parece inevitable que si no te sacas un máster no puedes optar a ciertos puestos de trabajo». El máster que habría hecho María rondaba los 4.000 euros por un año.
«Lo que quiero es probar a trabajar de lo mío, para eso he estudiado cuatro años, y después, cuando sepa qué es lo que me gusta, hacer un máster o un doctorado. Un doctorado son cuatro años y es algo muy sacrificado, no me atrevería a meterme sin saber si me gusta de verdad», aclara. Su conclusión: «Tendría que haber hecho un máster como fuera. Espero que me den la beca pero si no, intentaré buscarme cualquier cosa o consideraré la opción de irme fuera».
Su amiga Claudia, en cambio, hizo el Grado en Trabajo Social. “He estado vagando entre cursos de inglés y voluntariados relacionados con mi carrera hasta ahora”. Está a la espera de la contestación de un plan de empleo juvenil. “Para entrar en el plan tengo que estar sin trabajar ni estudiar y pueden tardar hasta cuatro meses en contestarme. Como no conozcas a alguien que esté en el mundillo y pueda medio enchufarte, malo”, cuenta. «¿Para esto sirven mis cuatro años de carrera?», concluye.
Y LOS ‘AFORTUNADOS’
Por otro lado, también hay casos como el de Andrea, que se considera una afortunada por haber encontrado un trabajo. No es para menos viendo las estadísticas. España lidera el ranking europeo en desempleo juvenil, según Eurostat, con una tasa del 49% entre los menores de 25 años.
Andrea tiene 21 años y estudió el Grado de Administración y Dirección de Empresas en inglés en la Universidad Carlos III en Madrid. Después de mucho buscar y no encontrar nada, un amigo de la familia accedió a probar a contratarla en el departamento de marketing de su empresa. «Sé que si no soy buena en el trabajo, no me voy a quedar allí, pero ha sido la única forma de poder trabajar en algo de mi campo», explica. La semana que viene tendrá una entrevista con su nuevo jefe para ver las condiciones y el sueldo. «De momento estaré allí hasta que me salga algo mejor, porque de otro modo es imposible. Además así cojo experiencia».
La realidad es esta. Mientras el Gobierno de Mariano Rajoy presume de la creación de empleo, muchos jóvenes vagan perdidos por todas estas posibilidades en busca de un futuro que les permita autoabastecerse, formarse y avanzar. Algunos lo consiguen, pero la percepción general de la mayoría de ellos es la misma: «¿Qué vamos a hacer ahora?»