Veinte años del euro. ¿Habrá otros veinte?
Cualquier elección europea se mira con lupa ante el avance o no de estos populismos dispuestos a poner fin a la moneda única
Se aproximan las elecciones europeas y, tal vez, el símbolo económico más destacable sea la creación de la moneda única común, el euro, que ahora cumple veinte años desde su creación. Los 19 países acogidos al eurotienen historias distintas que contar de cómo les ha ido desde la adopción de esta divisa que se ha convertido en la segunda del mundo en transacciones económicas por detrás del dólar.
Y del bienestar y malestar de su implantación tienen mucho que decir la aparición de populismos tanto de izquierdas como de derechas que pretenden desvincularse de esta moneda y volver a sus antiguas divisas. Cualquier elección europea se mira con lupa ante el avance o no de estos populismos dispuestos a poner fin al euro. De ahí, la gran importancia del encuentro electoral del 26 de mayo.
Estas fuerzas anti-euro luchan contra las teorías que buscan una mayor integración entre estos países con una moneda común. Actualmente, está unificada la política monetaria a través del Banco Central Europeo (BCE) que, hoy por hoy, mantiene los tipos en el cero por ciento, intentando que el coste del dinero no sea un impedimento para la recuperación de las economías después de la fuerte crisis iniciada en 2007. Pero los expertos ven que, además, sería imprescindible una unificación de impuestos y también de criterios de gastos, sobre todo sociales.
Consideran los proeuro que hay que caminar en esa línea que nos traería a un presupuesto comunitario común en todos los países. Una integración total de las economías de la eurozona sería así la única garantía para que pudiésemos celebrar otros veinte años de euro. Las distintas estrategias económicas, pese a ser supervisadas por las autoridades comunitarias, no son la mejor forma de mantener fuerte y a largo plazo la divisa europea. De hecho, ya los Presupuestos pasan por el dictamen europeo y también están fijados los límites año a año del crecimiento en el déficit público. Pero para ellos, estas medidas son insuficientes si se quiere dar solidez a este proyecto.
Cierto es que el euro superó su mayor crisis con los impagos de Grecia que dieron la voz de alarma sobre el fin de la moneda única. Pero se trataba de una economía pequeña, fácilmente rescatable. Si un problema financiero de igual envergadura se produjera en una economía de mayor tamaño, se convertiría en dinamita para hacer saltar por los aires la moneda única.
En este juego de ganadores y perdedores, el especialista en mercados Alastair Irvine, del equipo de fondos independientes de Jupiter AM lo tiene claro: “El euro es menos fuerte que el Marco alemán al que reemplazó, y esta situación le ha dado a Alemania una ventaja competitiva injusta, lo que ha impulsado un auge económico impulsado por las exportaciones. Al mismo tiempo, el euro es más fuerte que algunas de las monedas anteriores, la Dracma, la Peseta y la Lira, que utilizaban los estados de la zona sur de la eurozona en el pasado, y que en circunstancias normales probablemente se habría depreciado debido a la debilidad de estos países. Dichas economías se han visto gravemente obstaculizadas por la fortaleza del euro en relación con sus propias posiciones, pero habiendo renunciado a sus antiguas monedas nacionales, ya no existe la válvula de seguridad normal que regula automáticamente los desequilibrios comerciales de un país. El efecto debilitante resultante de la falta de competitividad a largo plazo ha conducido a un declive económico relativo y a problemas sociales significativos, incluido el desempleo masivo, especialmente entre los jóvenes”.
Un resumen perfecto de lo que ha supuesto del euro para la Europa Central, frente a los países mediterráneos, acostumbrados a devaluar sus monedas para ser más competitivos. Eso sí, no olvidar que eso se traducía en inflación alta y elevados tipos de interés. Habría que estudiar minuciosamente ventajas e inconvenientes para estos países de economías más desequilibradas. La homogeneización que piden los expertos debe llevarse también a condiciones salariales, beneficios sociales y porcentajes de desempleo. Esa sería la mejor garantía de otros cuatro lustros de euro.
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