24 noviembre 2024

RAZA por JUAN ALFREDO BELLÓN para EL MIRADOR DE ATARFE del domingo 13-10-2019

Ayer sábado se celebró la Fiesta de la Raza, un evento que, ni cuando el Franquismo más se enseñoreaba de nosotros, llegó a tener sentido verdadero porque, frente al mito de la raza aria nunca, ni Hitler ni nosotros (lease italianos e hispanos) tuvimos una entidad étnica suficientemente definida; no había más que viajar a las Urdes o al Machu-Pichu para comprobarlo, pero gracias a la Generación del 98, se escribía y se hablaba de nuestra raza como de una entelequia sustantiva, fundamentadora de una entidad histórica, étnica y cultural que acumulaba un plus a nuestro favor frente a otros pueblos o etnias que carecían de él por lo menos de una forma tan evidente.

Por algo el único film que firmó Francisco Franco con su nombre, aunque no fuera de su autoría verdadera, se tituló Raza y vaya usted a saber en qué se fundamentaba dicho nombre como entidad filosófica y epistemológica supremas para ser razón de la vida o de la muerte, de la felicidad o del sufrimiento de tantos millones de seres humanos encajonados por políticos, pensadores y escritores en una u otra raza que había que proponer como ejemplar y defender como modelo o atacar como nefasta y exterminar como negativa. Parece como si las numerosas aventuras interétnicas por vía diplomática, comercial o bélica (que se definió como lo comercial sólo que por otros medios) empedraran el siglo XIX y la primera mitad del XX de tarugos filosóficos infumables e indepurables que condujeron al conjunto de las naciones a convertirse en una panda de colectivos indecorosos que solo fueron capaces de generar guerras cruentas y sufrimientos sin control para sus habitantes durante más de 150 años.

El concepto paralelo a raza es el de casta, que por eso se nombra en los exabruptos familiares (me cago en toda tu casta) y se dice de los toros que tienen carácter, casta o raza, nobleza y personalidad en suma y fuerza para acometer y ser burlados una y otra vez, que por eso mismo son nobles y no tontos o cipotes, como seríamos nosotros si lo hiciéramos y nos embarcáramos en los engaños sin rechistar. En eso consiste la buena raza/casta de los cornúpetas españoles y La Virgen del Pilar es la patrona de nuestra buena raza o casta, demostrada por la nobleza con que nos comportamos en las lides de la historia, como Spínola en Las Lanzas de Velázquez y eso es lo que hemos ensalzado y celebrado ayer sábado, día de la Virgen del Pilar, fiesta de nuestra Raza y de la Benemérita, cuerpo del orden público que también ostenta esas características ejemplares de pureza de raza, casta y valentía, como los toros de lidia españoles cuya silueta es una de los iconos internacionales de la bravura, palabra que sirve para jalear y enaltecer a los intérpretes ejemplares de la ópera (¡Bravo, bravo!) y que viene a enaltecer todo un conjunto de valores raciales y castizos a los que tan aficionado fue el novelista norteamericano Ernesto Hemingway también, por otra parte, tan amante de los encierros pamploneses y de las de las corridas de toros y amigo de los corredores y de los toreros aunque no de otros aficionados de los valores taurinos como José María Pemán y otros muchos españoles insignes que hacen del gusto por la casta, la raza y lo castizo una inclinación transversal en interlúdica, por encima de inclinaciones e ideologías, aunque, de hecho, parece haber una cierta inclinación entre la caverna y la tauromaquia en virtud de la cual nunca podremos negar por qué nos atrae tanto el pelo de la dehesa y por qué estamos llegando a unos extremos en que tenemos que justificar nuestro taurinismo y nadie se nos pregunta ni nadie siente la necesidad de justificarse por su antitaurinismo más o menos animalista.

Y hablando de raza, ya parece que van a sacar a Franco de la Basílica de Cuelgamuros contra la oposición de la tardo-Iglesia católica española, de su familia y de los residuos de la carcundia franquista, gracias a la decisión de Pedro Sánchez y de su Gobierno en funciones. Loado sea Dios y su santa Madre. Amen.