21 noviembre 2024

Las familias monomarentales, una realidad invisible

En la cocina hay un mantel a cuadros desteñido por el tiempo, un tiempo que pasa despacio desde que Maite se quedó sola al cuidado de sus dos hijos. Sobre el mantel, dos vasos de leche manchados ligeramente de Cola Cao. Cada mañana, mientras prepara el desayuno, Maite recuerda las risas de sus hijos cuando, tras acabar la leche, se encontraban con la capa de Cola Cao que quedaba en el fondo de la taza. Rememora el sonido de las pajitas mientras sorbían hasta la última gota y revive su cara de satisfacción. Era la mejor manera de empezar el día.

 

Ya no hay pajitas en casa de Maite y el Cola Cao solo llega para manchar la leche. Ella conforma una de las más de 1.450.400 familias monomarentales que hay en nuestro país. Ella sola se enfrenta a todos los gastos derivados del cuidado de sus hijos y a todas las decisiones que hay que tomar, que son muchas. Entre los gastos, las pajitas son una muestra de lo que ya no se puede permitir; entre las decisiones, debe elegir entre pagar las clases de refuerzo para su hijo mayor o las gafas que corregirán la miopía de su hijo pequeño.

El género importa cuando hablamos de familias monoparentales. No exageramos si decimos que la pobreza tiene rostro de mujer, de niño y niña (el riesgo de pobreza o exclusión social infantil afecta a más de uno de cada tres menores de edad en el estado español). Si se desglosan las situaciones de pobreza y exclusión en función de los tipos de hogar, el mayor aumento en el último año se ha registrado en los hogares monoparentales –1.754.700–, de los cuales solo 304.200 hogares están encabezados por un padre con hijos.

Tener hijos e hijas cuesta mucho. Tanto, que lleva a la pobreza a familias de nuestro país. Pero, ¿qué significa la pobreza y la exclusión social para una familia monomarental? Significa que una de cada dos mujeres tiene problemas relacionados con la vivienda: riesgo de desahucios, impagos, deudas hipotecarias…; significa que más de una de cada cuatro ha dejado de comprar medicinas, seguir tratamientos o dietas por problemas económicos; significa que más de una de cada dos mujeres no está trabajando y sus posibilidades de tener un trabajo a jornada completa se reducen a la mitad; significa que cuatro de cada diez carecen de dinero suficiente para los gastos de la casa y no pueden mantener el hogar a una temperatura adecuada; y significa que, al menos tres de cada cuatro, han tenido que reducir gastos fijos de teléfono, televisión o Internet.

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Por curioso que parezca, Maite no sabía que era una familia monomarental. Y lo que es más importante: desconocía que su situación podría mejorar si los poderes públicos quisieran. Fue tras la publicación del Informe de Save the Children Más solas que nunca, la pobreza infantil en familias monomarentales’, cuando supo que hay medidas que se pueden tomar; medidas que deben ponerse en marcha con la mayor celeridad posible para que las mujeres y sus hijos e hijas dejen de estar solos.

No parece muy descabellado exigir que, de una vez, se reconozca legalmente a las familias monoparentales, tal y como sucede con las familias numerosas, que al estar reconocidas legalmente se benefician de medidas de apoyo que facilitan su día a día. El reconocimiento legal permitiría a las familias monoparentales primero ser visibles, después acceder a beneficios fiscales, deducciones por maternidad, ayudas económicas para acceso a vivienda; acceso a becas en el ámbito escolar, descuentos en tarifas de transporte y/o prestaciones para cubrir los gatos de audífonos, gafas u ortopedias.

El informe de Save the Children ha sacado a la luz una realidad hasta ahora desconocida. ¿Por qué han permanecido ocultas durante tanto tiempo? ¿Por qué no hemos dicho abiertamente que la pobreza en nuestra sociedad existe y que tiene rostro de mujer, de niño y de niña? ¿Por qué las hemos dejado solas?

Bien, hagamos ahora visible su situación, convirtámonos en su red de apoyo. Os invito a poner vuestra mirada en estas mujeres; mujeres que hacen de su día a día un rompecabezas, consiguiendo lo imposible, que el rompecabezas encaje antes de que acabe la jornada sin importar a nadie el coste que tiene para ellas y para sus hijos e hijas.

Eglantaine Jebb, fundadora de Save the Children, decía que “cada generación de niños y niñas nos ofrece la oportunidad de reconstruir el mundo desde su ruina”. Yo lo tengo claro, tenemos la oportunidad de no dejarlas en la ruina, de no abandonarlas, de apoyarlas, de terminar con ellas el rompecabezas antes de que acabe la jornada.

Por Eva Silván Miracle (@evasilmi). Politóloga (antes de que se pusiese de moda). Especializada en Cooperación al Desarrollo. Activista de DERECHOS HUMANOS en mayúsculas. Los defiendo todos, pero me decanto por unos: los derechos de la infancia. Me gustan las palabras y su significado. Adicta a muchas cosas, a veces corro. – See more at: http://docemiradas.net/las-familias-monomarentales-una-realidad-invisible/#sthash.ZDEoQ7p8.dpuf