LA ERMITA DE LOS TRES JUANES (1) por José Enrique Granados
Aunque ya hemos abordado el tema de los Tres Juanes en esta Gacetilla, todavía la gente sigue preguntando el por qué del nombre, porque su construcción, cual es su significado, etc. En esta y próximas gacetillas transcribiremos el proyecto original presentado en el ayuntamiento allá por la década de los cuarenta del siglo pasado, para la construcción de una ermita en el cerro de El Castillejo. Queremos dar a conocer la idea tal como fue concebida por Juan de Dios Sánchez Pozo, hace ahora 70 años. El proyecto fue publicado en el especial de las fiestas de IDEAL del año 1993.
Memoria y fundamentos del proyecto de construcción de una ermita en el cerro El Castillejo, de Atarfe
Consideraciones generales
La rocosa cúspide del cerro conocida por El Castillejo del monte de propios de Sierra Elvira, que, cual ingente mole, se eleva a 861 metros sobre el nivel del mar, y 263 sobre su base, a los pies mismos de la pintoresca y progresiva Villa de Atarfe, ha sido el lugar designado para la erección del Templo destinado al culto permanente de San Juan Bautista, cuya imagen se apareció o fue hallada, en circunstancias extraordinarias, por el que va a ser su fundador, don Juan de Dios Sánchez Pozo, vecino de dicha villa, a cuya iniciativa y expensas serán levantadas las obras que perpetúen en la posteridad suceso tan singular.
Creemos de interés exponer, aunque muy someramente, algunas ligeras consideraciones que el caso nos sugiere, sobre los principales fundamentos que motivan este proyecto, sin cuyo conocimiento previo, más parecería la obra de un alucinado que la de un ser normal, todo sencillez, modestia y corazón.
Sólo como un milagro es admisible concebir la ejecución de este empeño; pues dada su semejanza con el prodigioso suceso de La Bernardita en Lourdes, en este caso también la famosa aparición parece como si impulsara al elegido con fuerza obsesionante para cumplir no sabemos qué altos y misteriosos designios, sirviendo de instrumento inteligente de la Voluntad Divina, al acometer por sí solo obra tan desproporcionada a sus medios, dadas las dificultades que ofrece y que para otro que no fuera él sería inabordable y de absoluta e imposible realización. Las posibilidades económicas del fundador, indispensables para llevar a buen fin su proyecto, no existen en realidad, y por ser ya de todos conocidas y humildísimas en extremo, no son del caso determinar, sin que tampoco busque la notoriedad que, por otra parte, no cuadra a su modestia ni a su modo de ser. De ahí que estimemos este caso como absolutamente excepcional y por eso, y para que todo resulte extraordinario y paradójico, no cabe suponer otra cosa sino que el hecho en sí llena y cumple Altísimos y providenciales fines, que el prodigio tome estado y llegue a ser viable lo que parecía imposible, convirtiendo el ensueño en fecunda y portentosa realidad. Y por si todo ello aún no fuese bastante, hasta la elección del paraje para el singular emplazamiento del sencillo templo, no puede en verdad ser más acertado ni más bello de lo que es, pues al resultar, por otra parte, también normalmente practicable y de fácil acceso, merced a su gran elevación, el gigantesco basamento que va a servirle de sostén, lo aproxima más a los cielos y lo acerca más a Dios.
Parece como si con ello, esa Grande y Suprema Voluntad, quisiera premiar con largueza y generosidad lo pródigo y acertado del lugar, y valiéndose de esa maravillosa ley de las compensaciones, a la fatiga y el esfuerzo del escalamiento de la ingente mole, el majestuoso pedestal nos ofrece allí, desde su cúspide, perspectivas maravillosas, de todo punto, por su grandeza imposible de describir.
En torno al observador, 56 pueblos, lugares y aldeas se contemplan, desplegándose radiante un panorama inmenso, un conjunto de variados paisajes, un amplio y gigantesco cuadro cósmico que se extiende con mil tonos diversos en insondables términos, dilatándose en fantásticas distancias y describiendo interminables horizontes en lontananza.
A sus pies los profundos abismos, las rápidas vertientes, los oscuros barrancos, las quebradas gargantas, las tortuosas cañadas, los solitarios bosques, las fértiles praderas y los lejanos valles.
La histórica y perfumada vega de Granada, surcada por el Genil como una serpiente de cristal. A la derecha las montañas de Sierra Elvira; al frente las de la Sierra de Alhama, y más allá, al otro lado, sobre nosotros, en la altura, se levantan los escarpados picos de Sierra Nevada, y mucho más altos, con sus altivas crestas coronada de perpetua nieve, como el Himalaya, los gigantes famosos y elevados picos del Veleta y Mulhacén, como eternas pirámides de granito que tienen por pedestal la tierra y por fanal el cielo. Y más allá todavía, oculto entre los pliegues de los agrestes montes, como entre un pabellón inmenso de granito invisible; pero presintiéndolo, como flotante velo prendido de las nubes, el mar inmenso cual un cristal opaco que cubre el infinito, dibujando en el dilatado horizonte los confines de la Patria, los límites de España y la línea divisoria, circular y misteriosa de la tierra y el cielo.
El estado salvaje y natural, la sinuosa masa toda llena de hondas porosidades y anchas grietas, con la Ermita por pirámide, han de dar al cerro El Castillejo una alta visualidad de fortaleza sirviendo de elevado pedestal para sustentar las obras del hombre donde las funciones litúrgicas del culto habrán de inspirar el mayor recogimiento y espiritual encanto. ¡Cuánta severa majestad ofrecerá una misa rezada en este recinto!
El solemne silencio que reina en sus ámbitos, interrumpido tan sólo por el murmullo místico del sacerdote y, a veces, por la sonora campanilla del monaguillo, la tibia claridad crepuscular o los rayos del sol penetrando por los húmedos y policromados cristales de las altas y arqueadas ventanas buscando las rojizas llamas de los cirios, dando un tono de misterio a aquel ambiente aromatizado de incienso y religiosidad, teniendo por escenario los rígidos y enhiestos montes y selváticos contornos.
He aquí somera y humildemente descrito el bellísimo lugar que habrá de servir de emplazamiento al sencillo templo que, en medio de tanta grandeza y majestad, va a ser erigido por don Juan de Dios Sánchez Pozo, para legar a la posteridad, en la lejana soledad de este coloso pedestal, la nueva mansión, el singular recinto en donde es posible adorar aún más a Dios, por admirar más de cerca su portentosa obra, la inmensidad, el infinito y, en suma, cuanto nos es dable poder apreciar y en sí es, supone y representa la hermosísima creación universal.
La imagen es el boceto pergeñado en el proyecto original de la fachada principal del edificio.
Curiosidades elvirenses.
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