21 noviembre 2024

En el especial de las fiestas de IDEAL del año 2006, nuestro Ángel Fernández, con el seudónimo de Pepe López, nos traía un relato titulado Tiempo de verano, el que merece la pena releer.

Es tiempo de verano, la temperatura asciende y convierte la ladera de la sierra en algo amarillento. Los restos de lo que pudo ser una ermita vigilan como un faro la vega de Granada, el gris de los Morrones se envuelve entre la calima ocultando el horizonte y solo de vez en cuando, deja pasar bocanadas de aire ardiente que desciende por los barrancos buscando las calles de tierra, ocultando los gorriones en los árboles con el pico abierto y un trino agotado.

Alguna que otra golondrina se atreve a volar rozando el suelo y doblando las esquinas con rapidez y soltura como si el calor no existiera. Es tiempo de verano, es tiempo de pintar las fachadas de cal. Al amanecer, las puertas se llenan de cubos, palos largos y brochas –vamos, que después hace mucho calor-; nosotros, voluntarios a la fuerza con mas ganas de juego que de pintura, terminamos siendo expulsados porque airamos muchas gotas o porque dejamos muchos santos, o simplemente porque entre la repetición cansina, déjame que pinto yo, ahora incordiamos mas de la cuenta.

Por la tarde el olor de las paredes humedecidas por la cal ya casi seca, se mezcla con el olor de los rastrojos que se acumula en parvas invadiendo el ambiente. Aunque la misión diaria, a eso de las 6 de la tarde, era ir a buscar verdolagas, cerrajas o berros para los marranos, a la vuelta nos esperaba la merienda, pan con aceite y azúcar. El trozo que casi siempre sobraba iba a parar a alguna ventana, no antes si despedirlo con un beso, que por desgracia pasara algunos días secándose al sol antes de que se escuche la frase “como se nota que ya no hay hambre.

Es tiempo de verano. Tiempo de buscar nidos entre los olivos, chaparros y chopos; de perseguir culebras o de lo contrario, bañarse en las posas que construimos como castores de secano en las acequias para irritación de los regantes que provisionalmente cortábamos su suministro; de innumerables volantones en la falda de los olivos del cementerio, de pinchos erguidos en las Eras, de luciérnagas, de brillanticos en los matazos, de murciélagos, de salamanquesas.

Ya se acercan las fiestas de la Función, tendré ropa para estrenar, empezaremos el primer jamón de la matanza del año anterior, me levantaré par ver de donde salen los cabezudos este año, traerán los columpios de los patos, de los choques, volverá el tío de la ruleta que te deja sin una gorda, y siempre te toca un cigarro; anda que el de la botella y el cono, no es fino el tío, no creo conocer a nadie que le de, cuando se juega el dinero; de la procesión de Santa Ana, estas fiestas son solo un par de días. Las de septiembre son mejores.

Tardes de helado que aparece en una la bicicleta destartala recorriendo las calles con su heladera en el porta equipo y humo blanco que sale al abrir esa especie de lechera grande………..; es el verano de los corrillos de vecinos, ganando fresco a la noche, contando sus aventuras con el miedo y enmarcando los fantasmas que vagabundean en su imaginación. Cuantas casas encantadas, dónde los fenómenos extraños ni se pueden contar, cuantos familiares muertos que visitaban a sus familiares, cuantas leyendas, hay desde melones que suben solos al cobertizo, como desde la del hermano muerto que se presenta a consolar a su gemelo, mientras este volvía solo de madrugada con unos vinos de más. Apariciones de hijos muertos reclamando cariño. La historia más terrible le ha ocurrido a Bernardo, desde entonces ya no sale solo de noche. Parece ser que una noche regando el maíz se le acerco alguien a pedirle fuego para un cigarrillo, le encendió el cigarro, le dio las gracias y cuando se marchaba se volvió y le dijo estas palabras: “me ha dicho tu hermano que no te preocupes más, porque está bien” y desapareció de golpe y porrazo. A Bernardo se le había matado su hermano hacía unos días. Dios, que miedo me da cada vez que lo cuentan.

Es tiempo de verano. Ya llegan, vienen de Francia con su Citroen tiburón, que se agacha y se levanta según su posición, con regalos para algunos familiares y envidia de los demás. Cuentan y no paran de las delicias de vivir en el extranjero pero también vienen los que fueron a Barcelona, Cornellá y Santa Coloma. Y no sé por que hablan tan fino si además no llevan tanto tiempo fuera. Traen consigo sus nuevas señas de identidad: allí bebemos Fanta y Coca Cola, la pitusa no es lo mismo.

Es tiempo de verano, del tour de Francia con los equipos españoles el Fagor, el Kas con Ocaña, Perico Jiménez. Lo oímos por los transistores y el reportaje lo vemos por la tarde noche en el Coco; De los partidos de fútbol en el terrizo o en las dos Eras; de la feria de septiembre, del gran partido de fútbol. En cualquier Haza se improvisa un terreno de juego; pronto llegará el tío de los camarones y del cacahuate salado y el Chacarrós con sus cohetes, del Chalet en la Plaza del Ayuntamiento. Del pichito moruno, de las raciones en el bar Peña, de chatos en las Canarias, de callos del Zapaticos, de los Tres Amigos más conocido por….. De la Catalana y su ensaladilla rusa, del camino de San Fernando, de la Basculilla rumbo al pollo asado en Marino.

Es tiempo de alamedas, de intentar bañarse en la madre del Caballo con su agua tan fría como cristalina; de meter las sandias y las cervezas en el agua, de bucear y salir morado cuando emboten la madre del Rao, de pillar peces en el canal de los Quintines, de olor a chopos regados, de mear en las paredes de la Basculilla.

Así van, pasan los días del mes de julio entre el mortecino calor y la espera de otro día con más deseo de vida. Así cada mañana, las calles se desperezan con un caldero de agua y una buena muñeca que apaga la sed del suelo, amortiguando el polvo de las calles. Durante todo el verano siempre la misma cantinela, mañana y tarde se escucha la entrañable frase, voy a regar la puerta. De noches de películas en el cine Benítez y su terraza de verano con la pared del fondo blanca, que sirve de pantalla, las sillas de hierro o latón, unidas de cinco en cinco; con pipas y el refresco de fruta y sol y lo demás indios , romanos ,forzudos ……..

Es tiempo de verano, su poder es mágico, la vida es mas fuerte, el sudor busca las sombras de la parra, los abanicos de cartón, el gazpacho con terrones de hielo, la siesta obligada, ventanas cerradas a cal y canto, silencio. Silencio, solo el olor de las hojas de la higueras cuelan por ellas; es como una llamada, no puedo más, me voy al patio, las avispas me buscan y yo las busco para quitarles el aguijón. Pero cuando fallo “con vinagre y barro se cura la picadura del tabarro” aunque servia para todo el magistral remedio. Que lentas se hacen estas horas, como buscas un sonido que delate vida detrás de las paredes; ya se oye alguien en la calle, sonido inconfundible de las tardes de verano. La imaginación hecha juega a churro-pico-tecna, policías y ladrones, marro. Hasta aquí todo bien, pero el cine empezaba hacer de las suyas y comenzamos un año más con las guerrillas con los de la Cañada o con los que sea; no pueden venir a las Eras y basta, primero empezamos con los restos de pabilos que quedan en las eras, después con algunas piedras, para pasar después a las armas pesadas, gomeros y ondas. No había mucha destreza, pero si muchas piedras y algo de mala idea por no decir mala leche; porque más de uno lleva las señas de cicatrices a modo de tatuaje en la cabeza. Conforme pasan los días decrece nuestro afán territorial, más por heridos en el frente que por la persecución y regañinas de nuestros padres, aunque para juramentos el de las victimas de alguna piedra: estos no las tienen que pagar, juramento en falsete que se olvida antes de septiembre, antes de la vuelta al colegio.

Es tiempo de verano, del chirrido de los vencejos, del croar de las ranas, de los cabezones o renacuajos que se encontraban a miles en cualquier posa que se forma con el escape de agua de las acequias; de la caza de tritones en la noria Conteras, la de Cervantes tenía menos, no sé porque los cazamos si además son feísimos y torpes como ellos solos; de albaricoques de la huerta Cayetano o de las peras verdes de las Marquesas, de majoletas, de las ciruelas tardías de las parcelas, de las rozaduras de las zapatillas de la Cadena, que cuando las domas ya están rotas por la suela y nos sirven de freno en la rueda de atrás de las bicicletas; de beber agua de pozo, “bebe en el caldero que no nos ve nadie” pero siempre no sé porque razón, siempre te pillan “cuantas veces te he dicho que no hociquéis en el caldero, se acabó ya no hay mas agua”.

Es tiempo de verano pero ya se acerca septiembre y en las noches aparece la silueta gris de las letras y los números. Entre los sueños se cuelan don Juan, don Cesáreo, don Miguel, don Octavio, don Onofre y don Jesús. La letra con sangre entra, las permanencias, el instituto.

De siempre me gusta el verano, dicen que es porque he nacido en esta estación o tal vez porque la vida me ha ofrecido en esta época, maravillosos días. Tengo un hermoso jardín de piedras y balates, una sierra para forjar mis aventuras, la Canterilla para escalar y coger las uvas de las parras enanas del cortijo del Tío la Pipa. Mis puntos cardinales son mis amigos, amigos y pioneros de la nada. Un bosque de eternos olivos nos sirve para recrear las hermosas leyendas del cine donde cantar al viento, el testimonio de una niñez que se despojaba cada día de su piel. Nos disfrazamos de adolescentes sin apenas darnos cuenta que ya lo somos, amigos y cómplices, sus días y mi vida estarán ligadas. Aprendí en verano de mis amigos, le guiñe al destino en tono de burla, porque nunca creí en él.

Me pertenecían mis días, mis sueños. Todo parecía tener la dulce consideración de lo sencillo de lo fácil incluso de lo eterno. Cabía algo en el deseo.

La pintura es de Ana Eva García y se titula “Paisaje en la Vega”

Curiosidades elvirenses.

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