La pandemia también ataca el Amazonas: la deforestación se ha disparado
Los datos obtenidos por satélite muestran un fuerte aumento de la deforestación a medida que el avance del virus reduce el personal dedicado a la protección de los bosques
Con cientos de agentes encargados del cumplimiento ambiental aislados por la pandemia, la deforestación en la Amazonía brasileña ha aumentado al ritmo más rápido de los últimos años, sin olvidar que la temporada en que se suele intensificar el talado de árboles aún no ha comenzado.
Los datos satelitales recopilados por el Instituto Nacional de Investigación Espacial de Brasil, desde agosto de 2019 hasta marzo, muestran 2.031 millas cuadradas (unos 5.260m²) de nuevos claros. El área recientemente deforestada es un 71% más grande que el máximo anterior para el período equivalente, registrado en 2016 y 2017.
Los ecologistas y los líderes europeos han culpado al presidente conservador Jair Bolsonaro por un aumento en la deforestación de la selva tropical. Señalando que la retórica a favor del desarrollo ha envalentonado a los madereros, así como los recortes presupuestarios en la agencia de protección ambiental del país, Ibama.
El reciente aumento se produce cuando Brasil lucha por contener el coronavirus, que ha matado a casi 3.000 personas e infectado a más de 45.000. Aunque Bolsonaro ha postergado lo máximo posible un cierre nacional, su gobierno ha ordenado a los funcionarios públicos de 60 años en adelante que trabajen desde casa, reduciendo el número de personas que trabajan en el campo vigilando la deforestación para Ibama.
«Estoy trabajando con siete empleados en lugar de 15», dijo un agente de Ibama que no está autorizado a hablar en público. Explicó que su equipo es el encargado de vigilar la deforestación en todo Rondonia, un estado brasileño, donde vastas extensiones de selva tropical se han convertido en pastizales y en campos de soja.
El agente dijo que la tala ya está aumentando, incluso antes de la estación seca, que transcurre de mayo a octubre, y es la época en la que los agricultores y los acaparadores de tierras queman los troncos caídos y preparan los campos para el pastoreo y la agricultura.
Ibama y otra agencia federal, el Instituto Chico Mendes para la Conservación de la Biodiversidad, contaban con un total de 6.943 empleados hasta febrero, de los cuales alrededor del 23% tenían más de 60 años, según datos oficiales. No se pudo determinar, sin embargo, cuántos de ellos hacen trabajo de campo.
Un portavoz del Ministerio de Medio Ambiente remitió una solicitud de comentarios al Consejo Amazónico, un grupo de trabajo diseñado para proteger la selva tropical que fue creado a principios de este año por el vicepresidente Hamilton Mourão. Un portavoz de Mourão explicó en su cuenta de Twitter a principios de este mes que se había reunido con los ministros del gabinete «para discutir medidas urgentes contra la deforestación».
Los defensores de la selva tropical expresaron escepticismo sobre la resolución del gobierno. «El grupo de trabajo es principalmente una tertulia interinstitucional sin acción estratégica», dijo James Deutsch, director ejecutivo de Rainforest Trust, una organización sin ánimo de lucro que apoya proyectos de conservación forestal en Brasil y en otros lugares. «Mi temor es que, según van llegando los datos, se vea que los esfuerzos no fueron efectivos porque no son serios».
Los datos satelitales sobre los datos de deforestación recopilados hasta ahora por el Instituto Nacional de Investigación Espacial de Brasil son preliminares y no se conocerá hasta noviembre el informe completo de la deforestación anual. Pero las primeras cifras nos están dando un mal presagio, dicen los ecologistas.
«Una buena parte de la deforestación de este año ya ha tenido lugar», dijo Paulo Barreto, investigador del Instituto del Hombre y el Medio Ambiente de la Amazonia, una organización sin ánimo de lucro con sede en el estado de Pará, donde se produce la mayor parte de la deforestación. «La tendencia es que la deforestación sea más alta que el año pasado».
Después de una década de disminución de la deforestación y tras un pico de pérdida de bosques a principios de la década de los 2000, la destrucción en el Amazonas comenzó a aumentar nuevamente en 2012. Aunque la deforestación registrada anualmente está por debajo de las tasas de la década de los 90 y principios de la década de los 2000, la tala de bosques se disparó un 30% en los 12 meses comprendidos desde agosto de 2018 hasta julio de 2019, en comparación con los 12 meses anteriores. Se despojaron casi 10 kilómetros cuadrados siendo la mayor zona que ha sido despejada desde 2008.
El Amazonas, extendido por nueve países sudamericanos, es tan vasto que ayuda a regular las temperaturas globales al absorber el 5% de todas las emisiones de dióxido de carbono. Más de la mitad se encuentra en Brasil, donde alberga a más de 20 millones de habitantes y abundan, en algunas zonas, los acaparadores de tierras, los leñadores no autorizados y los mineros.
La destrucción desenfrenada del Amazonas el año pasado, simbolizada por incendios cuyo humo ennegreció los cielos sobre ciudades lejanas del sur, provocó indignación en todo el mundo. Gran parte de la culpa se dirigió entonces a Bolsonaro.
Su administración declinó hacer comentarios para este artículo. En el pasado, ha dicho que se está trabajando para frenar la deforestación y poner orden en el Amazonas, persiguiendo a los madereros ilegales y dando a algunas personas formas de adquirir títulos de propiedad legales.
A principios de este año, su administración solicitó al Congreso que aprobara una medida para regalar títulos de propiedad a miles de propietarios de tierras en la Amazonía, en una apuesta para que la legalización les de acceso a créditos y asistencia técnica que resultará en una mejor gestión de las tierras.
Sin embargo, el proyecto de ley está paralizado en el Congreso. Sus opositores dicen que esto perdonaría efectivamente a las personas que talaron árboles de forma ilegal y estimularía una mayor destrucción de la selva tropical.
El aumento de la deforestación corre el riesgo de alienar a los compradores de la soja y la carne de ternera, que se encuentran entre las principales exportaciones de Brasil y que se producen principalmente en tierras deforestadas. Un importante acuerdo comercial que Brasil logró cerrar hace un año con la Unión Europea depende, en gran parte, de las promesas de frenar la deforestación.
Se espera que los legisladores de todos los países que entren en el pacto comiencen a debatir el acuerdo a finales de este año, con la deforestación siendo el asunto que los productores de alimentos europeos probablemente esgrimirán contra Brasil, país que quiere un mayor acceso de sus productos agrícolas en Europa.
«Apoyo firmemente los esfuerzos de los consumidores para boicotear la carne de ternera, la soja y el cuero de Brasil», dijo Deutsch, de Rainforest Trust. «No es porque estemos en contra del pueblo brasileño, sino porque cualquier cosa que podamos hacer para detener la destrucción sigue siendo valiosa, incluso en medio de la pandemia».
Marcello Brito, presidente de un grupo comercial de agronegocios brasileños, dijo que la industria alimentaria del país ha trabajado para reducir la deforestación y que un boicot sería erróneo.
«La inmensa mayoría de la producción brasileña es legal y respeta los criterios internacionales«, dijo. «Sabemos que existe un vínculo histórico entre la deforestación y los agronegocios, pero hoy en día contamos con herramientas tecnológicas para demostrar que solo una minoría de la producción tiene vínculos con la deforestación ilegal».
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