5 diciembre 2024

A mediados del periodo de confinamiento, en concreto el 4 de abril, publicaba en este mismo medio otro artículo con el título “Crisis del coronavirus. Como sociedad, como personas, ¿qué hemos aprendido?, ¿qué podemos aprender?”

En él planteaba que esta experiencia tan traumática en vidas humanas, problemas laborales y sociales y, seguro que, en consecuencias económicas, no podemos dejar pasarla sin sacar conclusiones para afrontar el futuro. Se ha puesto en jaque muchas de las creencias que teníamos, no nos ha valido el tan socorrido lema “siempre se ha hecho así”, pues ahora es el momento de hacer cosas diferentes.

Cada persona debe aprender y sacar sus propias conclusiones de esta situación, y aquí os comparto las mías:

1.- Las muchas inversiones hechas en armamento no han servido para “salvarnos” ante este modo nuevo de ataque a la sociedad. El presente, mirando al futuro, me ha demostrado que “las personas salvadoras de la patria” han sido ahora otras: trabajadoras y trabajadores del ámbito sanitario (medicina, enfermería, limpieza, ambulancias, celadores…), personal de establecimientos de alimentación y de transportes de suministros, agricultura, ganadería, fuerzas de seguridad y protección civil, militares, pero no con funciones de “guerra” sino de apoyo social… la sociedad en general, sacando lo mejor de dada persona en civismo, responsabilidad y sacrificio colegiado.

Mis conclusiones. Para el futuro, habrá que tener en cuenta, en los presupuestos del Estado y de las Comunidades, reforzar estos servicios y valorar estos trabajos y a las personas que los desarrollan. Habrá que trasladar fondos de unas partidas obsoletas y pasarlos para dotar a hospitales de materiales punteros, en calidad y cantidad, para futuras amenazas. Los aplausos de las tardes se han de convertir en apoyos para reivindicaciones en salud, protección civil, educación, atención social…

2.- El valor de tener un país con una importante autonomía en todos los sectores. Esta pandemia ha puesto de manifiestos que no tenemos capacidad industrial ni para hacer mascarillas. Que prácticamente todo está fabricado fuera, a miles de kilómetros. Ahora nos acordamos que por comprar barato (ropa y chismes que no necesitamos) hemos desmantelado nuestra importante (en otros tiempos) industria textil y de manufacturas. Nuestras farmacéuticas pertenecen a multinacionales y se deben a capital extranjero e intereses fuera de nuestra “patria”. Que la globalización de capitales nos ha dejado llenos de playas, hoteles y restaurantes, pensados para turismo internacional, que es el primero que se va y el último que viene en caso de nuevos problemas, se ha llevado la industria y ha focalizado gran parte de nuestra agricultura y ganadería en producción para el extranjero. Hemos comprobado que existe el pequeño comercio, los productos del campo y de la ganadería próxima, que nos pueden llegar sin necesidad de grandes cadenas y grandes superficies y que podemos vivir comprando solo lo que necesitamos, pero de calidad y proximidad.

Mis conclusiones: En esos planes de reconstrucción nacional que se han de consensuar, deberíamos exigir que pensaran en nosotros y nosotras y no en los grandes lobbys de presión de las multinacionales y fondos buitres. Para ser una “sociedad resiliente” (la resiliencia es la capacidad de los seres humanos para adaptarse positivamente a las situaciones adversas) para ello se han de reforzar los sectores primarios y disminuir nuestra dependencia de mercados internacionales. Es decir, invertir en “investigación nacional”, para tener nuestras patentes y equipos científicos estructurados para respuesta inmediata a nuestros problemas, en reconstruir la pequeña y mediana industria, blindarla para que no caiga en manos de multinacionales que la deslocalicen y nos dejen nuevamente desamparados. Agricultura ganadería y comercio de proximidad, no macrocentros, de empresas multinacionales que esclavizan en países menos desarrollados, expoliando sus recursos naturales para fomentar el despilfarro de materias con precios baratos.

Por nuestra parte, tendíamos que reconsiderar nuestros hábitos de consumo y de compra. “Lo barato nos está saliendo caro”. La ropa nos cuesta poco, pero compramos más para el armario que para el cuerpo y además de baja calidad. Quizás sea mejor dos pantalones de calidad fabricados en España, que 5 baratos traídos de “…”. Además, igual conseguimos que nuestros hijos o hijas trabajen en la industria española, en agricultura, en servicios públicos… y no solo de camareros o camareras. ¡Y contribuiremos a un desarrollo sostenible…!¡Nuestro consumo, la gran herramienta para controlar el mundo!

3.- También creo que hemos vuelto a valorar aspectos sociales un tanto olvidados por las prisas diarias de correr para ir a ninguna parte. Por una cultura de tener, tener… por encima de ser familia, ser vecinos. El valor de la familia, ser personas. La amistad, siempre refugio y alegría; el valor de tiempo con los hijos (aunque tanto no hace falta); el valor de salir a pasear, de hablar con vecinos, ir al campo… Igual la vuelta a la calle y al trabajo, ha de ser de una manera más sostenible, más pausada. Hace ya varios años, pude asistir a una conferencia de Carlos Taibo, profesor de Ciencias Políticas de la UAM, que planteaba la economía del decrecimiento. Este invierno vino a la Facultad de Económicas de Granada y volví a disfrutar y aprender con él. Hace unos días, me llegó un enlace a un artículo del periódico Clarin, en el que planteaba que Holanda apuesta por el decrecimiento para salir de esta crisis. También hemos visto como se salva el planeta y, por ende, nos salvamos como especie.

Mis conclusiones: Por tanto, pongamos en valor la solidaridad, la amistad, la vecindad frente al individualismo. El valor de lo próximo, de lo nuestro. El valor de “lo común”, de que es de todos, pagado por todos y al servicio de todos. Pero no olvidemos que todo eso se paga con impuestos, impuestos en función de lo que se posee, gestionados con “honradez” y eficacia. Miedo me da cada vez que pregonan bajar los impuestos, por cada € que bajan a un trabajador, cientos se bajan a las personas con mucho dinero.

La crisis anterior fue la del rescate de los bancos, esta no puede ser la de rescatar a la aerolíneas y empresas más contaminantes, sino la de rescatar a las personas.

Para finalizar, esta crisis también nos ha dejado el aprendizaje de cómo mejorar el medio ambiente, menos consumo, menos movimientos, menos petróleo quemado. ¡Hablando de petróleo!, también sabemos que el bajar su precio está en nuestras manos. CONTINUARÁ