El largo y exigente camino de los dobles grados universitarios
Estudiar una titulación doble ofrece una formación más transversal y mejores perspectivas laborales, pero exige un mayor esfuerzo y más años de estudio
El gancho de estas titulaciones resulta innegable. En su mayoría, combinan disciplinas similares o complementarias para ofrecer una formación más completa y la recompensa de terminar la universidad no con uno, sino con dos títulos oficiales, a cambio de alargar los estudios entre uno y dos años. Un perfil académico especialmente atractivo en un mercado laboral que demanda profesionales cada vez más versátiles. La universidad española parece confirmarlo: en 2018 había 872 títulos de doble grado por 3.008 de grado (un 22,5 % del total), cuando hace seis años eran apenas 345, según datos del Ministerio de Universidades. Pero ¿se trata de una opción válida para todos?
En pocas palabras, no. “Primero, porque alargan la etapa formativa, y eso hay estudiantes que ni se lo plantean, que quieren salir al mercado laboral antes por razones de economía familiar o por preferencia personal, o porque su vocación le lleva a una opción más clásica”, sostiene Víctor Briones, vicerrector de Estudios de la Universidad Complutense de Madrid. Y es que estudiar un doble grado implica no solo un coste económico adicional (solo en matrículas, significa pasar de pagar por 240 créditos a entre 340 y 400), sino también una mayor carga lectiva por curso que exige grandes dosis de compromiso, concentración, motivación, organización y esfuerzo.
Acceder a ellos es ya, en algunos casos, toda una proeza. Un vistazo a las notas de corte más altas de España revela la ubicuidad de algunas dobles titulaciones, que copan muchos de los puestos más altos. Así, el doble grado de Física y Matemáticas de la Universidad Complutense de Madrid exige casi la perfección (13,875 sobre 14), algo más que los títulos homólogos en Zaragoza, Alcalá, Valladolid o Barcelona (y varias más). El de Estudios Internacionales y Derecho de la Universidad Carlos III pedía el año pasado 13,525; el de Informática y Matemáticas de la Complutense, 13,398; y el de Estudios Internacionales y Administración de Empresas en la Carlos III, 13,339. Un fenómeno relacionado no solo con la demanda, sino también con el hecho de que los dobles grados habitualmente ofertan un número reducido de plazas que dificulta aún más el acceso.
Física y Matemáticas en la Complutense tiene, por ejemplo, 30 plazas, “una oferta muy pequeña, porque aumentar el número de plazas en un grado experimental como este es algo muy costoso y muy difícil de llevar a cabo. Y lo mismo sucede con otras como Química y Bioquímica, o Ingeniería Informática y Matemáticas”, explica Briones. Por supuesto, no todos los dobles grados tienen un baremo de acceso tan elevado, y titulaciones más tradicionales y ampliamente ofertadas como Derecho y Administración de Empresas o Derecho y Economía tienen normalmente notas de corte sensiblemente inferiores.
Una mayor empleabilidad
Esa misma sobreexigencia de compromiso hace que se beneficien de un mejor acceso al mercado laboral y de la adquisición de habilidades transversales muy valoradas por los futuros empleadores: “Para cualquier empresa que está seleccionando personal, un doble grado casi siempre se mira con un poco más de atención, porque representa un mayor esfuerzo, sin que eso prejuzgue que sea garantía ninguna”, afirma Briones. “Los dobles grados ofrecen mayor empleabilidad, una visión interdisciplinar más amplia, una mayor integración de conceptos que permite afrontar problemas desde puntos de vista diferentes, y la posibilidad de solucionarlos con mayor creatividad”, esgrime por su parte Eva Icarán, vicerrectora de Profesorado e Investigación de la Universidad Europea. Como muchos de los dobles grados aúnan disciplinas relacionadas, la consecución de estos lleva aparejado el desarrollo de más competencias y un mayor alcance de la actividad profesional.
Es el caso de Fernando Galindo, licenciado en Derecho y Economía en la Universidad Carlos III de Madrid: “Para mí fue una experiencia enriquecedora, porque son dos carreras que se complementan muy bien y te permiten entender muy bien la actualidad. Además, al tener puntos en común, estudiarlas de manera combinada hace que haya materias que resulten mucho más fáciles de comprender”. Para Galindo, hoy director de Comisiones de la Secretaría General del Congreso de los Diputados, se trata de una inversión que merece la pena, “entre otras cosas porque cuando empecé la carrera no sabía a qué me quería dedicar y el doble grado me permitió mantener más puertas abiertas”.
En plena cuarta revolución industrial, la de Internet y las tecnologías de la comunicación (TIC), las titulaciones dobles que incluyen disciplinas STEAM (Ciencias, Tecnología, Ingeniería, Artes y Matemáticas, por sus siglas en inglés) figuran entre las más buscadas, “pero también en las áreas de Ciencias Biomédicas, gestión empresarial… Y, a futuro, también serán demandados dobles grados donde lo científico y lo técnico se complemente con las humanidades”, apunta Icarán. “Son muchas las voces que hablan de la necesidad de humanizar las carreras técnicas. El desplazamiento laboral ocasionado por la robótica y la digitalización deberá venir acompañado por una transformación de la demanda de profesionales capaces de ofrecer otras competencias, justamente aquellas que diferencian al ser humano de la máquina, y que llegan a donde esta no llega”.
Briones destaca tres grandes grupos entre los dobles grados: “Primero, aquellos con base en el grado de Derecho y otros conocimientos como Criminología, Relaciones Laborales, Ciencias Políticas o Filosofía. Otro grupo tiene que ver con la Administración de Empresas y la Economía, y que se combina con estudios relacionados con las Matemáticas, la Estadística o la Informática; y el tercero es el que tiene que ver con la educación: Pedagogía, Educación Primaria, Maestría…”
Posibles inconvenientes
La principal desventaja de los dobles grados radica, según Briones, en el alargamiento de la etapa de estudiante, lo que retrasa la incorporación al mercado laboral: “Si en muchos países de la Unión Europea se estilan cada vez más grados de tres años, en los dobles grados llegamos a los seis – sin perjuicio de que, luego, puedas hacer un máster, con lo cual nos iríamos hasta los siete u ocho años”, razona el vicerrector de la Complutense. “Y eso hace que lleguen al mercado laboral con una cierta demora con respecto a los estudiantes de un grado sencillo. Aunque entonces lo hagan en una situación de ventaja, porque lo hacen con una doble graduación”.
Otro de los inconvenientes que esgrimen habitualmente los egresados de los dobles grados es la falta de profundidad en uno o en ambos ámbitos de las titulaciones, que en ocasiones priman la cantidad sobre la profundidad. Un aspecto que, para Briones, ha ido solucionándose con el paso del tiempo: “Este era un defecto clásico: dobles titulaciones que provenían de una especie de “corta y pega” un tanto artificioso en ocasiones. Pero ahora las universidades son mucho más cuidadosas, para que las titulaciones dobles estén mucho más equilibradas y que tengan una formación suficiente en ambas disciplinas. Los dobles grados que se ofertan hoy están mucho mejor diseñados, y provienen de una maduración más profunda, por lo que ese inconveniente ya no existe”. Icarán incide en el mismo aspecto: “Hay más integración y sinergias entre asignaturas de títulos afines… Lo que sobra es la redundancia de conocimiento”.
Efectivamente, los centros que ofrecen dobles titulaciones establecen comisiones de estudio conjuntas con otras facultades e incluso universidades, en las que se madura mucho la oferta, a la búsqueda de un factor diferencial y de una calidad que quizá antes no era tan prioritaria como lo es ahora. “De hecho, hay muchos dobles grados que están en extinción y que están siendo sustituidos por nuevos dobles grados, en los cuales, a criterio de las agencias de evaluación, se refuerzan los contenidos para mejorarlos e integrar mejor los conocimientos. En la Complutense hay un cierto número de ellos”, admite Briones. Se trata de una labor conjunta de las agencias de verificación y de las propias universidades, que identifican, una vez puesto en marcha, dónde están las posibles disfunciones.
Cómo elegir un doble grado
La mayor duración de los dobles grados, hasta seis años, hace necesaria una reflexión profunda que nos posibilite saber si en verdad estamos dispuestos a comprometernos por un periodo de tiempo tan prolongado. Pero más allá, los factores a tener en cuenta son similares a los de un grado sencillo, ya sean personales (motivación, expectativas, intereses) o profesionales (empleabilidad, demanda existente, acreditaciones o reconocimientos externos…). Y, por supuesto, elegir la universidad según el programa de estudios, el profesorado y la reputación de la institución. Además, no todas ofertan la misma cantidad de dobles grados, y si en la Complutense, por ejemplo, llegan a la treintena de entre unos 140 grados, en la Universidad Rey Juan Carlos hay 78 por 81 grados sencillos, y en la Universidad Europea se alcanza el 50 % para cada tipo (38).
Aunque la mayoría de estas titulaciones aúnan áreas de conocimiento próximas, también pueden encontrarse combinaciones llamativas por la disparidad de contenidos: Ciencias Ambientales y Geografía, ADE e Ingeniería Informática, Historia y Filología Clásica, Farmacia y Nutrición Humana, Sociología y Experto en Desarrollo… En estos casos, debe tenerse en cuenta que se trata de dobles grados con contenidos muy distintos, por lo que normalmente llevan aparejados una mayor cantidad de créditos.
En algunas universidades, una alternativa a la del doble grado es la de optar por grados transversales que, en el plazo habitual de cuatro años, abarquen diferentes disciplinas: es el caso, por ejemplo, del grado en Filosofía, Política y Economía que ofertan conjuntamente las universidades autónomas de Madrid y Barcelona, la Pompeu Fabra y la Carlos III de Madrid; el grado en Ciencias Experimentales de la Universidad Rey Juan Carlos, que aúna Biología, Geología, Física y Química; o el grado en Gestión de Ciudades Inteligentes y Sostenibles, de la Universidad Autónoma de Barcelona.
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