El PIB es uno de los indicadores más usados para conocer la naturaleza y tamaño de la economía de los países, pero tiene sus límites y fallos.

El PIB es un indicador económico básico: sirve para conocer cuánta riqueza genera un país y la dimensión y composición de su economía. El PIB agrega toda la producción generada en un país o, más concretamente, mide el valor monetario de todos los bienes y servicios finales (los que compra el usuario final) producidos dentro de un país, independientemente de si el productor está dentro o fuera. El dato es normalmente trimestral o anual, y se suele calcular en dólares actuales o de un año específico, pero también en moneda local. Eso permite comparar valores en el tiempo o entre países, y de ahí su utilidad y su uso extendido en Gobiernos, organismos internacionales y medios de comunicación.

Este indicador nació a mediados del siglo XX. La primera propuesta la hizo el estadounidense Simon Kuznets, economista de la Oficina Nacional de Investigación Económica, para calcular el impacto del crac del 29. Después, en 1940, el británico John Maynard Kaynes propuso otra fórmula buscando evaluar la capacidad de su país para fabricar armamento durante la Segunda Guerra Mundial. Al final prevaleció la fórmula de Keynes, que se volvió referencia internacional con la Conferencia de Bretton Woods de 1944.

El PIB se puede calcular de varias formas, aunque el cálculo más común, tal y como lo hacen los bancos centrales o los institutos nacionales de estadística, es así: PIB = consumo + inversión + gasto público + (exportaciones – importaciones). El consumo es el que hacen hogares y particulares. La inversión agrupa los gastos de empresas y hogares para mejorar su producción y obtener servicios, respectivamente. El gasto público es la suma de lo que compra el Estado, y las importaciones se restan a las exportaciones para saber si hay superávit o déficit comercial.

Pero el PIB es polémico y complejo de calcular por lo que incluye o descarta. Este indicador no tiene en cuenta el trabajo no remunerado, como el cuidado del hogar y el voluntariado, el trabajo informal o la economía criminal, lo cual discrimina a países en desarrollo y a ciertos sectores y grupos de población. Las críticas al PIB también suelen apuntar a su naturaleza cuantitativa y no cualitativa. Al medir solo lo que tiene valor monetario, el PIB no es un indicador de desarrollo, bienestar o calidad de vida. El dato del PIB puede variar por factores distintos al crecimiento económico, como el aumento de la población o el hallazgo de nuevos recursos naturales, y no tiene en cuenta el impacto medioambiental o social de la actividad económica. 

Los fallos del PIB han obligado a crear otros índices, como el Índice de Desarrollo Humano de la ONU, que tiene en cuenta factores como la esperanza de vida al nacer. Además, el PIB va de la mano de otros indicadores complementarios, como el producto nacional bruto (PNB), que incluye solo la producción que se da dentro de cada país. Otras variantes son el PIB neto, que resta el costo de la materia prima, los servicios y el deterioro de los bienes de producción; el PIB o renta per cápita, que mide la producción en relación a la población del país; o el PIB real, que considera los precios de los años analizados.

 

FOTO:Fuente: Pixabay.

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