¿QUÉ EDUCACIÓN Y QUÉ SISTEMA DE ENSEÑANZA ES ESTE? por Francisco L. Rajoy Varela

Sería absurdo y pretencioso recurrir al agravio comparativo acerca de la educación y la enseñanza que recibimos la gente de mi generación y la que se imparte hoy en día. Aquellos años y el entorno socio cultural nada tienen que ver con los de hoy. También sería absurdo y pueril por mi parte pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor. Nada más lejos de la realidad.

Pero si hacemos un ejercicio de reflexión crítica de forma objetiva sobre la educación en general, convendrán conmigo que, la misma no debería estar sujeta a vaivenes políticos y a los gustos de modas temporales. La buena educación, los buenos modales, la amabilidad y la generosidad en el trato hacia los demás, no sólo es un ejercicio de libertad, también es una forma de construir una sociedad más amable y menos crispada. Nada más desagradable que la mala educación y la grosería.

Y este último fenómeno, el de la mala educación, hace bastante tiempo que se ha instalado en nuestra sociedad como moneda de curso legal. Y el reflejo más claro lo tenemos en el parlamento español que se ha convertido en una taberna de gañanes borrachos, un ambiente tabernario hostil y bronco, en el que cualquier gañán está dispuesto a sacar la navaja a las primeras de cambio.

Recuerdo que, en mi infancia y adolescencia, teníamos asumidos unos códigos de conducta basados en el respeto, la buena educación y la disciplina que nada tenían que ver con el sistema político imperante en aquel entonces. Teníamos interiorizado, que había zonas que ni se debían, ni se podían traspasar. Por supuesto que había sus cosas menos buenas, pero lo esencial, el respeto y la educación eran las nomas básicas y elementales de convivencia.

Esta buena educación, se mantuvo hasta que se consolidó la mal llamada democracia. Digo bien, la democracia entendida como tal y pese al tópico de sistema político menos malo, nada tiene que ver con la que se instauró en aquel momento y vigente hoy día. Aquello fue un matrimonio de conveniencias entre la monarquía y la clase política, un pacto de granujas que derivó en lo que tenemos hoy. Para que nadie se escandalice explico el término granuja, que no lo utilizo en sentido sarcástico y peyorativo. Granuja según la RAE es aquel individuo pícaro, desvergonzado o tramposo. Creo que les suena, también, dentro de la clase política hay gente honrada, por supuesto. Pero recuerden lo que ocurría en aquella fábula cuando se mezclaban en un cajón las manzanas sanas con las podridas. Y a buen entendedor, pues eso. En otro artículo, ya entraré al detalle de la fauna política que mal rige los destinos de este país.

La buena educación y la libertad, maridan como la buena comida y el buen vino. La mala educación en todas sus manifestaciones, no entiende que la libertad individual acaba donde empieza la del otro, no entiende de tolerancia ni de generosidad y no entiende que no sólo existen derechos, también estos van maridados de obligaciones.

¿Qué ha ocurrido desde unos años hacia acá, para que se haya instalado en nuestra sociedad la zafiedad y la mala educación?, ¿a qué grado de desquiciamiento y degradación moral hemos llegado, que somos incapaces de distinguir lo moral de lo inmoral, en el que todo vale y a cualquier precio?

Recuerdo que de niño oía a la gente mayor decirles a nuestros padres, que procuraran que el árbol de nuestras vidas creciera recto. Sabias palabras que nunca olvidé cuando me tocó ejercer la labor de padre. Labor o tarea que no acaba nunca, aunque los hijos se hagan mayores.

Y aquí está la raíz del problema, cuando no se ejerce de forma responsable la paternidad, cuando se hace dejación de las funciones que como tal le competen, cuando se siembran los vientos del egoísmo y la desidia paternal/maternal, se crea la atmósfera ideal para la tormenta perfecta de una infancia y una adolescencia desatada y sin control que como una riada salvaje arrasa con todo lo que encuentra a su paso. Basta echar un vistazo a la clase política que dirige este país en todas sus esferas, nacionales, autonómicas y locales y las primeras preguntas básicas que uno se formula ante tal cúmulo de despropósitos son, ¿qué clase de educación en valores han recibido en su casa?, ¿qué clase de enseñanzas han recibido en los diferentes centros educativos? Si este es el ejemplo que las generaciones presentes y futuras han de seguir, cerremos el país por derribo. Y una observación, esta clase política actual ha sido amamantada en las ubres democráticas. Se me dirá que no todas las personas son iguales, correcto, pero ocurre que el ruido de la mayoría silencia al de la minoría.

Sin entrar en profundidades que harían excesivamente largo este artículo y a grandes rasgos, basándome en mi experiencia, mi observación y mi análisis personal, con el que se puede estar de acuerdo o no, diré que este fenómeno de la mala educación que venimos arrastrando desde hace mucho tiempo, se pueden trazar unas líneas maestras que nos indican los fallos de los cimientos del edificio familiar. Por una parte, la ruptura de la unidad familiar, donde la figura del padre ha dejado de ser el eje y referente que lo vertebra todo (por orden judicial se comparten con el padre unos días y unas horas establecidas). En los hogares que no se da tal ruptura, para mantener la subsistencia y los compromisos económicos suscritos (pago de hipoteca y otros préstamos), se hace imposible que los padres, obligados a trabajar ambos, puedan compatibilizar la vida laboral y familiar. Es la esclavitud de estos tiempos. Los hijos necesitan que sus padres le dediquen no sólo amor, también un tiempo del que no disponen. Ser padre es una labor maravillosa a la que hay que aplicarle una dedicación y un sacrificio continuos. Elegir es renunciar a tu tiempo y a tu egoísmo. No se puede estar en misa y repicando. No se puede hacer una dejación de funciones en perjuicio de terceros. Y si no se puede asumir la responsabilidad de ser padre, por un principio elemental de coherencia interna, no se debe asumir. Pero la educación de los hijos les compete exclusivamente a los padres e insisto, conllevan una responsabilidad y un sacrificio exclusivo. Se es padre a tiempo completo y toda la vida.

Por tanto, es inasumible que, por cansancio o comodidad, los padres permitan, y se les debería exigir responsabilidades penales por ello, que sus hijos, aún no iniciada la adolescencia y vía botellón se inicien de forma descontrolada en el submundo oscuro del alcohol y las drogas blandas, las duras vendrán solas. El mismo descontrol que existe con el uso y abuso de las redes sociales. Ese faro seductor llamado internet que deslumbra a los ignorantes y los lleva a estrellarse contra los acantilados de la imbecilidad. Y lo más triste, los padres mirando cobardemente hacia otro lado. Se ve que el hábito de la lectura y otras buenas costumbres pertenece al mundo de la prehistoria.

Ante este panorama triste y deprimente, ¿qué ambiente se puede reflejar en las aulas de los centros de enseñanza? El que sabemos y conocemos. Por una parte, la falta de autoridad moral, la irresponsabilidad y la ausencia de implicación de la mayoría de los padres en la educación de sus hijos hacen que no se comprometan y apoyen la labor educativa de los centros de enseñanza. Que alguien me explique para qué sirven las APA. Por mi propia experiencia, y para más inri en un colegio concertado, sólo cuestión de figurar y posturear.

También, y en honor a la verdad, hay que decir que de las dos patas que aguantan la mesa de la educación y enseñanza, no sólo es una la que flaquea. Y no sólo porque en poco más de 40 años, ha habido siete planes distintos de enseñanza al gusto y acomodo manipulable del gobierno de turno. A ver, demócratas de pacotilla, eso de manipular la enseñanza para aborregamiento colectivo, ¿no era propio de dictaduras bananeras? Perdonen ustedes, la enseñanza ha de ser una cuestión consensuada entre todos y adaptadas a los nuevos tiempos y a las necesidades que demanda el mercado laboral. La enseñanza debe combinar humanidades y ciencias en sus temarios. La enseñanza debe usar, pero no abusar, de las nuevas tecnologías. Y, por último, la enseñanza debe ser gestionada por un Ministerio de Educación y sus correspondientes delegaciones autonómicas en el que figuren profesionales libres con experiencia en la materia y no adscritos a ninguna tendencia ideológica y advenedizos.

Pregunto, ¿cuántos maestros y profesores que se dedican a un tema tan delicado como la enseñanza, son vocacionales?, ¿cuántos saben motivar y fomentar el interés del alumno por saber y aprender nuevos conocimientos?, ¿cuántos saben imponer el principio de la autoridad del profesor en clase?

En referencia a la dirección de los centros de enseñanza y siempre en colaboración con el APA, deben asumir y consensuar la responsabilidad conjunta de marcar las directrices de una enseñanza libre y disciplinada. Es inadmisible tanto la falta de respeto hacia los padres como a los profesores. No se puede seguir consintiendo la actitud irracional e indisciplinada de los alumnos tanto en clase como en la calle. Hay que poner coto ya a una situación límite que entre unos y otros han permitido que se salga de madre. De continuar esto así, ¿qué se puede esperar en un futuro de generaciones como estas? Si son ellos los que han de gestionar la toma de decisiones tanto a nivel público como privado de este país, pues el último que apague la luz.

Formulo una cuestión, ¿quién le pone el cascabel al gato?

Francisco L. Rajoy Varela

prajoy55@gmail.com

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