22 noviembre 2024

‘OTRO SOPAPO, JOSÉ ANTONIO MARINA Y LOS PROFESORES’, por Luis Enrique Ibáñez

«Un niño marginado por la sociedad… vapuleado por una televisión que palmea el orgullo por la incultura, sufriendo la tristeza infinita de sus padres abandonados en la derrota… incluso con esos «profesores buenos» que usted demanda, está en el otro lado… nosotros lo vemos… Pareciera que usted ha querido pasar a formar parte de ese coro de francotiradores que siempre apuntan en la misma dirección, nunca en la global, esa no interesa»

El filósofo (y pedagogo, no se puede olvidar) José Antonio Marina, antes admirado, afirma, fíjense en el vocabulario empleado, que hay que aislar a los «profesores solitarios». Declara que «los profesores buenos no deben cobrar lo mismo que los malos«. Propone, con toda solemnidad, y sin que le tiemble la voz, que el sueldo de los profesores dependa de los resultados que obtengan. Y, una vez cogida la carrerilla, pide que sean los propios docentes quienes «fomenten la exclusión de los malos profesores, porque desde fuera es muy difícil de detectar«, que los funcionarios sepan que «si lo estás haciendo mal, no se te renueva tu condición de funcionario«… ¿si lo están haciendo mal?
Ha empleado usted la misma estrategia perversa que desde hace ya años ha utilizado el sistema de Poder: inocular en la conciencia de la población ese maldito complejo de culpa para así ocultar los problemas reales, la estafa real, hemos sido malos, inútiles, debemos pagar por ello..
En la introducción a su interesante libro, ‘La lucha por la dignidad‘, el ilustre Marina escribe «En Sierra Leona, los guerrilleros cortan la mano derecha de los habitantes de una aldea antes de retirarse. Una niña, que está muy contenta porque ha aprendido a escribir, pide que le corten la izquierda para poder seguir haciéndolo. En respuesta, un guerrillero la amputa las dos«.No, no estamos en Sierra Leona, señor Marina, pero ¿de verdad cree que el principal problema de la Educación son los profesores? ¿Cree realmente que esa fiscalización que usted pretende mejoraría lo que queda del sistema de Educación Pública, aquí, en la patria de Belén Esteban?
¿Conoce usted las vejaciones, los atropellos que los últimos tiempos se han cometido con los profesores en este lo que se llame? ¿Acaso no riman sus propuestas con los disparates medievales que llegan desde la empresa privada, desde el neoliberalismo que prende este capitalismo salvaje? ¿No se dan la mano sus reflexiones y consejos con el acoso y derribo que la Función Pública está sufriendo en esta cosa?Cuando habla usted de que los funcionarios «sepan que no son cargos vitalicios«, ¿no le vienen a la memoria otros cargos y sueldos vitalicios que deberían ser sometidos a debate?
Cuando suelta usted, con ese irritante desprecio, eso de «profesores buenos» y «profesores malos», ¿olvida usted nuestras condiciones del día a día, el aumento de horas, de ratio, la bajada de sueldo, sí de sueldo, el bombardeo incesante de burocracia inútil, la humillación soterrada, y no soterrada, que la sociedad nos regala?
No, usted conoce bien esa situación, o, al menos, la conocía. Sin embargo, ahora quiere aparentar que la ignora. Quizá, porque se le han encendido los ojos del estrellato cuando le han propuesto, desde esas instancias que maltratan la Educación, uno de esos informes que parecen provenir de una agencia calificadora, del tipo Standard & Poor´s, de esas que beben de la perversión del Lenguaje, ya sabe, de las que se excitan cuando oyen expresiones del tipo «optimización de recursos«.
No estamos en Sierra Leona, por supuesto que no, pero, ¿sabe usted que muchos alumnos nuestros llegan a los institutos con ropa vieja, sin materiales (eso sí, tenemos unas pizarras digitales de cojones), y sin bocadillos, y que muchos de ellos vienen sin haber desayunado. Por si no lo sabe, yo se lo digo: muchos de mis alumnos tienen padres en paro, desahuciados, y han vuelto a vivir en la casa de los abuelos, se las apañan como pueden y, en ocasiones, comen todos los días. Pero no, no estamos en Sierra Leona, y aquí lo que tenemos que hacer es revisar lo que hacen los profesores, y pagarles según la peoná.
¿De verdad cree usted que los profesores somos unos dinosaurios que no nos (qué palabra más pesada)»reciclamos»? Usted, en la clausura de un Congreso sobre Educación y Nuevas Tecnologías, en Madrid (yo estaba allí) cerró las jornadas con la siguiente frase: «Un burro conectado a Internet no deja de ser un burro». Yo en estos tiempos que nos están matando le apostillaría: Un niño marginado por la sociedad, viviendo en las orillas de la exclusión, vapuleado por una televisión que palmea el orgullo por la incultura, sufriendo la tristeza infinita de sus padres abandonados en la derrota… incluso con esos «profesores buenos» que usted demanda, está en el otro lado.
Y nosotros lo vemos. No sé si usted, y la sociedad en general, lo ven también.No sé qué le ha pasado. Quizá, como decía alguien en un reciente congreso, su fama de ensayista se haya eclipsado y ahora busque la gloria por el camino fácil, tal vez se haya pasado al otro bando, probablemente allí viva más cómodo.
Sin embargo, puede que usted lleve razón: vamos a evaluar a todo el mundo. Los pedagogos cobrarán según sus resultados. Los filósofos también. Los médicos según los pacientes sanados. Los barrenderos según los metros cuadrados barridos. Los padres según los valores y responsabilidad, y disciplina, y alegría, con que sus hijos llegan a la escuela.Los arquitectos, jo los arquitectos, según la belleza y coste de sus edificios. Los inspectores de Hacienda, también según sus resultados sobre el fin del fraude fiscal.Los Medios de Comunicación, según su grado de responsabilidad sobre la veracidad, la no manipulación, y su labor de concienciación social en lo refererido a la Educación y a la Cultura en general.La Banca, según los datos de Acción Social y de falta de oscurantismo en sus prácticas. Y también según sus resultados en la creación de riqueza y bienestar social.Los empresarios según su compromiso con los trabajadores y la justicia de sus salarios.
Y los políticos, según el grado de cumplimiento de sus promesas y la honradez demostrada… mejor lo dejamos.
Señor Marina, por supuesto que hay profesores mejores que otros (como hay cajeros mejores que otros, médicos mejores que otros, funcionarios de Hacienda mejores que otros…). Por supuesto que todos debemos intentar mejorar en nuestro quehacer diario, pero sus palabras, la directez de su sintaxis connotan una agresividad inadmisible. Pareciera que usted ha querido pasar a formar parte de ese coro de francotiradores que siempre apuntan en la misma dirección, nunca en la global, esa no interesa.
Que le vaya bien en su nuevo planeta, señor Marina.

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