ATARFE, SANTAFE Y GRANADA VIVEN UNA NOCHE DE MIEDO
Terremotos en Granada: ‘Temblores’ de pánico en la noche que desapareció el toque de queda
Una veintena de terremotos en poco más de una hora siembran el miedo en el Área Metropolitana cuando aún se recuperaba del seísmo del sábado.Los granadinos se echaron a la calle poco antes de las 23:00 horas tras notar hasta en cinco ocasiones en media hora cómo todo crujía y se movia.
Lo del sábado solo fue un susto. Quien hasta este martes hubiese dicho esta frase hubiera recibido numerosas críticas por parte de los granadinos. «¿Cómo dicen que ha sido solo un susto si hay cuantificado medio millar de incidencias», pensaba cuando sobre las diez y cuarto de la noche entregaba la página en la que se contaba cómo «otro terremoto con epicentro en Santa Fe» había zarandeado el Área Metropolitana esa misma mañana. Pero apenas media hora más tarde todo cambió. Primero, una especie de sonido y después vino el temblor, largo y fuerte. Luego empezaron los mensajes. «¿Lo has sentido?», preguntaban. «¡Cómo no!», se respondía. «El más grande que he sentido«, comentaba alguno minutos después. Con el susto aún en el cuerpo y como si de un déjà vu se tratase, la historia volvía a repetirse apenas ocho minutos después.
Otra vez el ruido, el corazón volvía a acelerarse y de nuevo todo empezaba a moverse a nuestro alrededor. «Joder, ¿qué es esto?», me pregunté entonces y casi sin tiempo para coger aire, descolgaba una llamada de la redacción que empezó con un «¿estás bien?» desde el otro lado del teléfono, al que respondí con un escueto «sí ¿y tú?», porque casi no se podía ni articular palabra. En la calle, los perros ladraban y la gente comenzaba a salir de sus casa. No era para menos. Si hacía diez minutos había sido un terremoto de IV grados de intensidad en la escala Richter y de 4,3 grados de magnitud con epicentro en Santa Fe –otra vez Santa Fe–, según el Instituto Geográfico Nacional (IGN), ahora había sido otro, de la misma intensidad y casi la misma magnitud (4,2 grados), con epicentro en Cúllar Vega, el que había comenzado a sembrar el pánico, ya no solo en el Área Metropolitana, sino en casi todos los puntos de la provincia.
Desde Loja, en el Poniente, hasta Salobreña, en la Costa, este segundo –aunque en realidad fue el tercero, pues unos minutos antes Santa Fe había registrado otro de 2,7 grados de magnitud a 5 kilómetros de profundidad– seísmo comenzó a hacer saltar todas las alarmas. Las redes sociales se habían inundado de fotos, vídeos y publicaciones, los grupos de Whatsapp echaban humo cuando, por tercera vez, todo volvía a repetirse. De nuevo Santa Fe, de V grados en la escala Richter y de 4 grados de magnitud. Otra vez esos crujidos que casi parecían clavarse como puñales dentro de uno, cuando solo habían pasado tres minutos del anterior.
Los perros seguían ladrando, se escuchaba a niños llorar, las persianas de casi todas las casas se habían levantado como si hubiera amanecido y la luz salía a través de unas ventanas tras las que no quedaba nadie. La noche se había convertido en día, el toque de queda había desaparecido y prácticamente Granada entera se había echado a la calle en pijama presa del pánico y el miedo cuando otra vez tres minutos más tarde, volvía a moverse todo. Cuarto terremoto sentido, quinto registrado en menos de 25 minutos, epicentro otra vez en Santa Fe, 3,2 grados de magnitud y de II-III en la escala Richter, intensidad que, al igual que el anterior, hacía que no hubiera comarca de la provincia que se quedase sin sentirlo –llegó incluso hasta Guadix–, mientras que también en Jaén, Córdoba o en zonas de Málaga notaron el temblor. Eran las once de la noche, se sentía un quinto temblor que casi se fundía con el cuarto (de V grados en la Richter y 3,5 de magnitud) y Granada acababa de vivir la peor media hora que se recuerda.
No había zona de la capital, ni de los municipios del Área Metropolitana que no estuviese llena de gente, hasta el punto de que las autoridades tuvieron que anular el toque de queda implantado para frenar el avance del coronavirus, mientras que el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, anunciaba que se declaraba el estado de preemergencia a consecuencia de los terremotos. No era para menos. En apenas una hora, entre las 22:35 y las 23:44 horas, 18 seísmos se sucedieron en el Área Metropolitana, 15 de ellos con epicentro en Santa Fe, dos en Atarfe y uno en Cúllar Vega.
«He cogido al niño y he salido de casa con lo puesto», comentaba María, vecina del Zaidín, aún asustada. «Se me ha hecho una grieta en la cornisa del salón», lamentaba Nacho, vecino del Centro. Mientras tanto, todas las autoridades trataban de hacer un llamamiento a la calma hasta el punto de que el propio presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se pronunció sobre lo ocurrido: «Me hago cargo de la preocupación de miles de personas. Es momento de mantener la serenidad y seguir las indicaciones de los servicios de emergencias. Confiemos en que pronto recuperen la normalidad», publicó en su perfil de Twitter.
Pero los llamamientos a la calma de poco servían en localidades como Santa Fe o Atarfe, las cuales de nuevo volvían a llevarse la peor parte. El miedo de los vecinos se dejaba entrever en las palabras de sus alcaldes, Manuel Alberto Gil y Pedro Martínez, respectivamente, que relataron cómo hubo quienes cogieron el coche y salieron hacia descampados, había gente asustada en los parque y avenidas y la intranquilidad lo había inundado todo. No era para menos. Desde el sábado han sido las zonas más damnificadas hasta el punto de que incluso en dos centros de Santa Fe se suspendieron las clases a principios de esta semana debido a los desperfectos. Estaba previsto que hoy todos los alumnos volviesen a la normalidad, pero de momento, quienes pudieron dormir esta noche lo hicieron con la incertidumbre de qué pasaría hoy.
Al filo de la medianoche los efectivos de Emergencias seguían cuantificando daños, mientras que la capital ya había activado el plan antisísmico y tenía activados a los bomberos de los parques Norte y Sur para posibles incidencias. «Y ahora… ¿Qué?», se preguntaba alguno de los que aún continuaban en la calle, dudando si volver o no a casa. Tras la media noche, el IGN seguía marcando nuevos temblores, estos cuasi inapreciables, que elevaban esos 18 a la veintena, con los que llegó el cierre de esta edición esperando, como todos, que la tierra nos de una tregua.