“El suelo de la Alhambra la protege de terremotos desde el siglo XIII”
Este ingeniero de Caminos e ingeniero geólogo experto en dinámica de suelos y seguridad en la construcción diagnostica las claves de los más de 1.000 seísmos de Granada en dos meses
fonso Herrera, de 46 años, es ingeniero de Caminos, ingeniero geólogo y antropólogo social formado en la Universidad de Granada y afincado en la ciudad nazarí. Especialista en Dinámica y Mecánica de Suelos y en Seguridad en Obras, y profesor colaborador externo de la Escuela de Ingeniería de Caminos de la Universidad de Granada, diagnostica las claves del enjambre sísmico que ha sufrido la capital y el área metropolitana granadina en los últimos dos meses.
PREGUNTA. Granada ha sufrido ya más de 1.150 terremotos desde diciembre. No es posible la predicción, solo la estadística de lo ocurrido anteriormente. ¿Por qué es imposible predecir la próxima actividad sísmica?
Hay estudios intentando relacionar terremotos con nubes no usuales, comportamientos de animales, agua subterránea, e incluso fases de la luna.
Casual o no, hubo luna llena el 30 de noviembre de 2020 y tuvimos el primer temblor perceptible, de 3.6, la noche del 2 al 3 de diciembre de 2020. La noche de los tres terremotos de magnitud superior a 4 (4.1, 4.2 y 4.4) fue la del 26 de enero, y dos días después el día 28, expirando la tarde, hubo otro de 4.4; esa noche había luna llena.
P. En el tiempo de una vida humana caben miles de acontecimientos atmosféricos, pero en geología es justo al contrario.
R. En efecto, un hecho geológico perceptible se da durante el tiempo que duran muchísimas generaciones, incluso más que la propia historia de la humanidad. De hecho, aunque se den casos que parezcan espontáneos, como un terremoto, no son así de inmediatos, porque se suele necesitar de una acumulación energética previa durante tiempo; puede no ocurrir en un lugar durante una o varias generaciones, a excepción de zonas muy sísmicas como puede ser el cinturón de fuego que envuelve a la placa Pacífica, donde encontramos los terremotos más numerosos y de mayor magnitud.
P. ¿Qué territorio se corresponde con la placa Pacífica?
R. Esa placa transcurre por Nueva Zelanda, Papúa-Nueva Guinea, Indonesia, Tailandia, Filipinas, Japón, el sur de Kamchatka y de Alaska, el este de América del Norte y del Sur, y toda Centroamérica. En mayo de 1960, se dio en Valdivia (Chile) el terremoto de mayor intensidad, 9.5 en la escala de magnitud del momento (MW), registrado instrumentalmente, donde fallecieron casi 2.000 personas y que hizo que el eje de la tierra se desplazase tres centímetros. Ese mismo año, solo tres meses antes, a finales de febrero, aconteció el terremoto de Agadir, en la costa de Marruecos. Con una intensidad mucho menor, 5.7, arrojó un balance de casi 15.000 fallecidos. En ambos lugares las construcciones eran muy básicas, pero la ciudad africana estaba mucho más poblada que toda el área sudamericana afectada.
P. ¿Por qué los terremotos en Granada se sitúan en una zona en concreto?
R. El tamaño de las fallas está relacionado con la cantidad de energía liberada. Podemos observar que los temblores de menor magnitud se están situando al este, ya sea NE, E o SE, de Santa Fe y Atarfe, donde encontramos fallas de longitudes normalmente inferiores a las que se encuentran al oeste (NW, W, SW) de ambos municipios, donde han ocurrido los fenómenos de mayor gradación. No obstante, todas son fallas relativamente pequeñas de no más de 20 o 25 kilómetros. En la provincia se encuentran fallas de mayor longitud en la zona de Baza y en la de Alhama de Granada, donde acaeció el conocido como “terremoto de Andalucía” el día de Navidad de 1884, con epicentro en Arenas del Rey y una magnitud estimada de entre 6.2 y 6.5 en la escala de Richter. Debido a la poca profundidad del hipocentro, se dieron unas aceleraciones sísmicas que, junto a la baja calidad de las construcciones de aquel momento, dejó un saldo de más de 1.000 víctimas mortales.
Esto no es como Japón, donde la frecuencia y la intensidad de los terremotos sentidos suelen ser mayores, pero está relativamente normalizado
P. ¿Ha habido psicosis con los terremotos?
R. La sociedad tiende a pensar en los terremotos con más muertos, con más magnitud, más catastróficos, más cercanos temporalmente y compara. Los que viven en edificios antiguos se preocupan porque su estructura puede no haber sido calculada con una normativa de sismorresistencia actual, o directamente porque no existía normativa previa. Los que viven en edificios más nuevos porque no saben si la constructora ejecutó la estructura tal y como se proyectó, y, como no ha habido sismos desde la construcción, la estructura no está probada.
P. Y cunde la sensación de incertidumbre.
R. Ante acontecimientos tan poco frecuentes como son los terremotos durante una vida humana, incluso en esta zona considerada sísmica, la falta de costumbre hace más notable el desasosiego. A esto se le une la imposibilidad de predicción, de control, el temor a la pérdida de la vida propia o de la familia, a la pérdida de la vivienda o de otro tipo de bienes materiales. Esto no es como Japón, donde la frecuencia y la intensidad con la que son sentidos son mucho mayores normalmente, pero las personas ya lo tienen relativamente normalizado.
P. El umbral de sufrimiento no es el mismo en todos los individuos.
R. Claro. La primera necesidad es buscar la sensación de seguridad. Tras un movimiento telúrico apreciado con cierta intensidad, aparece la alarma y todos los miedos que he comentado anteriormente, pero si, mientras los estás intentando racionalizar, se siente un segundo y un tercero, como en la noche del 26 de enero, gran parte de la sociedad deja de lado la racionalización y buscan, aunque sea, una falsa sensación de seguridad, saliendo a la calle, donde no haya nada sobre sus cabezas, hablando con vecinos, buscando en frases hechas y en Google explicaciones que compartir y que, a base de repetir, se dan por buenas. Por supuesto, en esos momentos aparecen también los pesimistas o los que corren bulos inquietantes, o premonitorios, que son más peligrosos que el propio terremoto, y que para no seguirles el juego no quiero reproducir.
P. Lo peor es salir a la calle.
R. Y lo peor no es eso. Se ignoró el toque de queda impuesto por la pandemia. Se podían observar aglomeraciones de personas en parques y descampados, pero también sobre los pequeños puentes que salvan el río Genil, donde veían los edificios a distancia, pero sin ser conscientes de que un puente con pequeñas barandillas no es el mejor lugar donde estar si se produce otro temblor. Igual pasaba cuando se masificaba el forjado superior de aparcamientos subterráneos.
R. Un amigo me comentaba que unos vecinos suyos confinados desde hacía varios días por positivo en covid-19 no vieron el momento para abandonar ese encierro, tras sentir los seísmos. No creo que fuesen los únicos. Si se dirigieron a una de las concentraciones vecinales en cualquier plaza, podríamos encontrar víctimas del terremoto, pero por contagio del virus. La segunda necesidad es la de tranquilizarse y para eso eligen varias vías: por un lado, ver que muchas personas están en la misma situación con la consiguiente aparición de un sentimiento de fraternidad. Por otro lado, está la información de lo que acaba de pasar en todo tipo de medios de comunicación inmediatos, y, por otro, encontrar en el boca a boca explicaciones más o menos veraces, y muchas metafísicas que, siendo ciertas o no, a base de ser repetidas, quedan como verídicas.
P. ¿Cuál es la tercera necesidad?
R. Informarse ‘a posteriori’, pero ya no con el boca a oreja, sino escuchando a los expertos analizar y dar consejos desde unas horas después. Cuidado también con los expertos, puesto que estos días hemos podido ver y oír a geólogos hablando de comportamientos de estructuras, a arquitectos e ingenieros haciéndolo sobre reacción y cultura social, y es que, por muy catedráticos que puedan ser, deben cuidar el no venirse arriba delante de un micrófono o no sentirse obligados a contestar sobre cuestiones que no son de su área competencial, puesto que suelen aportar poco intentando repetir generalidades que han captado, por los mismos canales de información que el resto de población, desde profesionales de otros ámbitos diferentes al propio.
P. En Granada se están sintiendo supuestos terremotos que en realidad no han ocurrido.
R. Yo incluso generalizaría, en Granada y en cualquier lugar donde se sufren este tipo de enjambres sísmicos. Escuchar expresiones como “he sentido algo, pero ya estoy en un punto donde no sé si me los imagino o si son de verdad” no es extraño. Un barco es una estructura que flota sobre agua, diseñado, entre otras cosas, para aguantar ondas en forma de olas de distinta intensidad. Las estructuras, ya sean edificios, o construcciones civiles, también están ejecutadas para soportar esas ondas que producen los movimientos sísmicos.
P. ¿Es lo mismo que ocurre en el mar con los barcos?
R. Hay barcos que ante un mar enloquecido terminan zozobrando. Pero de los miles de barcos que hay en este instante navegando por el mundo, ninguno se está hundiendo. De la misma manera, de los miles de terremotos de distintas magnitudes que hoy se han producido, segurísimamente, ninguno ha tirado una estructura. Con los terremotos en cadena sucede lo mismo. Volvemos al miedo como desencadenante. El ajuste del equilibrio durante los temblores es mucho más brusco y a veces traumático, puesto que la tan necesaria calma se disipa de forma exponencial según va durando el movimiento. Esto hace que en algunos momentos podamos percibir un vaivén, sea por una vibración del sofá ante nuestro propio movimiento sobre él o sea por nuestro propio sentido del equilibrio, y creemos que puede ser otro leve terremoto, aunque no haya acontecido ninguno.
El dueño de un bar de Granada notó cómo la sociedad asentada en la calle demandaba aquellas “tilas antiterremóticas”
P. En la anterior serie sísmica que se dio en la misma zona durante la primavera y el verano de 1979, muchísima gente pasaba días y noches fuera de sus casas.
R. Dentro de esa sensación personal de seguridad, conseguían una tranquilidad que hacía que dejasen de percibir esos pequeños movimientos imaginarios o debidos a causas distintas a movimientos sísmicos. La seguridad hay que buscarla de forma real, de forma imaginaria o de forma sociocultural. Alguien dijo en aquellos momentos que los terremotos más fuertes, de principios de agosto de 1979, se producían porque había un alcalde de izquierdas que ese año no había cumplido con la tradición de que el Ayuntamiento ofreciese una misa a la Virgen de las Angustias para proteger a la ciudad. Inmediatamente, el arzobispo se puso manos a la obra y celebraron esa eucaristía en la Basílica de la Virgen. Desde ese día, el dueño del bar San Juan del Zaidín notó como la sociedad asentada en la calle demandaba menos aquellas “tilas antiterremóticas” que él ofrecía tirando de buen humor.
P. ¿Cómo se evaluaba en aquel entonces la intensidad de los terremotos?
R. En esa época no había instrumentación para medir la magnitud de los seísmos en la zona. Sí que se utilizaba la escala de Mercalli modificada para evaluar la intensidad de los terremotos mediante la observación de efectos o daños en las estructuras. Esta escala va del I al XII. El mayor terremoto sentido en aquellos momentos fue de V-VI en esta escala, casualmente igual que los mayores sentidos en el actual enjambre, el del mediodía del 23 de enero y el último de los tres más grandes de la que se está conociendo como “noche de los terremotos” del 26 de enero, ambos de 4.4 de magnitud. El de la tarde-noche del día 28, también fue de 4.4, pero en la escala de Mercalli se ha datado como de intensidad V.
Las magnitudes pueden ser más o menos mayores, pero lo importante es la aceleración con la que avanzan las ondas y los terrenos por los que transcurren, que pueden ampliarlas o mitigarlas. Básicamente, tenemos ondas internas y de superficie. Las internas son las primarias, ondas P, y las secundarias, ondas S. No tienen mucho poder destructivo. Las de superficie, que tienen una velocidad de transmisión inferior, son las ondas Rayleigh y las ondas Love.
P. Los geólogos utlizan un mapa de peligrosidad sísmica para la inclusión de la sobrecarga por sismo en el cálculo de estructuras que distribuye los coeficientes de aceleración de ondas por la geografía.
R. En la zona de Granada, el coeficiente es de 0,24, el mayor de España, es decir, se calcula para una aceleración de 0,24 veces el valor de la gravedad. En alguno de los temblores sentidos en enero, se ha llegado a una aceleración de 0,20g m/s2. El problema en Lorca fue que la aceleración llegó a valores de casi el triple de los contemplados. No obstante, casi todos los edificios aguantaron bien aquel terremoto de 5.1 grados y solo tuvieron problemas algunos antiguos y otros con patologías. Es importante la homogeneidad en las construcciones, para que todas sus partes tengan la misma respuesta ante las solicitudes de esfuerzo por sismo. Los nueve fallecidos perdieron la vida principalmente al salir a la calle, debido al desprendimiento de cerramientos o elementos de fachadas. Actualmente, se está revisando el mapa de peligrosidad y parece que se va a incrementar a 0,25 el valor en Granada y también en zonas de Murcia. Algunos colegios profesionales están apremiando a los organismos públicos europeos y españoles, para actualizar la normativa incluyendo también los mejores métodos de prevención.
R. Creo que en la misma pregunta podemos encontrar la respuesta. La zona es especial. La Alhambra se encuentra enclavada en el Cerro de la Sabika, que encierra una formación geológica tan específica que es conocida como Conglomerado Alhambra o Formación Alhambra. Se trata de un conglomerado de menos de 200 metros de potencia, constituido por sedimentos detríticos gruesos y cantos heterométricos más o menos bien redondeados de rocas metamórficas. Es tan especial que incluso encierra oro. Los romanos explotaron una mina a cielo abierto que arrojaba un gramo de oro por cada dos metros cúbicos de terreno. El río Darro, que pasa por el pie de la colina, es un río aurífero y, no hace tanto, se podían encontrar bateadores de oro trabajando dentro del cauce.
P. La clave está entonces en el suelo del monumento.
R. Podríamos decir que el suelo de la Alhambra la protege de terremotos. La mejor evidencia del buen comportamiento ante el sismo de este terreno es que una construcción, principalmente realizada de tapial, como es el monumento más reconocido de España, no ha sufrido grandes desperfectos con ninguno de los fenómenos sísmicos ocurridos desde el inicio de su construcción tal y como la conocemos desde el siglo XIII. El tapial no se levantaba, ni mucho menos, con cálculos antisísmicos. Trabaja a compresión y resiste muy mal la tracción, por lo que no soporta bien las cargas horizontales como las que transmiten los terremotos.
En los muros de la Alhambra se pueden observar unos agujeros resultantes de la retirada de los listones que unen las planchas de madera del encofrado; son los mechinales, que pueden ayudar a la evacuación de la humedad de la estructura. También hay otro factor de importancia como es la respuesta homogénea de un conjunto estructural ante la llegada de las ondas sísmicas. Aunque el tapial no funcione bien a tracción, sí es relativamente homogéneo por tongadas horizontales. En algunas visitas al monumento, he escuchado a ciertos guías explicarles a turistas que “la Alhambra no se puede caer porque tiene un mecanismo antisísmico en sus columnas proporcionado por unas galletas de plomo que evitan las ondas”.
Aunque no de modo inmediato sí me preocupa una zona de la Alhambra: la muralla situada sobre el tajo de San Pedro
P. ¿No es cierto entonces?
R. Cuando he impartido seminarios a guías turísticos, si no sale el tema de ellos, lo introduzco yo, porque eso no es cierto contado así. Las “galletas” de plomo que podemos encontrar entre basa y fuste y entre fuste y capitel en columnas del Patio de los Leones y entre basa y fuste en el Patio del Palacio de Carlos V, se ponían para conseguir un mejor apoyo de los elementos estructurales, para “asentar las columnas” como se describe en los libros de cuentas de la construcción del palacio.
Es cierto que existen apoyos elastoméricos con núcleos de plomo que se utilizan para la protección de estructuras antisismo. En estos elementos, el plomo, gracias a su elasticidad molecular, absorbe cierta energía procedente del sismo, pero estos apoyos no serían efectivos si no contasen con el material elástico que, tras deformarse, recupera su forma original y que protege al núcleo plúmbeo de una deformación no recuperable. Todos sabemos que el plomo es flexible e inelástico, se aplasta de manera plástica, no elástica, es decir, cuando se deforma, no vuelve a su forma original. Lo mismo sucede en las columnas de la Alhambra cuando ese plomo desnudo se deforma, no recupera su geometría original. Ante sismos, buscamos un comportamiento elástico, no plástico. Este metal cumplió su función en el primer momento de puesta en obra, esto es mejorar el apoyo de los elementos de la columna, salvando cualquier irregularidad en el corte de estas y consiguiendo que sus elementos se acoplen perfectamente, manteniendo la verticalidad. En los muros de la Alhambra no hay plomo y, aún así, también siguen erguidos.
P. ¿Hay alguna otra zona peligrosa en la Alhambra?
R. Aunque no de modo inmediato, sí me preocupa la muralla situada sobre el tajo de San Pedro que, para quien no lo conozca, se puede observar perfectamente en la ladera que hay a la altura de la iglesia de San Pedro y San Pablo. Es un diedro de más de 60 metros de altura, que cercena la colina de La Alhambra y que va retrocediendo sin pausa. Queda actualmente a una distancia horizontal de poco más de 20 metros del complejo palaciego, habiendo constancia de que, a principios del siglo XVII, el borde quedaba aún a 60 metros de la fortificación.
Una pequeña falla constituye la cara oeste del diedro que define el tajo. Las crecidas puntuales del río Darro que transcurre por su base y la erosión están siendo los factores más reconocibles que activan el retroceso de la ladera en ese punto. También se producen fracturas por el régimen tectónico de extensión. Hay estudios que indican claramente que el retroceso medio horizontal del borde del diedro es de ocho centímetros anuales, pero la velocidad del proceso no es constante y puede ser acelerada por un terremoto importante.
P. ¿Qué solución hay?
R. Cuando exponía como ejemplo esta patología en mis clases de Dinámica de Suelos en la Escuela de Ingeniería de Caminos y de Mecánica de Suelos en el máster de Ingeniería Geológica, de la Universidad de Granada, notaba como mis alumnos se inquietaban. Aparecían preguntas sobre probabilidades, soluciones y plazos.
Se han propuesto muchas soluciones, pero aún no se ha optado por implementar ninguna. Unas se desechan por el impacto visual, otras por el impacto medioambiental, otras por motivos de ejecución, pero podemos aportar más soluciones. Las mejores vendrán de equipos multidisciplinares.
Los problemas para la configuración de estos equipos son diversos. Como es de esperar, aparecen los factores económicos y políticos, pero también los derivados del mundo universitario como la gestión de egos, la decisión de quién lidera el equipo, no siendo necesario un único líder, secretismos y ausencia de información compartida entre profesionales de distintas disciplinas y ámbitos público y privado, para que nadie interfiera aunque pudiese traer una buena solución bajo el brazo, pero, a veces, los investigadores públicos prefieren dinero bajo el brazo en lugar del empirismo, la experiencia del trabajo en la empresa. Conozco personalmente a algunos de los investigadores que han trabajado en la estabilización de este accidente, hemos departido y compartido y creo que, con la calidad profesional que existe, pronto se podrá alumbrar una buena solución.
P. ¿Están los edificios de Granada preparados para terremotos de mayor intensidad?
R. La respuesta puede ser monosilábica: sí. Como en todas las ciudades, en Granada hay edificios de varias tipologías y edades. Sin profundizar mucho, podemos distinguir dos grandes grupos según la composición de su estructura. Por una parte, podemos encontrar la estructura de obra de fábrica, que es aquella que se levanta con ladrillos o piedras ligados con algún tipo de mortero y, por otra parte, la estructura de hormigón armado, que es la que se ejecuta rellenando unos encofrados con acero y hormigón líquido que posteriormente fragua y adquiere sus características resistentes. El comportamiento ante el sismo es distinto en unas estructuras y en otras. Las estructuras de hormigón que en Granada se vienen ejecutando desde los años 60 del siglo XX dan una respuesta más elástica y, por tanto, con más posibilidades de recuperación tras el paso del terremoto.
P. Lo importante es saber qué sitios son los más seguros para refugiarnos cuando llega un temblor de tierra.
R. En las estructuras de obra de fábrica el mejor lugar está en el interior de un vano de un muro de carga, es decir, en el hueco de una puerta de una de las paredes gruesas; ahí, sobre nuestra cabeza, tendremos un arco resistente del material del que esté ejecutado o directamente vigas de carga. En las estructuras de hormigón, el mejor lugar será bajo un vano contiguo a un pilar, o en un rincón donde tengamos ese elemento estructural. Debemos evitar estar bajo falsos techos o techos desmontables.