«Habrá más olas porque las mutaciones del virus nos preocupan cada vez más»: un médico tras un año de pandemia

Luis Cabezudo ha asegurado que «el ambiente en general es raro» y ha dado a conocer la respuesta de una compañera ante el temor que sentía él por ver a sus padres: «Me dijo que tenía miedo por sus hijos, porque se quedaran sin madre»

Luis Cabezudo (Gijón, 1990) es residente de último año en medicina interna en un hospital de Castilla y León. Sin embargo, sus últimos 365 días han estado centrados en COVID-19. Salvo contadas ocasiones, el coronavirus lo ha copado todo. «Quedan fuerzas, pero es verdad que van flaqueando un poco», ha reconocido en una entrevista en SER Gijón. A sus 30 años, el pasado 23 de enero le tocó elegir entre dos pacientes. Solo había una máquina de alto fujo y hubo que decidir.

«En ese momento uno no es muy consciente. Lo que sí sabemos es que tenemos unos recursos limitados, sería idílico pensar que son ilimitados porque no es verdad. Cuando uno tiene que enfrentarse a la situación de decidir cual de los dos pacientes puede aprovechar más este recurso, quien tiene más probabilidades de ir mejor; nos reunimos un grupo de médicos. Se ponen encima de la mesa las características y se estudia. Es un momento en el que uno no se da cuenta hasta que llama a las familias y se lo tiene que explicar. Esa parte, cuando estamos en frío, pesa porque no es agradable», ha explicado.

Agobio personal

Para este médico gijonés, las familias deben hacerse dos preguntas: el cuanto y el como. «El cuanto nunca lo sabemos, cuanto durará; pero si podemos garantizar, y de eso nos tenemos que encargar nosotros, el cómo; que este lo mejor posible y eso creo que durante toda la pandemia ha sido la máxima de todos los médicos. El que muere tiene que tener un como tan bueno como el que sale adelante». La clave es que, si esto se maneja bien, «las familias, en general lo entienden. Uno nunca está preparado para perder a un familiar aunque sea ley de vida. Así es como se debe afrontar la situación, con una buena información y comunicación que, quizás ahora, es mas fría porque es por teléfono», ha lamentado.

Las fuerzas flaquean en la sociedad y también en el personal sanitario. Muchos meses que han implicado un gran desgaste físico, pero sobre todo psicológico y emocional. «Todos los días cae algún compañero que le entra el bajón porque te acuerdas de pacientes que perdiste. Somos varios los que llevamos una temporada en la que no dormimos bien porque incluso tienes un agobio personal», ha explicado.

En este punto de la conversación, Luis compara la situación de enfermos de COVID-19 con los viajes en coche. «Nosotros vemos el pico del iceberg. Los que estamos dedicados desde hace un año solo a COVID-19 vemos mucha gente que va bien, pero mucha que va mal y te acuerdas de los últimos. Al final es como si coges el coche todos los días para ir a al trabajo. No te fijas en los vehículos que te vas cruzando pero si hay uno incendiado, de ese no te olvidas. Tenemos un sesgo nuestro personal que hace que si ves una persona que ha nacido el mismo año que tu padre, tu madre o tus abuelos, te fijes más. Eso te lleva a un agobio personal, incluso cada uno con su familia».

Las jornadas dan para mucho. También para pensar en los que esperan en casa de un profesional sanitario. «Un día en una guardia le decía a una compañera que tenía miedo de ver a mis padres y su respuesta, que me impactó bastante, fue que tenía miedo por sus hijos, porque se quedaran sin madre. Me chocó bastante porque pensaba que no es ley de vida y también puede pasar. Llevamos una temporada que, en general, el ambiente es raro», ha recordado.

Culpas y olas

A la hora de buscar a los responsables de la situación que vive el país, lo tiene claro. «Es culpa de todos. Al final no podemos decir que los políticos lo han hecho fatal porque algunos lo habrán hecho bien, pero si podemos decir que ha habido falta de previsión», ha apuntado. En su argumento, ha señalado que «esto no iban a ser unos casos como se dijo. La realidad es que ha sobrepasado cualquier expectativa tanto a ellos como a nosotros. La primera ola nos pilló desprevenidos a todos, la segunda ola nos dio de margen un verano para prepararnos y en muchos sitios la preparación fue nula y la tercera ha sido el colmo porque ¿podemos culpar solo a los políticos de esta? Cada uno es muy responsable». 

Antes de la pandemia, Luis trataba de no perderse ningún festival de música siempre que las guardias se lo permitiesen. También era un amante de la nieve. Todo eso ha desaparecido, como en muchos casos. Para el médico no se puede vigilar a cada persona, aunque considera que «hay un grupo de gente que cumple muy bien las normas, otros creen que no va con ellos. El problema no es si una persona de 20-30 años se infecta, seguramente no le pase nada. No voy a ver al de 20 en el hospital, pero seguramente viva con sus padres y a alguno lo vera en la UCI e irá con sus abuelos que no serán candidatos por toda la patología que tienen de base. Esa expansión del virus que se hace es culpa de cada uno, es responsabilidad perosnal tomar las medidas y acatar las leyes», ha insistido.

La experiencia de lo visto y lo vivido lleva al asturiano a decir que «si pusiera la ley sería mucho más estricto. A lo mejor el juez del País Vasco no es nada estricto porque lleva teletrabajando desde marzo. Poder salir a tomarse unas caña con sus amigos cuando termina le vendrá muy bien. A lo mejor mis leyes no serían las mejores, pero el cumplimiento que él propone para mi tampoco es el mejor. ¿Quién tiene razón? Para los hosteleros seguramente él. Cuando alguno tenga un brote en su bar ya le atenderemos los médicos». La explicación sobre algunos de los que no se contagian responde, según su opinión, a que «hacen una vida prácticamente monacal ¿Que su vida puede ser un rollo? Pues si, pero es vida. Hay que gente que no la tiene porque no ha llegado por culpa del virus».

¿Habrás más olas? El profesional sanitario contesta afirmativamente porque «las mutaciones del virus nos preocupa cada vez más. Ojalá estuviésemos ante la última ola pero con una vacunación que no ha llegado a un porcentaje de población deseado, por lo menos 70-80% para tener inmunidad de grupo…». Luis concluye la conversación apuntando que habrá cuarta ola pero recordando que «la altura dependerá de la responsabilidad social de cada uno.»

 
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