Un millón de Nassims nacidos en el exilio sirio
Labiba, que llegó a este campamento cuando solo tenía 12 años, acaba de dar a luz a Nassim en un campamento donde 25.000 de sus 36.000 habitantes tienen menos de 16 años.
Cuando se cumplen hoy 10 años del inicio de la guerra civil en Siria, en campos de refugiados como el de Azraq, en el norte de Jordania, nacen cada mes entre 150 y 200 nuevos hijos del éxodo. Hay toda una generación de niños de la guerra, en esta década, otros 5 millones han nacido dentro de Siria.
Hay toda una generación de niños de la guerra, en esta década, otros 5 millones han nacido dentro de Siria
Nassim tiene solo 10 horas de vida cuando lo encontramos en la maternidad de un hospital habilitado en contenedores prefabricados, en el campo de refugiados de Azraq, en medio del desierto jordano. Llora a todo pulmón al sentir las manos de la enfermera que lo coge de los brazos de su mamá primeriza, Labiba, de solo 17 años, y que tras llegar aquí hace 5, como una niña refugiada más, se ha convertido ahora en una de las numerosas madres del campo. Como este pequeño, con una mata de pelo impresionante para ser un bebé, aquí nacen de media entre 150 y 200 niños cada mes según datos de UNICEF.
Labiba nos explica que Nassim ha pesado 2 kilos 800 gramos al nacer, y que está «muy feliz porque el parto ha salido muy bien». Ella es de Homs, llegó hasta aquí siendo una niña de 12 años y sonríe al decir que «nunca» se imaginó convertirse en madre en el exilio.
Al lado de la cama de la maternidad le acompaña su suegra Nadia, que explica que Labiba se ha casado con un familiar que vive cerca en el campo. La mamá solo espera que el pequeño Nassim crezca en un hogar adecuado, no como ella, «yo deseo lo mejor para mi bebé, que crezca en un lugar más agradable al que yo he crecido, que no sea en este lugar«, dice Labiba. Espera que algún día puedan dejar el campo de refugiados y volver a su tierra natal, Siria.
El reto de nacer y sobrevivir en este contexto podría ser una manera de resumir una década de guerra, pero también hay otros prismas. Datos que lo remueven todo. Cada 8 horas muere un niño sirio por el conflicto que continúa en ese país. Casi 12.000 de los 400.000 muertos de esta década son niños, según UNICEF.
Hoy se cumplen justo 10 años, desde que aquel 15 de marzo de 2011 cuando las manifestaciones en las calles de Deraa reprimidas por el régimen encendieron la mecha de una guerra civil, que tiene una enorme onda expansiva en todo oriente próximo, o que algunos han usado para azuzar el miedo a los refugiados en Europa, un mensaje avivado por los grupos de ultraderecha en el viejo continente. Lo cierto es que la población dentro del territorio se enfrenta hoy a una crisis humanitaria que afecta a 14 millones de personas. En los países del entorno siguen más de 5 millones de refugiados. Pero se habla menos del reto de garantizar la supervivencia de los que siguen naciendo, de la generación de niños de la guerra, de los que muchos llegan en el exilio.
Un millón de pequeños sirios han nacido en los países que acogen a sus padres
Nassim, recién nacido en uno de los campos de refugiados cerca de la frontera con Siria forma parte ya del millón de niños sirios que ha nacido en los países vecinos como Jordania. En esta década otros 5 millones de niños han nacido dentro de Siria, pero, venir a este mundo en un lugar como Azraq, ese campo de refugiados en medio de la nada, supone toda una prueba de supervivencia.
Bassma, una veterana matrona con más de 30 años de experiencia, que ahora supervisa este hospital nos enseña la pantalla digital donde se registra al momento el número de nacimientos. Detalla que las madres que aquí dan a luz tienen de media entre 20 y 40 años y que han llegado a récords de 15 nacimientos en 24 horas, pero que media pueden llegar a 120-150 partos al mes.
«Esta pantalla ofrece las cifras de los nacimientos desde que abrimos a la actualidad, trabajamos 24 horas. Hemos asistido a 6.517 nacimientos desde que existe el campo y solo en 2021 son ya 165» explica en la puerta del paritorio Ahmed Ghoool, el director del hospital del campo de Azraq, situado a unos 75 kilómetros de Amman, en ese desértico entorno, en el que viven en la actualidad más de 37.000 refugiados sirios , de los que dos tercios son niños, unos 25.000.
Sus madres, como Kafa, cuentan historias que resumen muy bien todo lo que les ha pasado en esta década de guerra. Esta mamá de 29 años acaba de dar a luz a Hiba, que duerme en una cuna de hierro, «está muy bien a pesar de bastantes complicaciones en el parto hace solo 19 días» dice aliviada.
Recuerda que en su primer embarazo fue todo más fácil porque tuvo buena asistencia médica en Siria. Lo compara con haber dado a luz a sus otros dos hijos en el hospital de este campo de refugiados, «psicológicamente ha sido muy diferente». En esta década de guerra a Kafa le ha dado tiempo de ser madre por primera vez, justo al estallar el conflicto (su hija mayor acaba de cumplir 10 años) y de volver a ser madre otras dos veces más. Está muy agradecida a los médicos por salvarla a ella y a Hiba en un parto muy largo.
«Todo ha cambiado en estos 10 años. Mi hija mayor nació en el inicio del conflicto en mi país. Ahora Hiba ha venido al mundo en este campo de refugiados, la diferencia es que hoy estoy contenta porque mi hija ha nacido en un lugar seguro donde su vida no corre peligro y donde pueden estudiar. La pena es que ahora están los colegios cerrados por el COVID. Vivimos lo peor de la guerra y por eso huimos hasta aquí para dar un futuro a nuestros hijos, es nuestra esperanza” dice Kafa, que procede del noreste de Siria.
Esta superviviente detalla que la guerra acabó con la vida de su padre y de muchos familiares y allegados, que «las bombas acabaron con todo», incluida su casa. Sueña con volver a Siria para que sus hijos conozcan sus orígenes. Llegó al campo de Azraq en 2016, ahora con 3 pequeños, mirando a la cuna de hierro rústico en la que duerme Hiba, dice que esta caseta de campaña de chapa y madera se ha convertido en «un verdadero hogar, a pesar de todo».
Cartilla de vacunación inmediatamente al día
Por unos pasillos llenos de niños muy pequeños jugando por el suelo accedemos al moderno centro de vacunación donde hoy estrena su cartilla el pequeño Mustafá, nacido el 28 de febrero. Con el pinchazo de la jeringuilla se escucha por primera vez a este sirio de solo dos semanas de vida, que pesa 2 kilos 800 gramos como nos muestra en su documentación la doctora que le acaba de vacunar, es el séptimo hijo de Hayat, una mamá de solo 36 años, «estamos bien gracias a dios, aquí, en este campo de refugiados han nacido 3 de mis 7 hijos. La vida en el campamento ahora mismo es mejor que en mí país, pero claro que me gustaría volver cuando se den las garantías de seguridad, sin embargo, ahora mismo es imposible», dice esta madre, cuya hija mayor tiene 15 años. Una familia extensa que lleva aquí 5 años, «la vida es muy diferente a la que tenía hace poco más de una década antes del estallido de la guerra en mi país».
«Quiero una vida en paz para mis hijos y que crezcan en un territorio seguro, ojalá, Siria, vuelva a serlo algún día, porque ningún refugiado lo es por gusto, queremos ser felices en nuestros países» nos dice para despedirse y volver a su caseta de campaña, el lugar donde están a salvo y donde sus hijos crecen a pesar de las enormes dificultades.
Educación y nutrición
Casi 11 mil niños acuden a los distintos colegios habilitados en contenedores prefabricados en este campamento y 1000 tienen acceso a una guardería, también apoyada por la agencia de la ONU para la infancia. Además de la educación, otra de las prioridades de UNICEF es controlar el nivel nutricional de la población infantil, según el responsable de salud en el campo, Qusai Harahsheh, donde ahora mismo tienen detectados 25 casos de desnutrición aguda, el estadio más peligroso que hace que sus vidas estén en peligro, y que hay otros 45 niños con malnutrición moderada. El seguimiento en el amo, incluida la medición del perímetro braquial de los pequeños lo hace un equipo de una veintena de voluntarios formados por Unicef.
La irrupción del COVID ha cambiado radicalmente también la vida en el campo de refugiados, «en total tenemos 631 casos confirmados de COVID en el campo de Asraq, ahora 11 activos confirmados y en aislamiento», explica Harahsheh, y solo se han registrado 2 muertes desde el inicio de la pandemia. Aquí se toman las muestra de PCR o antígenos y se derivan al ministerio de salud jordano, dice el director del hospital, que «en términos de COVID el gobierno trata a todos por igual, nacionales y refugiados, de hecho aquí se está vacunando también a los refugiados más mayores, siendo el primer país del mundo que vacuna también a los refugiados que acoge», señala orgulloso. Espera que en las próximas semanas se va a vacunar a unos vacune a unos 1000 mayores porque van a abrir un centro de vacunación en el propio hospital que ayudará a acelerar la inmunización.
«Hemos pasado de 13 mil refugiados en 2014 a más de 36000 ahora, esto ha supuesto todo un reto para nosotros, se han producido muchos cambios en el sistema de salud del campo. Es el único hospital aquí, tenemos otros cuatro centros de salud y el otro hospital más cercano está a una hora y media en coche, por eso solo derivamos los casos más complicados», detalla Ghool.
Nacidos como Nassim en campos como este, otros muchos dentro del territorio sirio, algunos en suelo europeo o americano, toda una generación de niños de la guerra que probablemente cumplirán muchos años hasta que puedan ver un cambio importante en la tierra natal de sus padres.