Antonio Luis Gallardo Medina: «Recuerdos de una vega»
Algo está pasando en esta sociedad que se ha olvidado del campo, de la tierra y de ese viejo oficio que a todos nos da de comer. Desde hace años, ni Gobiernos, ni administraciones se interesan por nuestra querida tierra; ya apenas se cultiva, pues ni siquiera se cubren gastos, todo lo que se cultiva a cielo abierto y fuera de invernaderos es una ruina.
Algo ha pasado, sí para que una tierra tan fértil como la nuestra se esté quedando hecha un erial y se me rompe el alma ver la cantidad de tierras abandonadas, pues en esa cadena que comienza en la tierra, todos ganan menos el pobre labrador.
Solo basta echar la mirada atrás para ver una inmensa vega verde a rebosar de caña de azúcar y terrenos cultivados en su totalidad, pues no había ni un solo marjal o porción de tierra que no se utilizara para poder sembrar. Las fábricas, sí fábricas en plural, pues teníamos tres funcionaban a pleno rendimiento y daban vida y trabajo a mucha gente del pueblo, más todos los forasteros que se desplazaban durante la época de campaña.
Gran alegría ver desde el puente del río como humeaban las chimeneas de las fabricas moliendo a pleno rendimiento, mientras los acarretos y camiones transportaban la caña de azúcar. Después venían épocas de maíz y habichuelas, así como pimientos, tomates, berenjenas, etc. hasta llegar al mes de octubre en donde todo el pueblo se volcaba en la siembra de patatas.
Había más vida en los campos, veredas y cultivos que en el centro del pueblo, una delicia pasear por esos caminos y lavar un tomate recién cogido de la mata, lavarlos en un balate y comerlo en pleno campo. ¡Ay qué sabor más rico, esa caña de azúcar cortada o cogida del haz que llevaba el burro y chupada en pleno camino, sabía a gloria bendita!
Por desidia, abandono y falta de rentabilidad, fueron dejándose de cultivar, las subvenciones ya ni siquiera cubrían gastos y el azúcar era más barato traerlo de Puerto Rico o Cuba que de Salobreña. Nadie se preocupó de montar una infraestructura que hiciera posible cultivar, recolectar y envasar todos los productos que podíamos cultivar en esta bendita tierra.
Nunca funcionó el tejido cooperativo que sí funcionaba en otros lugares y el individualismo y egoísmo de los distintos políticos, fuesen del color que fuesen, hicieron que esto se fuese al carajo y ya solo sea recuerdos de viejo. ¿Qué va a ser de los pueblos que abandonan su campo y su ganadería?