«EL ANDARÍN DE COLOMERA» por Andrés Cárdenas
Un personaje entrañable en el ambiente provinciano de mediados del siglo pasado era un hombre bajito y con estrabismo que tenía como costumbre venir andando desde Colomera a Granada a tomar al café Suizo.
Andar era lo suyo. Si su cuerpo hubiera tenido incorporado un podómetro como los móviles de hoy, se tendría constancia de que era el hombre que más pasos daba en Granada. Se llamaba Diego Varela Romero, pero todo el mundo lo conocía como ‘El andarín de Colomera’. Los que aún quedan vivos que lo recuerdan, dicen que más que andar lo que practicaba era un trotecillo regular y permanente que solo dejaba cuando llegaba a su destino.
.También dicen que era un hombre muy inteligente, pero con esa pizca de locura que hace a los portadores de la misma unas personas singulares. Por lo pronto, con 19 años se licenció en Derecho, según tiene escrito M. Rodríguez Alarcón. A esa edad se preparó unas oposiciones para un puesto en la Administración de Justicia en Madrid y allá se fue para el concurso. Sacó el número dos de casi tres centenares de opositores que se habían presentado. Cuando bien podía haber elegido la plaza que él hubiera querido, se envolvió en una polémica que le dio más que nada los sinsabores propios de una frustración.
Él decía que se merecía el primer puesto porque el mismo se lo habían dado al hijo de un ministro que iba enchufado. En protesta, se vino desde la capital de España a Colomera andando. Recién terminada la guerra civil le escribió a Franco una carta en la que le conminaba al dictador que dejara paso a la democracia, que olvidara que había ganado una guerra y les diera el poder a los civiles. Sería exagerado decir que la misiva le hubiera costado una puesta en escena delante de un pelotón de fusilamiento, pero sí que el Régimen le tomó la ojeriza precisa como para putearlo y mandarlo a ejercer de secretario a la Audiencia de Bilbao.
Me cuenta Santiago Martínez, hermano mayor de la Cofradía de la Virgen de la Cabeza en Colomera, que la cosa no fue a mayores gracias a que intervino ante el mismo Franco el general Romero, que era primo del andarín y que ante el dictador dejó claro que la carta de su familiar no había sido más que el producto de alguien que no estaba en sus cabales. “Así lo salvó el primo”, dice Santiago.
Cuando fue destinado a Moclín, todos los días iba y venía a Colomera andando: casi 25 kilómetros entre ida y vuelta y campo a través. No se le conocía otro sistema de desplazamiento de un lado a otro que no fuera el que le proporcionaban sus pies. Hasta que un día fue atropellado cuando estaba llegando a Santa Fe por un motorista que después de dejarlo baldado fue a estrellarse contra un árbol. La moto quedó para el arrastre mientras que a él no le pasó gran cosa, lo que hizo decir al andarín que “una vez más el hombre ha derrotado a la máquina”.
Hay quien lo pone como un precursor del parapente, que en su época aún no había sido inventado. Cuentan que un día se fue a la Peña del Búho con dos paraguas resistentes dispuesto a demostrar que se podía llegar abajo sin sufrir otro percance que una simple caída. Un amigo suyo que lo vio marchar hacia el tajo le quitó la idea. Pero él insistía que aprovechando las corrientes de aire cálido se podía bajar con los paraguas abiertos. También lo consideran el salvador el archivo del registro civil de Colomera que quisieron quemar los milicianos. Y hubo un vecino que le dedicó un poema en una de sus estrofas decía: “Cuando no se conocía/por aquí el atletismo/en Colomera existía/un señor que cada día/competía con sí mismo”
Diego Varela murió en Peligros en 1979, con casi 92 años. Dicen que en torno al árbol de su patio se había marcado una senda profunda de tanto caminar por ella. Hace unos días estuve hablando con Puri Varela, su nieta. Me cuenta que todo lo que yo he contado lo ha oído contar ella -aquí la redundancia está justificada- a los que eran sus mayores cuando era niña. Me dice que ahora le da rabia no haber conocido mejor a su abuelo, pero ella aún tenía pocos años cuando él iba de un lado para otro forjando una leyenda. El andarín estuvo casado con Concepción Villegas y tuvo cinco hijos. “Mi abuelo era una persona inteligente, culta y encantadora, pero tenía esas rarezas que lo hacían diferente. Estoy convencida de que si hubiese sido atleta hubiera ganado muchas veces los cuarenta kilómetros marcha. ¿No cree?”.
Y yo me lo creo. Vaya si me lo creo.
Andrés Cárdenas.