24 noviembre 2024

José Guardia lleva un año repartiendo comida en su casa de Albolote a los perjudicados económicamente por la pandemia.Ha creado una asociación que lleva su nombre y que gestiona con solo la ayuda de su esposa

Este hombre padece solidaritis aguda. Le abres en canal y solo encuentras buenas intenciones. Es genético. Lo ha heredado de su madre Lola, que hacía pucheros muy grandes para darle de comer a todos aquellas necesitados que pasaban por su casa del Albaicín. «Todos los pobres del barrio sabían que en mi casa había un plato de comida», dice. Él se llama José Guardia, ha creado una oenegé para él solo y todos los jueves y viernes reparte en la cochera de su vivienda de Albolote alimentos para personas a las que el Covid les ha hecho un roto en sus vidas.

El día en que voy a verlo le está dando alimentos a Marcela, que es de Pereira, la ciudad más cafetera de Colombia. Marcela lleva dos años y medio en Granada. Vive con su marido y sus dos hijos. Tras el barbijo, se le adivina su sonrisa abierta de berraquera. Sus bellos ojos negros hacen juego con la mascarilla del mismo color. Ella estaba trabajando en la hostelería, pero la pandemia le ha dejado en dique seco y sus hijos, en edad de crecer, comen más que un sabañón. Por eso necesita de la intervención de Pepe, que le da macarrones, que le da pollo, que le da jamón, que le da leche fresca y que le da leche en polvo para hacer minisigüi. También le da verduras frescas del día, menos apio, que en casa de Marcela no lo utilizan. Al despedirse de nosotros, Marcela parece buscar una respuesta en nuestros ojos extranjeros: «Saldremos de esta, ¿no creen?»

La cochera de Pepe está hasta arriba de alimentos. Dice que está intentando que el Ayuntamiento de Albolote le ceda un espacio más grande, pero le han dicho algo así como que espere, que la están peinando. Es como el camarote de los hermanos Marx, pero con alimentos. Así que se tiene que apañar con lo que tiene. Allí hay que entrar de canto porque casi todo el espacio se lo ha comido los palés con los productos que reparte. El coche, por supuesto, duerme en la calle.

Después de Marcela, Pepe Guardia atiende a Bachir. Bachir procede del campo de refugiados saharauis de Dajla, pero lleva veintiún años en España. La pandemia también lo ha dejado en el paro y con una familia a la que atender. Bachir está guardando el ramadán y no puede comer mientras haya claros en el día. Coge todo lo que se le ofrece, menos el trozo de jamón que le pone Pepe encima de la mesa.

–¡Jalufo no! –exclama Bachir

Y nos reímos los tres con la broma.

–Ha dado la casualidad de que los dos que han venido hasta ahora son inmigrantes, pero el noventa por ciento de las personas que atiendo son de aquí, de Granada –dice Pepe.

Profesor en los maristas

Pepe sabe lo que es trabajar para los demás. Estuvo 42 años dando clases en Los Maristas de Granada y ha estado siete veces en países africanos practicando lo que él mejor sabe: ayudar a los desfavorecidos. Ha trabajado con varias asociaciones humanitarias, pero al final, desde hace un año, atiende solo a la que él ha puesto en marcha con su esposa Adelina. Prefiere hacerlo así porque dice que ha estado en algunas en las que no todo lo que ha visto está claro. La oenegé que ha creado se llama ‘Asociación José Guardia. Necesidades sin fronteras’. Eso pone en su camiseta.

José está desde las diez de la mañana repartiendo comida. A él le llega del Banco de Alimentos y de colaboradores particulares que conoce y que le dan productos para que los reparta entre los necesitados. Hay empresas que le hacen más llevadera su tarea al aportarle pollos, leche o productos de la huerta como tomates, pepinos o calabacines. Me cuenta que en los dos días a la semana reparte casi mil kilos de alimentos, de los que se benefician casi 40 familias. Unas ciento cincuenta personas.

–A veces practico el trueque. Si a mí me dan mucha carne y veo que me va a sobrar, se la doy a otras oenegés y ellas me dan a mi otras cosas.

Pero es que además de comida, Pepe Guardia les da conversación y se interesa por la situación de cada familia. E incluso les da recetas de cómo cocinar las lentejas o las alubias. Para evitar las colas o que haya más de un solicitante esperando, los cita a una hora determinada. Después de darle los alimentos les piden que firmen en un papel y les hace una foto con la comida recibida. Su esposa Adelina, que ha trabajado de administrativa en el SAS, pasa los datos a un estadillo que luego envía a todos los colaboradores. Todo ello, con el fin de darle transparencia a su labor.

Le pregunto a Pepe si hay personas a las que no les hace falta y que van a aprovecharse de la situación. Me dice que sí, que siempre hay caraduras, pero que no es lo corriente.

–La mayoría de los que vienen es porque lo necesitan. Muchos, cuando encuentran trabajo, dejan de venir. De vez en cuando surge alguna persona que sigue viniendo a por comida a pesar de que ya tiene ingresos en su casa, pero son casos excepcionales.

En la camiseta color butano de Pepe, en la parte de atrás, hay un lema que dice «La persona importante eres tú». Y es que él no desea protagonismos inútiles porque cree que son innecesarios en este tipo de actividad.

–Esto no es caridad, es solidaridad pura. Mucha gente viene más ávida de cariño que de alimentos. Ojalá un día todas las oenegés del mundo desaparezcan, sería la señal de que se habían acabado las necesidades en el mundo –dice Pepe.

FOTO: José Guardia, en su cochera A. C.

https://www.granadahoy.com/area_metropolitana/cochera-solidaria-Granada_0_1566745638.html