¿Cuántas veces se puede reciclar algo?
Hasta cinco vidas puede tener el plástico, según su composición, y doce el papel. El futuro pasa por maximizar la reutilización de la basura
Hace dos décadas que se puso en marcha el proceso de segregación y reutilización de desechos de todo tipo. «Es un intento de actuar como la propia naturaleza y ser más respetuosos con el medio ambiente», explica Nieves Rey, portavoz de Ecoembes, organización sin ánimo de lucro que reúne a numerosas distribuidoras de materias primas y envasado. «La implicación ciudadana ha ido en aumento, sobre todo en los últimos años gracias a la concienciación en torno al cambio climático y el discurso de Greta Thunberg, y esto repercute en el estímulo de la innovación, el beneficio económico y la creación de empleo verde», valora.
El círculo virtuoso sería la panacea, pero tal objetivo parece complicado. Reducir al máximo la extracción de materias primas y maximizar el reciclado implica costosos elementos técnicos y, además, los resultados difieren en función de los materiales. Algunos plantean ese hipotético proceso indefinido. El tratamiento del vidrio reciclado ahorra un 26% de energía frente al nuevo, y el aluminio de segunda generación goza de elevado nivel de pureza y se obtiene de la fundición de latas, aerosoles y productos de embalaje. Los plásticos no lo ponen tan fácil. «Las bolsas son más complejas de reciclar si tienen poco material, el denominado polietileno de baja densidad, y están contaminadas con tintas», apunta Josep Ribes, doctor en Ingeniería Química y profesor en la Universidad de Valencia. «Además, son muy sensibles a las condiciones ambientales, sobre todo a la radiación solar».
Las botellas de agua son otro caballo de batalla, o, tal vez, todo un ejército, ya que en este país se comercializan diariamente 10 millones de estos envases. Menos del 50% se reutiliza, aunque su recuperación permite diversos empleos, incluso en el ámbito de la moda.
El tetrabrik es otro producto también complejo, ya que está formado por capas pegadas de plástico, cartón y aluminio, pero, aquí, la imaginación ha sabido encontrar múltiples provechos a su dureza y maleabilidad. El tratamiento convierte los desechos en láminas de similar resistencia a la de la madera y que acaban formando parte de bancos en parques infantiles o generando losetas para el techo de oficinas.
El ahorro de árboles y agua que implica la reutilización del papel lo hace muy valioso, aunque, hasta hace pocos años, este beneficio no resultaba económicamente productivo. «Antes, el reciclado era más caro que el normal porque existía demanda de una población concienciada que lo demandaba y que, sin embargo, no se recogía el usado y había que importarlo», explica Ribes.
El tratamiento de los vertidos industriales ejemplifica ese cambio de hábitos derivado de la influencia ecologista. La generación del ‘baby boom’ creció y maduró en las últimas décadas el siglo XX cruzando puentes sobre aguas turbulentas que mudaban su color súbitamente o se convertían en densa espuma que colmaba las orillas. «Actualmente, la legislación es más dura y las industrias, más proactivas, no solo evitan esos derrames, sino que recuperan los disolventes, muy caros, que antes acababan en los cauces», apunta el experto. La función ‘policial’ la ejercen las compañías de seguros con las que contratan pólizas para afrontar posibles desastres medioambientales.
Las previsibles 21 millones de toneladas de residuos que se habrán tratado este año suponen un aumento del 1.5% anual, pero sus responsables aspiran a crecer incluso incentivando al ciudadano. El sistema de recompensas Reciclos, impulsado por Ecoembes, se halla en fase piloto en poblaciones de Cataluña, Baleares y La Rioja, y propone premios como descuentos para el uso del transporte público o donaciones para ONG mediante un programa de lectura de códigos QR implantados en el envase y el contenedor respectivo. «No nos podemos confiar», admite Rey. «Se ha evolucionado mucho, pero este camino sigue en su doble vertiente, hay que reducir el consumo de materias primas y reutilizarlas tanto como podamos. Tenemos que generar menos basura», insiste.
Los tejidos constituyen uno de los problemas más acuciantes para el reciclaje nacional. «Hay que implementar medidas para que los productores asuman la recogida de estos desechos», arguye Rey. Pero las soluciones no son fáciles. Los españoles nos deshacemos cada año de un millón de toneladas en prendas y faltan medios para tratar este enorme volumen. En torno a un 90% acaba en el vertedero.
La División de Reciclaje de Textiles, creada el pasado mes de febrero tras el acuerdo de varias organizaciones, pretende asumir el compromiso de recuperar estos productos. Ahora bien, no se trata solo de una cuestión de logística, sino de calidad. La moda de usar y tirar, fabricada con estándares muy bajos, dificulta la confección de nuevas hilaturas a partir de las prendas descartadas. Tampoco la innovación tecnológica en la industria del tejido facilita su tratamiento. El proyecto europeo ‘Resyntex’ aspira a obtener materias primas secundarias e impulsar la economía circular en este vasto ámbito de consumo.
EN DATOS
- Sexto. Es el puesto en el que se sitúa España, con respecto al resto de países europeos, en cuanto a capacidad de reciclaje.
- Ocho.de cada diez hogares recicla y cada ciudadano se deshace adecuadamente de unos 18 kilos anuales de residuos.78.8%.de los plásticos, el 85,4% de los metales, el 80% del papel y el cartón son reutilizados en nuestro país.
- 5-8.En esta horquilla se encuentra el porcentaje de prendas textiles que son depositadas en contenedores.
- 21 millones.Es la cantidad de toneladas de residuos que se espera se hay tratado en 2020, un 1,5% más que el año pasado.
El reto del contenedor marrón
El contenedor de la materia orgánica es un cajón de sastre lleno de todo tipo de peladuras y restos alimenticios que no parecen aprovechables. Pero los especialistas aseguran que contiene buena parte del futuro en el universo del reciclaje. La UE acabar de otorgar financiación para un proyecto de la Universidad de Valencia, que cuenta con la participación del investigador Josep Ribes, con el que se pretende instalar fregaderos con trituradoras incorporadas e introducir el proceso de digestión anaeróbica. Se trata de un sistema de degradación de la materia en reactores cerrados que permite su conversión en biogás, mezcla compuesta, fundamentalmente, por metano y dióxido de carbono. En principio, favorece a ciudades con menos de 50.000 habitantes, para evitar el riesgo de colapso de la depuradora. El proceso es aún complejo y caro, pero se halla en consonancia con las directrices encaminadas a combatir las emisiones de la combustión de carbón, petróleo y gas natural.