El día en que se quemaron miles de libros en Granada
Como ciudad que rezuma historia por cada rincón, la capital granadina sufrió un crimen contra el conocimiento que tuvo lugar en uno de los lugares más emblemáticos de su casco histórico
La censura del conocimiento era el objetivo de los «bomberos» que hacían arder miles de libros en la sociedad estadounidense creada por Ray Bradbury en su novela Fahrenheit 451. Una ficción publicada en 1953 y ambientada en un futuro distópico y represivo en el que los libros están prohibidos y, por ende, el acceso al conocimiento. Y aunque se trata de una novela futurista, fue el rol que ha tenido la quema de libros a lo largo de la historia lo que inspiró a Bradbury para dar forma a una de sus mejores obras.
Granada, como ciudad que rezuma historia por cada rincón, también tuvo su propia tragedia literaria, un crimen contra el conocimiento que tuvo lugar en uno de los lugares más emblemáticos de su casco histórico: la quema de libros de la Plaza Bibrambla.
El 23 de febrero de 1502, el cielo de Granada se cubrió de humo, mientras el fuego acababa con su pasado más reciente y condenaba al olvido a la poesía, la historia y el pensamiento nazarí. Miles de libros se transformaron en cenizas por orden del cardenal Cisneros, que mutiló el legado cultural de Granada con un decreto que obligaba a entregar todos los libros escritos en árabe. No conforme con ello, ordenó la quema de unos 5.000 volúmenes. Una cifra que algunos historiadores elevan a más de un millón.
El cardenal Cisneros sustituyó a Hernando de Talavera como arzobispo de Granada y confesor de la reina Isabel, tras la conquista de Granada. Según el humanista Pedro Mártir de Anglería, Talavera era mucho más tolerante y pretendía extender el cristianismo por medios mucho menos violentos que su sucesor. Con la llegada de Cisneros, sin embargo, empezó la persecución a los moriscos y la supresión de las Capitulaciones, que hasta ese momento habían dado a los andalusíes el respeto que demandaban. Y con la represión llegó la censura y la orden de quemar miles de libros en lengua árabe.
Según el profesor de la Facultad de Biblioteconomía y Documentación de la UGR, Javier López Gijón, parte de esos ejemplares procedían de la biblioteca de la Madraza, creada en la época de Yusuf I. De aquellas hogueras se salvaron 4.000 volúmenes de medicina y botánica, que fueron trasladados a la Universidad de Alcalá de Henares y que han sido reclamados por la ciudad durante años. Otros muchos, según cuentan algunas teorías, fueron a parar a las bibliotecas particulares de familias granadinas adineradas.
Poesía, filosofía, literatura, tratados musicales, traducciones… miles de libros se perdieron para siempre en una plaza en la que, en los últimos años, se han organizado homenajes al saber que se esfumó aquel 23 de febrero entre las llamas, como la iniciativa ‘Arde la Memoria’, de la plataforma Granada Abierta. Este y otros actos reivindican cada año la tolerancia entre culturas y homenajean a aquellas obras que nunca más pudieron ser leídas.