Este es el título del tercer (y por ahora último) volumen de la Memorias de Antonio Enrique, cuyos dos volúmenes anteriores ya he analizado en mi blog.

Si en Los mamíferos extraños nos exponía su cosmovisión y en Lectura de nubes en el cielo nos hablaba de sus amigos poetas, en Los días que paró el mundo el protagonista es la pandemia del Covid 19, con su carga de sufrimiento, muerte y desolación, junto con los temas habituales (ya dije que cosas como su relación con Trinidad Sevillano, con la otra mujer que conoció siendo ambos adolescentes, la amistad, la poesía de la diferencia, etc. aparecían entrelazados continuamente, como adheridos al núcleo central de cada volumen, como temas musicales de una sinfonía llena de variaciones).

La pandemia y su consecuente confinamiento aparecen analizados por el autor desde un punto de vista próximo, íntimo y doliente: el vecino del que se conoce el contagio y su muerte, la soledad de las calles accitanas, la sensación de pánico, la pregunta universal de qué pasaría si muero o si muere mi compañera de destino… sobrevuelan con una notable carga de humanidad.

Una buena parte de la energía empleada en este libro se ocupa de desautorizar a Pedro Sánchez y las medidas adoptadas por su Gobierno. Para él, el presidente no está autorizado para gobernar porque prometió no pactar con Unidas Podemos y no cumplió su compromiso. Obviamente, este es un punto en que nuestras valoraciones son antagónicas, pero aquí no hablo de mí, sino de sus Memorias.

Cuando llega el desconfinamiento, Trinidad y él emprenden un viaje hacia el norte y recorren la provincia de Soria, hasta llegar al pueblo donde Trinidad Sevillano nació, destinada a una vida miserable hasta que la rescató María de Ávila para convertirla en la estrella de la danza clásica que llegó a ser antes de su retirada. El viaje a los orígenes le resulta doloroso, pero sabe que tiene que afrontar la vida. Siguen por Castilla-León y llegan a Finisterre antes de retornar a Guadix en medio de las noticias sobre la alarma de la Covid y sus contagios.

Trinidad Sevillano, bella y elegante, en uno de sus ballets

El libro, como sus dos volúmenes precedentes, tiene una enorme calidad y engarza lo biográfico con la experiencia vital de los personajes con un soltura literaria llena de belleza y, por momentos, de verdadero lirismo. Prefiero, pero eso es cosa personal, los fragmentos narrativos a los especulativos, no porque el discurso esté mal elaborado, sino porque él parte de premisas que yo, agnóstico y racionalista, rechazo como puntos de partida. Pero me parece que la subjetividad es un elemento respetable, al menos tanto como mis divergentes planteamientos, y en este caso esa subjetividad es la fuente de todo un entramado literario muy notable.

Un total de casi 800 páginas en que el autor se enfrenta a su biografía, se abre en canal y nos ofrece sus confesiones más íntimas. Dejo una pregunta sobre el tapete: ¿habrá nuevos añadidos que completen esta autopsia en vivo que el propio autor se hace ante sus lectores? El tiempo lo dirá.

Alberto Granados

Publicado por Alberto Granados en Complicidades

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