Federico García Lorca y la familia Alba: anécdotas desde Valderrubio
Recorremos algunos de los momentos más importantes de la vida del poeta universal mediante las anécdotas que aún se recuerdan en Valderrubio
Lorca, poeta universal, pero muy vinculado a su tierra. Aun así, hay un pueblo que no aparece en sus escritos publicados pero al que se sentía muy unido. Valderrubio se ha disputado con Fuente Vaqueros el ser la cuna del más famoso, y malogrado, de los escritores granadinos. Lo que sí se sabe a ciencia cierta es que fue empadronado en Fuente Vaqueros, aunque hay algunos en el pueblo vecino que sostiene que vio la luz en el Cortijo Daimuz. Sin embargo, el motivo por el que este nunca sale en las obras del escritor es su antiguo nombre.
Aún bajo la alcaldía de Pinos Puente, durante la primera mitad del siglo XX recibía el nombre de Asquerosa. Esta denominación, y su correspondiente gentilicio de “asquerosos” con el que se conocía a sus habitantes, avergonzaba a un jovencísimo Federico García Lorca, que caminaba por sus calles y que pasaba las tardes en la Fuente de la Teja, en la que comenzó a idear varias de sus grandes obras.
Parte del gran público ha olvidado la vinculación del poeta con el pueblo, hasta el punto de muchos desconocen que allí fue donde se situó toda la trama de la Casa de Bernarda Alba, que aún se mantiene en pie frente a la iglesia del pueblo. Fue, precisamente aquella obra, una de las más problemas trajo a Lorca y sus padres, pues los Alba era una de las familias más importantes del pueblo.
Tal y como narra María en las grabaciones, hubo un tiempo en el que por una disputa familiar su abuela a punto estuvo de dejar de trabajar en la casa de Doña Frasquita, hasta que ésta intercedió. “Mi abuela llegó un día con mi madre muy chiquita y le dijo ‘Frasquita mire usted lo que me ha pasado, yo ahora tengo que cuidar de mi hija y no puedo seguir trabajando aquí’. Y la respuesta de Frasquita fue ‘su hija se queda aquí con usted’. A partir de entonces mi madre creció como una más de la familia y lo que Doña Frasquita compraba a sus hijas también lo tenía mi madre”.
La obra produjo una ruptura definitiva entre dos de las familias más importantes de Valderrubio. La idea que el poeta se formó de Frasquita Alba, para transformarla en Bernarda, la tuvo a raíz de escuchar las conversaciones desde el patio de su tía, que colindaba con el de los Alba. “Él era un fisgón y escuchaba las conversaciones que tenían dentro de la casa. Sus padres le pidieron por favor que no editase el libro y él lo hizo igualmente. Esa fue una de las bases de que después le pasara lo que le pasó”, explica Juan acentuando sus palabras con varios golpes en la mesa.
“Mi madre contaba que desde siempre Federico era distinto. Todas las tardes él se iba por una vereda que salía de desde cerca de su casa hasta la Fuente de la Teja con varios libros bajo el brazo. Allí le esperaban varios de sus amigos y se pasaban la tarde charlando. Allí se solía juntar con Paco, que le decían ‘El Frasco’; y también estaba Antonio, al que se le conocía como ‘La Pelona’”, comenta Juan, que reconoce que en aquel tiempo no se hablaba mucho sobre una posible homosexualidad del poeta. Aunque sí afirma que “se vestía muy diferente a los demás y que en verano siempre llevaba unos zapatos con la punta y el talón blancos, como si fuera de charol, mientras que el resto era negro”.
A Federico no se le puede entender sin estudiar su vena artística y fue esta la que inició los rumores sobre sus inclinaciones sexuales. “Le gustaba hacer ‘teatricos’, vestirse y disfrazarse. Le gustaba mucho la dramatización. Él era especial, distinto, en todos los sentidos”, apunta Juan. “Tenía un gran amigo, maestro, que se llamaba Don Ricardo y tenía un piano. Federico llegaba allí y se ponía a tocar el piano para las hijas del maestro. Las más mayores bailaban a su alrededor, mientras las más pequeñas estaban en la cocina”, recuerda Juan de palabras de su madre.
“Mis padre me llevaron, muy pequeño, a la Huerta de San Vicente. Federico la llamaba la Finca del Tamariz, lo que ahora es el parque García Lorca. Y allí, con un año, me llevaron a darle el pésame a la familia por la muerte del Poeta. Mi madre recordaba aquello con mucha impresión, le sobrecogió la tristeza que había en un sitio tan bonito”, describe.
Sobre su fallecimiento también se han escrito innumerables palabras, pero muchas otras quedan solo han quedado en testimonio oral, como las que atesora Juan. “Federico, pocos días antes de que le apresen, vuelve, según se dice, porque tenía una relación sentimental con alguien de Granada. Su hermana Concha, después de que mataran a su marido, le dijo que no viniera, pero no hizo caso. La familia Rosales, que uno de ellos era de Falange, se lo llevó a su casa para tratar de ocultarlo pensando que no pasaría nada, pero la orden llegó desde Sevilla y fueron a por él”, explica Juan.
Desde su aprisionamiento hasta el fusilamiento pasó un tiempo en la cárcel que estaba situada en la Facultad de Derecho. Fue entonces cuando Queipo de Llano quien, desde Sevilla, mandó la orden al capitán Valdés de terminar con la vida del poeta universal. “Federico padre había hecho mucho por un hombre de Granada al que le ayudó a comprar un taxi. Fue en ese taxi en el que tiró para arriba (hasta Víznar) y se lo trajeron, a lo mejor a Fuente Vaqueros o lo mejor a Valderrubio. Se habla incluso de que podría estar junto a un muy amigo suyo”, deja entrever Juan.
La figura de Federico García Lorca sigue siendo un misterio en muchos aspectos y hay elementos que se están perdiendo debido a que nadie recopila la tradición oral que se ha formado en los pueblos respecto a su figura. Solo unos pocos, como Juan Rodríguez Mata, se han preocupado de dejar constancia mediante escritos y grabaciones de lo que los más mayores y contemporáneos al poeta recordaban de aquellos días. La historia se va diluyendo con el paso del tiempo y se transforma en leyenda, pero Lorca permanece para siempre.
Jero Camero
FOTO:Juan Rodríguez Mata, junto a la grabadora y el libro en el que ha recopilado todas las vivencias de su madre sobre Lorca y los Alba | Foto: Jero Camero