24 noviembre 2024

Antonio Muñoz Molina suele escribir notas en esos cuadernos que rellena obsesivamente y a los que ha mencionado repetidamente en sus columnas periodísticas. Los usa para hacer anotaciones improvisadas en que refleja sus impresiones de la realidad inmediata.

En algunas ocasiones, estas notas se convierten en libro tras la pertinente revisión: al ocuparse de los jóvenes concentrados en las plazas para reclamar un modelo social que no los excluyera apareció Todo lo que era sólido (Seix Barral, 2013) y repitió fórmula ensamblando imágenes publicitarias, sonidos, fragmentos de conversaciones oídas al paso y otros estímulos de la calle en Un andar solitario entre la gente (Seix Barral, 2019). En septiembre de 2021 aparecen una serie de anotaciones en que refleja su análisis de los efectos sociales de la pandemia del Coronavirus19 (Volver a dónde, Seix Barral, 08/09/2021, 343 páginas). En esta ocasión, el autor, abrumado por los efectos de la pandemia y el confinamiento, parte en busca de su tiempo perdido y elabora un magnífico libro en que desata su introspección más descarnada y sincera.  Ningún lector de prensa ignora lo expuesto hasta aquí, ampliamente difundido en los últimos días a través de entrevistas y apariciones en los medios, algo que sucede cada vez que uno de los grandes publica un nuevo libro.

Portada. Los créditos dicen Archivo del autor. Tal vez se trate de Miguel Lindo

Se trata, pues, de un libro de reflexiones y no de una novela, pese al enorme peso específico que alcanza lo narrativo en el libro. Son 228 anotaciones, las unas con la fecha precisa (para éstas, que se extienden desde el 26 de febrero al 6 de junio de 2020, el editor ha usado letra cursiva), frente a otras no fechadas, que aparecen en letra normal. Al leer las primeras anotaciones el lector se aventura a pensar en un libro disperso y heterogéneo en el que encontrará la visión muñozmoliniana de la pandemia, pero a medida que  va devorando los breves capítulos, esa sensación de dispersión y abigarramiento desaparece: el simple mecanismo de la repetición empieza a darle a los textos un efecto unitario y empiezan a dibujarse una serie de hilos argumentales que se van afirmando y alcanzan un especial tono de confidencia, de desgarramiento interior que necesita ser compartido con los demás, con sus lectores fijos o coyunturales.

Un Muñoz Molina aterrado por las dimensiones del contagio, encerrado en su casa y lleno de tristeza por la muerte de algunos amigos (José María Calleja, por ejemplo) o el riesgo que están corriendo otros (el caso de su amigo el Dr. Bouza), ve el momento de liberarse de sus compromisos profesionales (presentaciones, conferencias, vuelos, etc.) y decide dedicar sus días a leer (Galdós, Thomas Merton) y a oír machaconamente las Sonatas de Beethoven en la versión dirigida por Daniel Barenboim. Y llena sus cuadernos de recuerdos familiares, de comentarios suscitados por la actualidad, de llamadas a su madre, a sus hijos y amigos, de estados de ánimo cambiantes, de impresiones, de temores y tristezas. Y todo ese caudal narrativo va creando una atmósfera en que la absoluta sinceridad impregna al libro y deja embobado al lector, aunque tal vez haya un tono que, en algunos pasajes, puede parecer sensiblero.

Ya en la primera anotación, que lleva la fecha de “Junio 2020”, se pregunta si verdaderamente queríamos volver a aquella nueva normalidad de después de la primera ola, en que la irresponsabilidad, la negligencia en el uso de la mascarilla, el botellón, las fiestas ilegales y otras conductas incívicas han reproducido el contagio y el peligro. Tras este introito, se suceden las 227 anotaciones restantes.

Imagen de Javier Velasco Oliaga

Los hilos argumentales mencionados son:

1 La propia pandemia con lo que ha conllevado (muerte y desolación, junto al miedo y la soledad). Muy crítico con la clase política, se pregunta cómo no se anticipó nadie al desastre que nos está quitando la vida, la alegría, la libertad y toda una forma de vida previa que nunca terminaremos de recuperar. La muerte de Calleja, el riesgo del Dr. Bouza y los demás sanitarios, los aplausos y las caceroladas, la eterna gresca política, que no se suaviza ni en situaciones de emergencia… Y la presencia de una angustia depresiva que se mezcla con las pesadillas y su eterno insomnio.

2 El confinamiento y los cambios de hábitos que éste ha traído aparejados: las cifras de contagios y muertes, la sensación de un tiempo abolido, la imposibilidad del abrazo, el estar confinado un día tras otro, las colas en la compra, la mascarilla y las gafas empañadas, la hostelería y los actos culturales prohibidos, el placebo de las llamadas telefónicas, los saludos a través de los balcones a desconocidos vecinos… Toda una realidad que vivimos todos y que el autor evoca para sí mismo y para sus lectores. 

3 El extrañamiento de la familia y las llamadas telefónicas a sus hijos y nietas, a su tío Juan, a su hermana y, muy especialmente, a su madre, que es la única superviviente de un universo familiar en el que predominan los muertos. Ya nonagenaria, el tono inicial de su voz al teléfono le permite al autor conocer su ánimo, su grado de despiste senil. Y a través del teléfono surge todo un universo de recuerdos y anécdotas, a veces divertidísimas (la visita del rey Melchor al propio autor), a veces dramáticas (el sometimiento de la madre, la relación de ésta con la suegra, la triste realidad de su infancia…).

4 La evocación de su niñez, en la que va apareciendo una serie de anécdotas familiares junto a la presencia de los muertos, especialmente su padre, al que, junto al afecto y la admiración por su perseverante esfuerzo en la huerta, guarda cierto resquemor: su padre, junto con su abuelo, lo acusaron siempre de ser un “sin sangre”, alguien incapaz de poner atención, ganas, determinación e interés en aprender eficazmente el oficio de hortelano. Pese a los años transcurridos desde su muerte, el autor siente aún la humillación de tales descalificaciones. Con todo, la huerta sirve de cordón umbilical con su pasado, hasta el punto de que ha plantado unas tomateras y unos pimientos en su balcón o, tan pronto queda permitido, hace visitas al Jardín Botánico, para reencontrarse con su pasado y con la memoria de su padre.

La pandemia y el confinamiento solo son un telón de fondo, porque la esencia de este libro es la evocación, llena de nostalgia, de su pasado, que ante una situación anímica triste, le parece estimulante y casi su única tabla de náufrago. Introspección, nostalgia de un tiempo desaparecido para siempre, angustia depresiva, evocación permanente… y un tono desgarrado, junto a la belleza de su prosa y a algún destello de humor, hacen de este hermoso libro, uno de los más bellos testimonios de su propia vida. Ahora toca esperar el próximo libro de ese gigante de nuestras letras que es Antonio Muñoz Molina.

Alberto Granados

FOTO: ‘Volver a dónde’ de Antonio Muñoz Molina | Planeta

Volver a dónde (A. Muñoz Molina)