An elderly patient receive a Pfizer vaccine against COVID-19 at a clinic at Orange Farm, near Johannesburg, Thursday, June 3, 2021. South Africa only began vaccinating its elderly citizens nearly three weeks ago. (AP Photo/Denis Farrell)

La introducción generalizada de dosis de refuerzo en los países ricos se haría a costa de la primera vacunación en la mitad del planeta. Esta estrategia es tan inmoral como peligrosa

Una y otra vez, las consideraciones particulares de los países ricos se han ido cruzando en el camino del interés general en la respuesta a la covid-19. Lo empezamos a ver en la aplicación de las medidas de aislamiento, pero se hizo evidente durante las primeras fases de distribución de la vacuna y en el despliegue groseramente desproporcionado de los fondos de recuperación. Dieciocho meses después, la pandemia se ha convertido en un poderoso determinante de la inequidad global.

Ahora nuestros gobiernos vuelven a la carga, amenazando con hacer descarrilar la endeble estrategia internacional de inmunización. Mientras las ratios de cobertura en algunos de los países más pobres del mundo se mantienen en cifras de un solo dígito, el debate sobre la tercera dosis de la vacuna contra el SARS-Cov2 vuelve a mostrar la miopía preocupante de una parte. Los argumentos han sido destacados en un papel publicado esta semana por mis compañeras de ISGlobal Clara Marín, Adelaida Sarukhan y Marta Rodó.

Esto es lo que la ciencia nos dice hasta ahora: tanto la inmunidad natural como la provocada por la vacuna contra el SARS-CoV2 son sólidas y, en ambos casos, la memoria inmunitaria durará, probablemente, varios años. Aunque los anticuerpos en sangre decaen con el paso del tiempo y las vacunas pierden parte de su eficacia en la prevención de la infección y el contagio, la protección contra sus consecuencias más graves es firme y permanente.

La vacuna garantiza a la mayoría el privilegio de no enfermar y morir como consecuencia de la covid. Un privilegio fuera del alcance más de la mitad de la población, que no ha recibido ni una sola dosis

Dicho de otro modo, la vacuna garantiza a la mayoría el privilegio de no enfermar y morir como consecuencia del coronavirus. Un privilegio fuera del alcance más de la mitad de la población mundial, que no ha recibido ni una sola dosis ni la recibirá en el corto plazo. En la totalidad del muy cercano continente africano ­—con la única excepción de Marruecos— la cobertura está por debajo del 25%, y no llega al 2% en el conjunto de las naciones de ingreso bajo. Cada vez estamos más lejos de alcanzar en 2021 el 20% de cobertura en cada uno de los países, establecido por la iniciativa Covax como el indicador más básico del éxito de la estrategia global.

Este es el contexto en el que debe tener lugar el debate sobre la tercera dosis de la vacuna. Las recomendaciones de las autoridades científicas en Estados Unidos y Europa son claras con respecto a los grupos de riesgo (pacientes inmunodeprimidos, personas mayores, población institucionalizada y personal sanitario). Pero la distribución masiva de una dosis de refuerzo se fundamentaría en un genérico principio de precaución sin un valor añadido evidente para la salud pública.

La distribución masiva de una dosis de refuerzo se fundamentaría en un genérico principio de precaución sin un valor añadido evidente para la salud pública

Y es en la interpretación de ese “principio de precaución” donde patinamos peligrosamente. Aunque nos repetimos cada 10 minutos la idea de que no hay soluciones particulares en una pandemia, no parece que esto tenga ninguna consecuencia práctica. Israel y Estados Unidos ya han tomado la decisión de ofrecer dosis de refuerzo a todos los adultos que las soliciten. Las recomendaciones de la EMA dejan la puerta abierta a que los gobiernos de la UE hagan algo similar, en un ejercicio en el que resulta difícil identificar dónde termina la ciencia y dónde empieza la presión política.

El que se engañe será porque quiere. La introducción generalizada de dosis de refuerzo se hará a costa de la primera vacunación en la mitad del planeta. La capacidad de producción, compra y distribución de la vacuna covid sigue siendo limitada. Las operaciones de reexportación de productos tan perecederos y difíciles de almacenar como estos viales tienen un valor testimonial.

Solo cuando los países ricos reduzcan la presión sobre la demanda y apoyen la financiación y distribución de las compras empezaremos a ver la luz al final del túnel. La alternativa es perpetuar la pandemia y abrir la posibilidad a nuevas variantes para las que ni siquiera los más privilegiados estamos preparados.

FOTO: Un paciente recibe una dosis de la vacuna Pfizer en una clínica en Orange Farm, cerca de Johannesburgo, Sudáfrica, el pasado de junio de 2021.Denis Farrell (AP)
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