Las 10 mejores películas de 2021
El ‘blockbuster’ entró en su fase más crepuscular mientras la taquilla se hundía y el cine de autor se obsesionaba con la muerte y la resurrección
Este no ha sido un buen año para casi nadie. Ni siquiera James Bond escapa a esa regla (alérgicos al spoiler, deténganse aquí). La última entrega de la saga, Sin tiempo para morir, se saltó las reglas que hasta ahora la gobernaban y, en un giro insospechado, decidió sacrificar a su protagonista, aunque le diera una de las salidas más dignas y bellas que se recuerden. El resultado fue un blockbuster de lo más crepuscular, que hacía caso omiso a convenciones que tal vez hayan dejado de ser útiles; una enmienda a un género condenado a morir para renovarse. Lo mismo le sucedía al propio personaje: incapaz de reinventarse en parangón de la nueva masculinidad en plena conversión woke de los estudios de Hollywood, no le quedó otro remedio que bajarse del escenario.
¿Le sucederá ahora una mujer, un homosexual, un hijo de inmigrantes? Barbara Broccoli, guardiana de la franquicia 007, se mostró circunspecta ante esa posibilidad: hace solo unos días, en una entrevista con The Hollywood Reporter, avanzó que el próximo Bond será “hombre y británico”, sea cual sea su origen étnico. Subrayaba así la tensión entre voluntad de cambio y resistencia al mismo en esta industria: su aggiornamento parece un lavado de cara un tanto oportunista, más que una puesta en duda real de su modelo ideológico. Aun así, Sin tiempo para morir terminaba con ese gesto de una valentía infrecuente, aprobado y filmado antes de la pandemia, pero muy adecuado para este momento de cambio de paradigma. Su estreno en octubre, tras una larga sucesión de saltos de fecha, fue interpretado como el regreso a un espectáculo a la antigua, que nos iba a retrotraer a los idílicos tiempos de 2019. En realidad, subrayó todavía más la melancolía en la que vivimos, cada vez mejor aposentados. Ni esta máquina de guerra pudo remontar una taquilla a medio gas, que registra pérdidas del 50% en España, de casi el 70% en Estados Unidos y del 30% en Francia, pese a todas sus excepciones culturales.
Hollywood cuenta con una solución en la recámara: el llamado multiverso, cruce entre los distintos universos en los que transcurren los productos de Marvel en cine y televisión. Con cerca de 5.000 personajes en cartera, las posibilidades creativas son infinitas, casi tanto como sus perspectivas comerciales. A mediados de 2019, Gwyneth Paltrow declaró con desconcierto durante un nuevo programa de cocina de Netflix: “¿Spiderman? No salía en Spiderman… No, yo estaba en Vengadores”. En realidad, salía en las dos, y eso que solo había firmado para protagonizar Ironman. Es un lindo recuerdo de un tiempo que parecía menos complicado y que queda cada vez más lejos en el retrovisor. Entre otros blockbusters de nueva generación, 2022 nos depara un Spiderman 3 que, según los rumores, protagonizarán los tres actores que han encarnado al personaje, y un filme que entrecruzará al Doctor Strange con la Bruja Escarlata. Su subtítulo: El multiverso de la locura. Tiene el mérito de describir a la perfección una época en el que todo se convierte en contenido, que diría Martin Scorsese, mientras la película de superhéroes se transforma, sin que haya vuelta atrás, en un nuevo wéstern: el género en el que los estadounidenses —y también el resto del mundo, gentileza del imperialismo cultural— buscan solaz en tiempos inciertos.
Otros siguen rebuscándolo en el cine de autor (con un voluntarismo cada vez mayor, en vista de los estrenos fugaces que se estilan en las salas españolas), aunque este tampoco haya sido el escenario de grandes alegrías durante 2021. La muerte campó a lo largo y lo ancho de películas como Tiempo, fábula gótica de M. Night Shyamalan sobre una familia que envejecía a velocidad acelerada durante unas vacaciones en una playa paradisiaca. Mientras tanto, dos películas diametralmente distintas, First Cow, de Kelly Reichardt, y Madres paralelas, de Pedro Almodóvar, compartieron una imagen recurrente: la de los esqueletos de nuestros antepasados, vanitas indudable en un tiempo en que nos rozamos a diario con la muerte, pero también una denuncia implícita de sistemas económicos, en el primer caso, y regímenes políticos, en el segundo, que siguen torturando nuestro presente.
A la vez, también fue el año de los partos, aunque no siempre fueran metáforas de un renacimiento esplendoroso. El alumbramiento final de Titane, con la que Julia Ducournau se convirtió en la segunda mujer que ganaba la Palma de Oro en Cannes, concluía con un feto transhumano que auguraba un futuro no necesariamente alentador. Mientras tanto, en Annette, la turbadora ópera rock de Léos Carax, un coro de comadronas cantarinas daba luz a un niña-títere, que solo se convertirá en humana al matar al padre. “No mires al abismo”, le aconsejaba él en su perturbadora escena final, como si uno pudiera mirar a otro lado. Otro final inquietante fue el de La ruleta de la fortuna y la fantasía, magnífico regreso del japonés Ryūsuke Hamaguchi (en 2022 estrenará Drive My Car, que es aún mejor, si cabe). Su tercer acto es un psicodrama feliz en el que dos desconocidas buscan consuelo mutuo haciendo ver que coincidieron en una lejana juventud, pese a ser perfectamente conscientes de que es mentira. Parecía insinuar que la supervivencia pasará por los afectos, pero también que estos se han vuelto virtuales y que nadie puede creerse ya insustituible. Ni siquiera James Bond.
Las 10 mejores películas del año
Otra ronda
Intérpretes: Mads Mikkelsen, Thomas Bo Larsen, Magnus Millang, Lars Ranthe.
Género: tragicomedia. Dinamarca, 2020.
Duración: 117 minutos.
Por Carlos Boyero
En esta época sombría para la vida aparecen algunas perlas en el cine. Muy pocas, pero reconfortantes. El inicio de Otra ronda, escrita y dirigida por Thomas Vinterberg, provoca la sonrisa y la solidaridad del espectador con sus protagonistas, que creen encontrar en Baco la tabla de náufrago para su insatisfacción existencial. Pero nuestra risa se va congelando cuando asistimos a la factura que deben pagar por su transgresión. En la explosiva secuencia final, después de momentos fúnebres y del fracaso de su experimento, volvemos a recobrar el vitalismo. El juego implica mucho riesgo. Ojalá que les vaya bien a los supervivientes que un día se empeñaron en sentirse vivos.
Y también: El olvido que seremos, de Fernando Trueba; Fue la mano de Dios, de Paolo Sorrentino; Tres pisos, de Nanni Moretti; BAC Nord: Brigada de investigación criminal, de Cédric Jimenez; Maixabel, de Icíar Bollaín; El último duelo, de Ridley Scott; El buen patrón, de Fernando León; Quién lo impide, de Jonás Trueba, y Crock of Gold: bebiendo con Shane McGowan, de Julian Temple.
First Cow
Intérpretes: John Magaro, Orion Lee, Toby Jones, Ewen Bremner, Scott Shepherd, Gary Farmer, Lily Gladstone.
Género: wéstern. Estados Unidos, 2019.
Duración: 121 minutos.
Por Elsa Fernández-Santos
Bajo su fina capa minimalista, el cine de Kelly Reichardt abraza como pocos el misterio del inmenso paisaje norteamericano. La cineasta es una de las grandes cronistas contemporáneas de su país y First Cow, un wéstern sobre hombres tranquilos y lazos fraternales en una tierra salvaje y hostil, es una de sus obras más brillantes y redondas. De nuevo junto al escritor Jon Raymond, la directora de Old Joy viaja a los tiempos fundacionales del Lejano Oeste para desenterrar con la mirada de una poeta y el rigor de una etnógrafa las raíces violentas del llamado sueño americano.
Y también: Petite maman, de Céline Sciamma; Titane, de Julia Ducournau; El discípulo, de Chaitanya Tamhane; The Velvet Underground, de Todd Haynes; El poder del perro, de Jane Campion; Madres paralelas, de Pedro Almodóvar; Seis días corrientes (Sis dies corrents), de Neus Ballús; Rizi (Days), de Tsai Ming-liang, y La mujer que escapó, de Hong Sang-soo.
Annette
Intérpretes: Adam Driver, Marion Cotillard, Simon Helberg.
Género: musical. Francia, 2021.
Duración: 140 minutos.
Por Jordi Costa
Tras morir apoteósicamente cada noche en los escenarios operísticos, una mujer vuelve, como espectro vengativo, para atormentar al hombre que contempló el abismo hasta que este le devolvió su mirada en esta trágica historia de amor juzgada por una hija que se niega a ser juguete roto. Los agradecimientos que Léos Carax dedica a Edgar Alan Poe y a Stephen Sondheim proporcionan algunas claves para interpretar este desbordante espectáculo que sublima una tragedia personal y permite a una banda como Sparks reformular la ópera rock como instrumento para diseccionar un presente problemático y abolir fronteras entre alta y baja cultura.
Y también: La ruleta de la fortuna y la fantasía; de Ryusuke Hamaguchi; Destello bravío, de Ainhoa Rodríguez; Borrar el historial, de Gustave Kervern y Benoît Delépine; Titane, de Julia Ducournau; El escuadrón suicida, de James Gunn; Petite maman, de Céline Sciamma; Tres, de Juanjo Giménez Peña; La crónica francesa, de Wes Anderson, y First Cow, de Kelly Reichardt.
Titane
Intérpretes: Vincent Lindon, Agathe Rousselle, Bertrand Bonello, Garance Marillier, Laïs Salameh.
Género: fantástico. Francia, 2021.
Duración: 108 minutos.
Por Javier Ocaña
La historia del cine está llena de películas perfectas y de películas inolvidables. Titane pertenece a la segunda clase. Julia Ducournau entronca con David Cronenberg, con sus mutaciones y su cine de la Nueva Carne, para llevarlo a una nueva dimensión: transgénero, felizmente delirante y con la extraordinaria potencia visual y sonora de la directora de la también soberbia Crudo (2016). La secuencia imperecedera del año es ese lujurioso coito de la mujer protagonista con un coche (que no en un coche), en la que carne y metal, orgasmo y desolación, luces y sombras, se frotan hasta converger en el fruto metálico de una obra inclasificable.
Y también: Annette, de Léos Carax; Una joven prometedora, de Emerald Fennell; El último duelo, de Ridley Scott; El poder del perro, de Jane Campion; Solo las bestias, de Dominik Moll; Otra ronda, de Thomas Vinterberg; Nomadland, de Chloe Zhao, y Quo vadis, Aida?, de Jasmila Žbanić.
The Velvet Underground
Intervenciones: Lou Reed, John Cale, Maureen Tucker, Sterling Morrison.
Género: documental. Estados Unidos, 2021.
Duración: 110 minutos.
Por Gregorio Belinchón
Pocas bandas han logrado la repercusión de The Velvet Underground. Por quiénes la fundaron, por cómo se promocionó, por cómo influyó a sus contemporáneos y por cómo aún hoy marca el paso. Las descomunales fuerzas artísticas de John Cale y Lou Reed fisionaron en el momento y el lugar adecuado. Y Todd Haynes entiende el material que tiene entre sus manos y lo modela magistralmente en distintas capas: la documental, la visual, la sonora y la más fascinante, la que resuelve un doble reto: ¿Cómo hacer visible la música? ¿Cómo hacer un filme que parezca una canción de la Velvet? La respuesta es este The Velvet Underground, que empieza y acaba con un himno en mayúsculas: All Tomorrow’s Parties.
Y también: Espíritu sagrado, de Chema García Ibarra; First Cow, de Kelly Reichardt; La ruleta de la fortuna y la fantasía, de Ryusuke Hamaguchi; Libertad, de Clara Roquet; Otra ronda, de Thomas Vinterberg; Quién lo impide, de Jonás Trueba; Rizi (Days), de Tsiang Ming-liang, Summer of Soul, de Questlove, y Spencer, de Pablo Larraín.
Madres paralelas
Intérpretes: Penélope Cruz, Milena Smit, Aitana Sánchez-Gijón, Israel Elejalde, Rossy de Palma, Julieta Serrano.
Género: drama. España, 2021.
Duración: 120 minutos.
Por Álex Vicente
Durante años, Pedro Almodóvar hizo ver que el franquismo no existía: el mejor desprecio era ignorarlo. Su cine nunca fue tan ahistórico como se ha dicho este año, pero se ha ido alejando de esa máxima cada vez más, a medida que la sociedad española reexaminaba los consensos del pasado. Los dos relatos de Madres paralelas están unidos por una misma ética de la verdad, esa que lleva a su protagonista a tomar decisiones drásticas para no repetir a escala individual los errores que su país cometió en otro tiempo. Más osado que nunca, Almodóvar se permite las elipsis más salvajes, el product placement más descarado, el audaz encuentro entre melodrama y memoria histórica en la interfaz hitchcockiana de su cine. No es su película más redonda, pero demuestra que su filmografía está viva, incluso cuando habla de los muertos.
Y también: Annette, de Léos Carax; First Cow, de Kelly Reichardt; La ruleta de la fortuna y la fantasía, de Ryusuke Hamaguchi; El discípulo, de Chaitanya Tamhane; Las cosas que decimos, las cosas que hacemos, de Emmanuel Mouret; Quo Vadis, Aida?, de Jasmila Žbanić; Nomadland, de Chloe Zhao; Destello bravío, de Ainhoa Rodríguez, y Sin tiempo para morir, de Cary Joji Fukunaga.
Petite maman
Intérpretes: Joséphine Sanz, Gabrielle Sanz, Nina Meurisse, Stephane Varupenne, Margot Abascal.
Género: drama. Francia, 2021.
Duración: 71 minutos.
Por Ana Useros
Sus dos únicos escenarios, la casa familiar y una residencia de mayores, señalan ya a Petite maman como una película del confinamiento. El minimalismo obligado por las circunstancias hace que las dos urgencias en tensión que dinamizan las películas de Céline Sciamma —la de salir huyendo del atolladero de nuestra vida y la de quedarse para comprenderla y compartirla— se encuentren aquí en un espacio que las armoniza y las calma. Con una elegancia que toma prestada de Miyazaki, nos ofrece un juego de espejos simétricos para compartir y comprender nuestros miedos a ser abandonadas, a abandonarse, a abandonar.
Y también: Seis días corrientes (Sis dies corrents), de Neus Ballús; Nación, de Margarita Ledo Andión; Non dago Mikel?, de Amaia Merino y Miguel Ángel Llamas; Sisters with Transistors, de Lisa Rovner; Miss Marx, de Susanna Nicchiarelli; El agente topo, de Maite Alberdi; Malmkrog, de Cristi Puiu; Las mil y una, de Clarisa Navas, y The Assistant, de Kitty Green.
La ruleta de la fortuna y la fantasía
Intérpretes: Kotone Furukawa, Kiyohiko Shibukawa, Katsuki Mori, Ayumu Nakajima, Fusako Urabe, Aoba Kawai, Hyunri, Shouma Kai.
Género: drama. Japón, 2021.
Duración: 121 minutos.
Por Bárbara Mingo
Esta película prodigiosa está estructurada en tres capítulos independientes que coinciden en que todas las historias se desarrollan a través de unos diálogos largos, muy bellos, cotidianos y a la vez definitivos, llenos de sentido y emoción, como los que desearíamos que tuvieran nuestras vidas, a pesar de que las de esas personas son un poco complicadas y las palabras no sirven para deshacer los enredos. De una manera muy contenida, los personajes viven al límite del desamparo, y es en las conversaciones que mantienen unos con otros donde se la juegan y donde echan sus vidas a rodar. Todos estos problemas irresolubles tienen que ver, por descontado, con el amor.
Y también: Quién lo impide, de Jonás Trueba; First Cow, de Kelly Reichardt; Nueve Sevillas, de Gonzalo García Pelayo y Pedro G. Romero; Karen, de María Pérez Sanz; Poulet frites, de Jean Libon e Yves Hinant; Petite maman, de Céline Sciamma, Annette, de Léos Carax, Quattro strade, de Alice Rohrwacher, y La metamorfosis de los pájaros, de Catarina Vasconcelos.
Destello bravío
Intérpretes: Guadalupe Gutiérrez, Carmen Valverde, Isabel María Mendoza.
Género: documental experimental. España, 2021.
Duración: 98 minutos.
Por Á. V.
La debutante Ainhoa Rodríguez se instaló durante nueve meses en Puebla de la Reina, árida localidad de la meseta extremeña, para familiarizarse con sus paisajes y habitantes, a los que luego propuso rodar esta película. La sorpresa llega al descubrir el resultado, que trasciende todo discurso etnográfico sobre la España vaciada para adentrarse en su dimensión ominosa y paranormal. Con un poderío visual indiscutible, Rodríguez filma la tradición religiosa y el deseo reprimido desde una distancia sorda, como si dirigiera detrás de una mampara. Su película no es perfecta, pero revela a una cineasta prometedora que, como jura uno de sus personajes en una escena, “no es de casta cobarde”.
Quién lo impide
Intérpretes: Candela Recio, Pablo Hoyos, Silvio Aguilar, Pablo Gavira, Claudia Navarro, Marta Casado, Rony-Michelle Pinzaru, Javier Sánchez.
Género: Documental. España, 2021.
Duración: 220 minutos.
Por G. B.
¡Cuánta gente habla y qué poca escucha! Encomendándose a Frederick Wiseman, a Jonas Mekas y a medio santoral del cielo cinéfilo francés, Jonás Trueba puso la cámara delante de un grupo de adolescentes y dejó que la película, si al final la había, se fuera construyendo por sí misma durante un lustro. Y vaya sí la hubo. La obra avanza en ese terreno de dudas, de ficciones y documental, de reafirmación y consiguiente desplome vital que es la adolescencia. También a través de momentos de descanso (creados a la manera de las películas-río clásicas: con intermedios). Pero, sobre todo, están los adolescentes. Sin filtros. Alguien les ha escuchado.