El hombre que escuchaba a las mujeres
Puede que nos hagan falta más Luis Landeros en las aulas, hombres que se acerquen a las féminas sin reticencia y con curiosidad
Volvíamos a Madrid del Festival Literario Cuéntalo, en Logroño, con la sonrisa puesta porque en la charla habíamos estado ingeniosos y se nos había recompensado con aplausos, buen vino y una comida a la altura de Logroño, que ya es. Conducía Luis Landero y nuestro GPS respondía al nombre de Mercedes, una señorita que se reveló tan amable como retorcida, porque a la primera de cambio nos desvió de la ruta y nos vimos perdidos por carreteras inhóspitas de una España bastante vacía, tan vacía estaba que cabe pensar que no hubo en el pasado ni un solo día en que estuviera llena. Fue una hora la que anduvimos perdidos por carreterillas de antaño, con un horizonte abierto y pintado a acuarela, como de John Ford. La tal Mercedes, robot con mala fe, quiso hacernos protagonistas de uno de esos argumentos distópicos que tanto abundan en Netflix. A mí se me subió a la cabeza el verso de Machado, “Yo voy soñando caminos”. Y sí, iba soñando caminos, soñaba con otra vida posible: la de haber tenido a Landero de profesor de literatura en la Escuela de Arte Dramático. Eso significaría que ahora sería cómica, más joven, y que regresaría a casa tras un bolo teatral.
Cuando escribes un artículo de opinión política acuden los hombres a las redes, excitados por un buen anzuelo, opinando con pasión y a veces sentando cátedra, como si se movieran por un planeta del que conocen su orografía y en el que tú eres una extranjera. Cuando el asunto es cultural, ay, muchos de ellos se desvanecen y entran las mujeres en tromba para tomar nota de nuevas lecturas, para añadir otras, ficción literaria, series, cine. Aviso, no hay ningún resentimiento en lo que digo, al contrario, me pregunto por qué esta inercia no cambia, por qué resiste ese desdén dieciochesco hacia las mujeres y sus novelitas. Puede que nos hagan falta más Landeros en las aulas, hombres que se acerquen a las mujeres sin reticencia y con curiosidad. Cuando las mujeres identificamos un ejemplar así, un hombre abierto a escucharnos, es lógico que lo veneremos.
Es escritora y guionista. Trabajó en RNE toda la década de los 80. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por ‘Los Trapos Sucios’ y el Biblioteca Breve por ‘Una palabra tuya’. Otras novelas suyas son: ‘Lo que me queda por vivir’ y ‘A corazón abierto’. Colabora en EL PAÍS y la Cadena SER. Es presidenta del Patronato de la BNE.