11 octubre 2024

Tras su risa abierta, había una honda y turbadora soledad, producto del sufrimiento interno que padecía

El obispo de Tenerife ha comparado recientemente la homosexualidad con el alcoholismo, y la considera «un pecado mortal» que «perjudica a las personas y a la sociedad, porque quienes la practican pueden practicar el abuso de menores», aunque a raíz de su visita al Vaticano se ha retractado. Estas declaraciones han alarmado a los grupos LGTBI, que piden su dimisión al Papa, por tener un obispo homófobo; y nos preocupan seriamente a los demócratas porque los homosexuales tienen derecho a vivir su realidad sin intromisiones de nadie. Bastante padecieron ya durante la dictadura. Como un exponente de ese dolor, veamos cómo lo vivió Lorca.

¡Cuánto sufrió Federico por su tendencia sexual! Su homosexualidad no solo fue siempre para él un foco de tensiones con la sociedad cerrada que vivió, como lo demuestra la ‘Oda a Walt Whitman’, sino, también, como afirma Luis García Montero, «una tragedia íntima, un reino de amor y muerte, de luces y de sombras».

En el poema prólogo a Poeta en Nueva York, ‘Vuelta de paseo’, en una de sus confesiones más descarnadas, escrita en estilo surrealista, alude a la necesidad de la máscara: «Tropezando con mi rostro distinto de cada día». Esa máscara, que según García Montero, lo defiende de la estupidez exterior, y de la batalla íntima que padece, al nacer herido por un pecado original: «Asesinado por el cielo. / Entre las formas que van hacia la sierpe/ y las formas que buscan el cristal, / dejaré crecer mis cabellos». El poeta, muerto en vida, lucha entre las formas de la sierpe, símbolo freudiano de la virilidad, y el cristal, símbolo gongorino de la feminidad.

Aleixandre, que tanto lo conocía, decía de él, refiriéndose a su homosexualidad: «Amó mucho… Y sufrió por amor, lo que probablemente nadie supo. Me leía sus ‘Sonetos de amor oscuro’, prodigio de pasión, de entusiasmo, de felicidad, de tormento, de amor… Sorprendido yo mismo, no pude menos que quedarme mirándole y exclamar: ‘Federico, ¡qué corazón! ¡Cuánto ha tenido que amar, cuánto que sufrir!’ Me miró y se sonrió como un niño».

La escritora francesa Marcelle Auclair, que trató a Lorca en Madrid, considera que, tras su risa abierta, había «una honda y turbadora soledad, producto del sufrimiento interno que padecía». Lorca, se fue reconciliando con su homosexualidad en un largo proceso que quizá no terminó nunca. Tendremos que esperar a ‘El Público’ para descubrir su voluntad de vivir dignamente la condición de homosexual. Según ella, «Lorca era sociable hasta la apoteosis, pero su interior era lunar, nocturno, proceloso. La imagen de su simpatía cautivadora se aviene mal con el poeta de los abismos, el terror a la muerte, y la angustia ante el laberinto insondable de la vida humana».

En conclusión, la poesía de Lorca, en gran parte, puede explicarse por el choque brutal entre el autoritarismo social que lo rodea, y el afán de ser respetado y querido en un mundo tan hostil contra los de su condición. Era un poeta a la vez triste y alegre, festivo y trágico, centro de todas las reuniones y víctima de unos silencios solitarios y abismales. El respeto y el cariño que Lorca precisaba, es el que reclaman hoy, con plena justicia, los que participan de su condición.

https://www.ideal.es/opinion/homosexualidad-garcia-lorca-20220127190419-nt.html

FOTO: https://www.vozpopuli.com/espana/igualdad-foto-falsa-lorca.html

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