La ruptura más traumática: «Teo, te tienes que ir, esto es insostenible»
El ex secretario general se negó a dimitir en un primer momento cuando se lo pidió Casado. En el partido, celebran la marcha de la ‘bestia negra’ de los barones: «Ya respiramos»
“Teo, te tienes que ir, esto es ya insostenible”. Así pedía ayer el presidente del PP, Pablo Casado, a su amigo Teodoro García Egea que abandonase la Secretaría General del partido a primera hora de la tarde. Lejos de mostrarse comprensivo, el hasta ayer hombre de máxima confianza de Casado se resistió y le retó a que le cesara. Hubo bronca y reproches en el despacho de la séptima de Génova. Finalmente, aceptó marcharse, según relatan fuentes del partido, y abandonó la sede pidiendo que le dejasen gestionarlo “a su manera”. Horas más tarde lograron contactar con él y les comunicó que haría una entrevista en el programa ‘El objetivo’, de La Sexta. Hasta su aparición televisiva no se confirmó oficialmente su salida de la dirección. Su relato era otro: “He tomado esta tarde una de las decisiones más difíciles de mi vida política: dejar el cargo”.
A la una de la tarde de ayer el ex dos del PP seguía manteniendo que no dimitiría. “Qué va”, era la respuesta que daba cuando se le preguntaba por una posibilidad que desde el cuartel general de Casado ya asumían como un hecho inevitable ante la cascada de deserciones tanto a nivel territorial como entre los diputados y como ‘gesto’ de cara a la reunión con los barones. Pese a que desde primera hora se puso sobre la mesa como una solución, García Egea se resistía. La unidad del tándem Pablo-Teo se resquebrajaba. No almorzaron juntos como estaba previsto y al volver se produjo el desencuentro.
En el partido corrió como la pólvora la dimisión y los chats echaban humo: “Se acabó la pesadilla”; “Estoy en ‘shock’ pero celebrando”; “De cervezas y hoy me emborracho”. Pocos lamentaban la marcha del hombre con más poder en el PP que en las últimas 48 horas ha perdido en más de una ocasión los nervios con algunos de sus colaboradores más cercanos en el empecinamiento de no asumir que la batalla estaba perdida. Creyó hasta el final que podrían remontar y que lograría los apoyos, como ya lo hizo en el congreso en el que contra todo pronóstico Casado salió elegido presidente del PP tras enfrentarse con María Dolores de Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaría.
El lunes convocó en Génova a secretarios provinciales a los que iba adoctrinando entre receso y receso del convulso comité de dirección. Su afán era cerrar las filas del partido en torno a Casado. Llamó a los barones en varias ocasiones, pero según pasaban los días ya no le contestaban al teléfono. Juanma Moreno ya solo despacha desde hace meses con Casado y Alfonso Fernández Mañueco le ha esquivado en esta crisis. Con Alberto Núñez Feijóo la relación era mala. “Le odiaba”, apostilla un dirigente popular que achaca estas tensiones a las “purgas” que hizo García Egea al ser nombrado. En el caso de Isabel Díaz Ayuso, le tenía bloqueado en el WhatsApp, como desveló este diario, desde que se reuniera con ella para trasladarle que había informaciones que apuntaban a posibles irregularidades en un contrato de la Comunidad de Madrid con su hermano.
Hace menos de una semana, García Egea estaba preparándose para una nueva fase de la batalla con Ayuso por el congreso de Madrid. Ni intuía que acabaría así. “Algunos se han dado cuenta de que si quieren quitar a Pablo, primero me tienen que quitar a mí. Yo soy el muro”. Hoy suena a premonición. Cuando hacía estas afirmaciones, no le faltaba razón. Sin él, Casado no tenía control del partido. Desde que llegó al cargo esa ha sido su obsesión. Empotrar a cargos de confianza en los territorios de los barones e ir cambiando a los díscolos que no gobernaban en los congresos. Incluso sus detractores le reconocen una capacidad “inhumana para trabajar” que se ensombreció por un exceso de “ordeno y mando” que le granjeó muchos enemigos que hoy son parte de su final. El principal, el jefe de gabinete Ayuso, Miguel Ángel Rodríguez. Ambos convirtieron en una obsesión la protección de sus ‘jefes’ y les ha llevado a una escalada que ha acabado con el PP hecho añicos. “Teo ha aislado a Pablo de sus amigos, de los que le apoyaron en el congreso”, justifican desde la Puerta del Sol, donde no esconden su satisfacción por haberse cobrado la pieza.
Hoy son muchos en el PP los que presumen de haber avisado a Casado de que García Egea le hundiría, pero en el equipo del presidente recuerdan que hasta el encontronazo por la dimisión García Egea siempre “ha sido el muro de Pablo”. Como reconocía el propio Casado: “Asume el rol que le toca por mí y por el partido”. El puesto de secretario general nunca es grato y de hecho a García Egea le hubiera gustado más ser portavoz en el Congreso, pero “Pablo necesitaba que le cubriese la espalda”. En su afán de levantar una barrera, se convirtió en un ‘duro’ al que le gustaba que le llamasen ‘general secretario’, como a Francisco Álvarez Cascos. La diferencia, señalan los más veteranos, es que “Cascos era respetado y Teo solo temido”. La crítica recurrente ha sido su falta de experiencia, pero fue capaz de salvar una moción de censura en Murcia y si su fiel escudero Alberto Casero no se hubiera equivocado en la votación de la reforma laboral en el Congreso hubiese hecho historia por atraerse a los diputados de UPN y asestar un golpe mortal al Gobierno. Esa tarde, de la gloria se pasó al infierno en unos minutos. Ayer también.