Hay cosas que sí se puede, y otras que no. No se puede sostener que la tierra es plana pues aunque ya los griegos y los romanos lo sabían, Magallanes circunnavegó la tierra entre 1519 y 1522, y la esfera terrestre fue retratada por el Apolo 17 en 1972

No se puede volver a un momento antes de 1550 en que Miguel Servet hizo sus descubrimientos sobre la circulación pulmonar de la sangre, en contra de lo que la medicina opinaba en su época. Sus descubrimientos, más su postura contraria a la iglesia, lo condujeron a la hoguera en 1553.

No se puede volver a un momento anterior a 1633 en el que Galileo Galilei abjuró de que la tierra se moviera alrededor del sol. Estuvieron a punto de condenarlo a cadena perpetua por defender que la tierra no era el centro del universo, y aunque se retractó, se afirma que mascullo entre dientes: «Eppur si muove» («y sin embargo se mueve»), algo que no se podría negar tiempo después.

No se puede negar que la especie humana es binaria y que se ha reproducido sexualmente desde que existe sobre la tierra. No se puede afirmar que existan cinco sexos, como tampoco se puede afirmar que se puede cambiar de sexo a voluntad, sin mediar proceso quirúrgico u hormonal, y aún así el cambio es solo una simulación, pues los órganos reproductores son totalmente diferentes entre machos y hembras. Además, todas las células del cuerpo humano están sexuadas, como han demostrado estudios científicos recientes (Science, 2020). Carme Vall Llobet también ha puesto de relieve cómo las enfermedades se manifiestan de manera diferente en los cuerpos de varones y mujeres. Eso es ciencia, no brujería.

Tampoco se puede sostener que el sexo es un espectro, un continuum en el que no se sabe dónde empieza uno y donde acaba el otro, cuando es meridiano que un sexo de mujer no tiene nada que ver son un sexo de hombre, una carambola absurda similar a si afirmásemos que se puede estar un poco vivo o un poco muerto.

Igual que no se puede contradecir todo lo que precede porque sería acientífico, no se puede enseñar en las escuelas que las mujeres pueden tener aparato reproductor gestante o aparato reproductor fecundante, como tampoco se puede enseñar que un niño femenino sea una niña o que una niña masculina es un niño. O que un hombre se convierte en mujer solo por decirlo, como si ser mujer fuese  un envoltorio estético y no la experiencia vivida de siglos de subordinación. ¿En qué otra cosa se ha sustentado la desigualdad de las mujeres sino en el sexo?

Tampoco se puede enseñar en las escuelas que haya cerebros rosas y azules, porque lo ha desmentido le neurociencia en numerosos estudios (Gina Rippon) entre otras, como tampoco se puede defender que exista una esencia innata que se materializa en un cuerpo equivocado, salvo que volvamos a Platón, 2400 años atrás y nos abonemos a la teoría del cuerpo como cárcel del alma.

Y no se pueden enseñar estar barbaridades no porque a las feministas nos haya dado la vena anti-progreso, sino porque no son verdad. Y lo que no es verdad no se puede fomentar. Porque si se quiere volver al pensamiento oscurantista de la Edad Media, también habría que instaurar la ordalía de la época: lanzar al condenado al agua con una piedra al cuello para ver si se hundía o flotaba, según fuese inocente o culpable ¿Cuál de las abanderadas del transgenerismo queer quiere empezar con este innovador sistema judicial?

Juana Gallego

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