La literatura de la ausencia y el desarraigo marca la clausura del Festival de Poesía

Los literatos exiliados Sergio Ramírez, Gioconda Belli y la Premio Nobel Svetlana Aleksiévich llenan el Palacio de Carlos V con su experiencia

Después de cinco intensas jornadas en las que por Granada han pasado más de medio centenar de poetas de una docena de países, en la algo fresca tarde de ayer el Palacio de Carlos V se vistió de gala para acoger de nuevo el último acto del Festival Internacional de Poesía. Es difícil encontrar un marco mejor para escuchar literatura y a sus artífices. Y los primeros en subir ayer al escenario fueron los nicaragüenses Gioconda Belli, Premio Biblioteca Breve, y Sergio Ramírez, Premio Cervantes, con un tercer componente de la mesa que forma parte de la historia de las letras granadinas: Luis García Montero, Premio Nacional de Poesía y director del Instituto Cervantes. Presentados por el codirector del Festival, Daniel Rodríguez Moya, desgranaron durante una hora las muy difíciles circunstancias en que vive la cultura nicaragüense, y la generalidad del pueblo, por mor de la actuación criminal de la dictadura de Daniel Ortega.

«Me defino por ser mujer y nicaragüense», dijo Gioconda Belli. «No podría ser sueca», añadió con humor. Contó Belli cómo personas de tanto relieve como Carlos Mejía Godoy han sido deportados de su propio país. Luis García Montero recordó el primer encuentro de ambos, en los primeros años 80, cuando Gioconda vino a Granada en un acto organizado por el Comité de Solidaridad con Centroamérica: «Es triste que aquel grito de libertad, que aquel deseo, haya degenerado hasta la situación actual».

Remedios Sánchez y Svetlana Aleksiévich. / ALFREDO AGUILAR

Sergio Ramírez, por su parte, incidió en el análisis sociológico de un país en el que algunos de los más señalados revolucionarios sandinistas han muerto, incluso, en la cárcel, y lamentó cómo un país joven está perdiendo a sus mejores ciudadanos que huyen en busca de la libertad. «Solo en el último año, 50.000 nicaragüenses han pedido entrar en EE UU, y otros tantos en Costa Rica», señaló el escritor.

«La literatura anda en el filo d la navaja, te da otro nivel de intensidad a la hora de describir lo que ocurre. Recuerdo que mi maestro me decía, cuando iba en busca suya para contarle mis males de amores, que era mejor escribir que ser feliz», rememoró entre risas Belli. Tanto ella como García Montero pusieron de manifiesto la calidad de la literatura nicaragüense, ya desde los tiempos de Rubén Darío. «En sociedades en crisis, donde hay una convivencia difícil, que tienen que ajustar cuentas con la realidad, la literatura ejerce como conciencia crítica, y buena parte de las letras sudamericanas tienen ese componente». Sergio Ramírez definió que la izquierda implica confianza en el ser humano, «y esta izquierda matriculada, que reclama comprensión para Ortega, es la misma que está de acuerdo con el concepto de ‘espacio vital’ ruso y los bombardeos a civiles en Ucrania».

Precisamente, pocas personas conocen los estragos ocasionados por Putin mejor que la bielorrusa Svetlana Aleksiévich, Premio Nobel de Literatura, también huida de su país al verse amenazada. La codirectora del Festival de Poesía, la profesora Remedios Sánchez, la acompañó sobre el escenario cuando la tarde declinaba. Ambas hablaron de pueblos donde los hombres están ausentes, de personas deseando contar sus historias de dolor, ausencia y muerte, reveladas a la autora en 1.000 entrevistas donde descubrió la literatura que aún no existe, la que se cimenta sobre el recuerdo de soldados yertos en campos de batalla, esparcidos como patatas caídas de un saco. «Busco a las personas estremecidas por estas tragedias, que tratan de entender algo más profundo, llegar a la esencia de lo que realmente ocurrió». Recuerdos de conflictos como la invasión de Afganistán, mezclados con la actual de Ucrania, una guerra infame. «Me pregunto cómo personas que eran hermanos cruzan la frontera de ser humano a ser inhumano», sentenció.

FOTO: Svetlana Aleksiévich, entrevistada por Remedios Sánchez, en el Palacio de Carlos V. / ALFREDO AGUILAR

 

 

 

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