22 noviembre 2024

«Mi padre vive en mí y yo vivo en mi padre» «Él luchó mucho por el flamenco. Era su vida. Creo que las casualidades no existen y él fue dejando a la humanidad en un compromiso con el flamenco»

Enrique Morente grabó por primera vez los tangos ‘Estrella’ en su disco ‘Despegando’ de 1977, con la guitarra de Pepe Habichuela. Aún le quedarían tres años para verosimilmente encontrar esa estrella que le guiara, para meterla muy dentro de su pecho y venerarla, para soportar la vida en un mundo de confusiones, de misiles y de motores. Estrella Morente nació el 14 de agosto de 1980 y desde entonces ha estado en su padre, al igual que su padre ha estado en ella.

–Diez años han pasado y se ve todo con otra perspectiva. ¿Sigue siendo Enrique Morente el bastón de su vida?

–A lo largo de la historia ha habido algunos seres humanos elegidos por la propia vida y destinados a hacerla mejor. Por sus teorías, como Pitágoras, por su filosofía, como Platón, Aristóteles o María Zambrano, como Gandhi en la India o Teresa de Calcuta, Charles Chaplin o Picasso en el arte. No eran perfectos, tenían sus defectos como todos los seres humanos, pero estaban más cerca del Olimpo de los Dioses, del acierto y la razón, casi sin quererlo. Haciendo avanzar e invitando a proceder de una manera diferente. Estas personas especiales tienen algo en común independientemente de a qué se dedicaran sus vidas: el amor por el arte y la libertad. El arte de las matemáticas, el arte de la solidaridad, el arte de la pintura y del cine o de hacer buena política a favor de los ciudadanos, como lo hiciera Nelson Mandela. Creo sinceramente que mi padre no era un hombre normal. A pesar de ser el más sencillo y el más humilde que pisaba la tierra. Era alguien que vino a hacernos mejores. Y eso está por encima de cantar bien, de pasar a la historia como uno de los mayores creadores que ha dado el cante flamenco y la música en general. Está por encima de que tu familia te recuerde como alguien fundamental en sus vidas. Enrique Morente fue más allá. Él pertenece al pueblo, a la historia de los clásicos y a las nuevas generaciones que están por venir. No solo es luz para sus hijos, sus familiares y sus amigos. Su obra inigualable, inalcanzable, cargada de un sentido humanístico del mismo calibre o mayor si cabe, Morente es sinónimo de alas para volar, lo convierten en una roca grande y fuerte donde se podrán agarrar mayores y jóvenes a lo largo de los tiempos venideros. No solo nosotros vamos aprender de él y nos vamos apoyar en su vida y en su obra. Pasarán los siglos y el paso de Morente por la vida será tan fuerte como la Alhambra.

–¿Quién lleva ahora las riendas de la familia, si es que antes las llevaba Enrique?

–Mi casa siempre la hemos entendido como un equipo. Nadie manda más que nadie por ser hombre o por ser mujer. Es una casa de amor, de arte y de solidaridad. De puertas abiertas a quien lo necesite. De sacrificios propios y de respetuosas y necesarias independencias. Mi padre la mayoría de las veces tomaba las decisiones en conjunto con nosotros. Siempre ha sabido escucharnos y darnos nuestro sitio como mujeres, como niños, como profesionales, como perros, porque a su perro ‘Bobi-Sartén’ por supuesto también le daba su sitio y respetaba sus tiempos. Nadie podrá hacer las cosas como él las hacía. No sé cómo se las apañaba siempre para dar con la tecla y que todo tuviera un hilo conductor, una armonía, un sentido. Lo que sí puedo decir es que cada uno de nosotros, cuando tenemos que tomar una decisión, siempre pensamos en cómo lo haría él, desde qué perspectiva lo enfocaría. Es algo inevitable. Supongo que es porque nunca se impuso y predicó con el ejemplo. Nos enseñó desde muy pronto que nadie nos sacaría las castañas del fuego y nos dijo qué herramientas podríamos utilizar para no quemarnos. Así es que las riendas de su vida las lleva cada uno, como siempre sucedió cuando estaba él en casa, aunque cada día le tenemos más presente, cada día es más grande y cada día canta mejor.

 

ARCHIVO FAMILIAR

–¿Es Estrella más Carbonell que Morente?

–Él siempre me lo decía. Que yo era muy de mi abuelo Montoyita y de mis Carbonell. Pero en realidad, los Carbonell dicen que soy igual que mi padre. Creo en definitiva que él era el más Carbonell de todos. Personalmente siento que tengo la mezcla perfecta, otras cosas no, pero la mezcla es perfecta. Me atrevo a decirlo porque esto no es ningún mérito mío; es de ellos, que se encontraron en la vida y no se separarán jamás.

–Morente dejó una huella indiscutible. Muchos flamencos —no solo cantaores— siguen su estela. ¿Reconoce en alguno algo destacado, algún vínculo especial?

–Morente dejó huella en todo aquel que se cruzó con él en el camino, a veces por la calle, a veces en un vídeo, a veces en un disco, a veces en un concierto, a veces en una frase. Hay gente que está marcada por él sin darse cuenta. Su pasión por la literatura y por el cante le hizo argumentar de una forma irrebatible, llegando a lugares inhóspitos y a corazones duros, que estaban de espaldas y que con el transcurso del tiempo no tuvieron más remedio que volverse y reconocer la gloria. Más que su huella, su luz será eterna, por eso creo que en cada cantaor hay un Enrique.

–¿Qué tiene Estrella de Enrique Morente?

–Mi padre vive en mí y yo vivo en mi padre.

–¿Alguna cualidad de su padre que le gustaría tener?

–¿Y qué no me gustaría tener de mi padre? ¿Qué no me gustaría tener? ¿Qué no me gustaría?

–Toda la familia era cómplice de su labor creativa. ¿Se le quedaron en el tintero muchos proyectos?

–Era una caja de sorpresas. Lo era, lo es y lo será. El otro día me llamó Antonio, más conocido por ‘Toner’, que es un gran músico, y me comentó si podía escuchar algo que tenía pendiente con mi padre y que empezaron a trabajar aunque nunca pudo ver la luz. Al escucharlo junto a mi hermano Enrique, lo importante no es que tuviéramos los pelos como escarpias, sino que nuestro padre se había adelantado diez o doce años a cosas que aún ni han salido. De pronto le teníamos en otra faceta nueva para nosotros donde reconocíamos su necesidad de experimentar y de juntarse con gente muy joven y resetearse, inventarse, volver a nacer de nuevo como artista con un objetivo diferente con el que se había acostado ese día. En fin, tenemos ensayos, obras de teatro, cortos, escenografía, letras seleccionadas, ideas para discos, espectáculos, etc. Lo que decía: ¡Cada día canta mejor!

–¿Qué consejo cree que, como artistas, les daría a usted y sus hermanos?

–Que recurriéramos a los clásicos; que miremos siempre hacia los maestros para poder tirar hacia un futuro; que intentemos ser gente respetuosa; que no nos importe pedir perdón cuando tengamos que hacerlo; que la vida no está hecha para los cobardes; que el arte nos salvará de todo; y que la libertad es el auténtico arte de vivir.

–Desapareció Enrique justo cuando el flamenco fue declarado Patrimonio de la Humanidad.

–Él lucho mucho por el flamenco. Era su vida. Creo que las casualidades no existen y él fue dejando a la humanidad en un compromiso con el flamenco. Porque cuando uno tiene un patrimonio tiene que cuidarlo, tiene que conocerlo y protegerlo. No conozco a nadie que maltrate su patrimonio personal o particular porque es responsabilidad suya. Pues con el flamenco debería suceder lo mismo, pero sí. La agudeza y la rapidez de la respuesta hizo de ella una frase histórica. ‘Por fin han declarado a la humanidad patrimonio del flamenco’. ¡Ole, qué sabio!

–¿Quién ha heredado esa ironía en la familia?

–La verdad es que todos estamos impregnados de su aura, de sus gracias, de sus cantes, de sus bondades, de sus chascarrillos y sus dichos populares que tanta gracia le hacían. Él siempre decía que el pueblo tenía razón. Y mi hermano tiene mucha gracia, tiene unos golpes y unas caídas que recuerdan mucho a mi padre, mucho. Naturales. Se parece mucho a él en la voz. Y luego está Soleá, que creo que esa es la más aguda. La que más se parece a él en la forma de ser y de estar. Tiene su templanza y no pierde el tiempo en tonterías, como le sucedía a él. Yo engaño. Me parezco mucho físicamente a él pero luego soy mucho más volátil y más fantasiosa. El era más realista, se reía mucho conmigo y también se enfadaba. Porque yo lo ponía loco. Era una noria, una cometa, un pájaro. Pero al final terminábamos todos embobados escuchando. No había quien le alcanzara en la conversación, era inteligente, rápido, vivaz, culto, popular, generoso, gracioso y muy irónico. ¡Ahí no le gana nadie! Bueno sí, mi madre. Por eso era su musa y su confidente, su compañera y su todo. No podemos dejar al margen la inteligencia emocional de mi madre y la gracia y el arte que tiene la Aurora de Morente. Quizá esa es la que más se le iguale.

JORGE FERNÁNDEZ BUSTO

EDICIÓN ESPECIAL DE IDEAL COORDINADO POR MARIA VICTORIA COBO

https://www.ideal.es/culturas/musica/recordando-enrique-morente/padre-vive-vivo-20201213223738-nt.html