23 noviembre 2024

‘Precisiones necesarias sobre Agustín Escribano’

Remedios Sánchez, profesora titular de Didáctica de la Literatura y responsable del legado literario de Mariluz Escribano, firma este artículo en el que aclara algunas afirmaciones sobre Agustín Escribano Escribano que figuran en el reportaje titulado ‘Y los directores de las dos escuelas de maestros de Granada fueron fusilados’, publicado este domingo.

He tenido la oportunidad de leer, con la atención de siempre, el artículo del periodista e historiador Gabriel Pozo Felguera titulado “Y los directores de las dos escuelas de maestros de Granada fueron fusilados” y, como estudiosa de la trayectoria de la familia Escribano Pueo y responsable del legado literario de su única hija,  Mariluz Escribano Pueo, que dedicó su vida a preservar la verdad de la historia de sus padres -que es como decir la de media España-, me veo en la obligación de hacer algunas precisiones necesarias que vienen a completar lo dicho por Gabriel Pozo desmintiendo algunas aseveraciones; vienen a poner luz en algunas cuestiones espinosas de las que ya habló en su día una de las protagonistas de los luctuosos hechos que aquí se narran, Mariluz Escribano y sobre las que he tenido la oportunidad de debatir con Andrés Palma Valenzuela, profesor de Didáctica de las Ciencias Sociales y colega de la Facultad de Educación y fuente primaria en la que, como ya se alude en el artículo, se basa Gabriel Pozo. Para mayor claridad, iré por partes:

1.- A Agustín Escribano no lo trajo su tío (en realidad, hago notar nuevamente que Víctor Escribano no era su realmente su tío, sino primo hermano de su padre) a estudiar magisterio en Granada. Fue directamente D. Andrés Manjón, quien tuvo noticia de la valía del joven de Pedrosa a través del párroco de Pedrosa del Príncipe (el pueblo burgalés donde nació en 1892) y, a petición del citado sacerdote, lo trajo a las escuelas avemarianas. No hubo, por tanto, intermediación del Sr. Víctor Escribano ni en ese momento tampoco oposición a que viniese a estudiar aquí su pariente.

Y esta verdad es que la relación de D. Agustín con el Sr. Víctor Escribano fue de estricta cortesía, toda vez que quien fuera Director de la Escuela Normal de Granada no actuaba conforme a los parámetros ideológicos y actitudinales (digámoslo así) del primo de su padre

2.- En los actos celebrados el 3 de diciembre de 2021 en la Facultad de Educación de reivindicación de su memoria, auspiciados por el Vicerrectorado de Política Institucional que dirige tan eficazmente el Dr. Pedro Mercado, por el Equipo Decanal de Ciencias de la Educación y la Cátedra Educación y Sociedad del Dr. Luzón, al Dr. Andrés Palma Valenzuela se le encargó hablar de D. Segundo Arce; fue quien suscribe la responsable de hacer el oportuno recorrido por la biografía de  D. Agustín Escribano, en mi calidad de especialista en su figura. Y ya dije entonces lo que ahora reitero, contando la verdad completa que sólo podía saber Mariluz. Y esta verdad es que la relación de D. Agustín con el Sr. Víctor Escribano fue de estricta cortesía, toda vez que quien fuera Director de la Escuela Normal de Granada no actuaba conforme a los parámetros ideológicos y actitudinales (digámoslo así) del primo de su padre. En su gestión como Director de La Normal igual que en cualquier faceta de su vida, D. Agustín Escribano, nunca buscó sacar beneficio ni se dedicó a favorecer los intereses de los prebostes de la ciudad.

Lo suyo era otra cosa: socorrer a las clases humildes y, teniendo conciencia la terrible situación por la que pasaban los gremios de albañiles, ebanistas, obreros de forja, etc. contrató directamente con ellos los trabajos para la construcción de la Escuela Normal de Maestros de Granada, inaugurada por el Presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, el 1 de octubre de 1933. A la par y junto a su esposa, la también profesora de La Normal Dña. Luisa Pueo y Costa, fue quien hizo posible que se instalara en Granada la Residencia de Señoritas Normalistas, institución que funcionó como una suerte de hogar y escuela complementaria para las jóvenes sin recursos que venían de los pueblos para estudiar a la capital. Hasta no hace muchos años el edificio siguió en la calle Alhamar y sobre este tema ya escribimos hace años un trabajo supervisado por Escribano Pueo.

Y esta verdad es que la relación de D. Agustín con el Sr. Víctor Escribano fue de estricta cortesía, toda vez que quien fuera Director de la Escuela Normal de Granada no actuaba conforme a los parámetros ideológicos y actitudinales (digámoslo así) del primo de su padre

3.- ¿Cuáles fueron las razones del vil asesinato de Agustín Escribano? Pues las políticas no fueron las de mayor peso, ésas se han utilizado para encubrir la realidad de lo sucedido. Lo que verdaderamente lo condujo a las tapias del cementerio la noche del 11 al 12 de septiembre de 1936 fue haber ignorado a los grandes empresarios de Granada en la construcción del edificio de La Normal (de hecho, ya sufrió Agustín injurias de toda índole y los odios de aquellos empresarios y oligargas que no habían sacado el esperado lucro). Por otro lado, en 1936, Agustín Escribano denunció en comisaría a un todavía casi desconocido José Valdés, de profesión militar, por intento de allanamiento de morada y abusos en relación a la Residencia de Señoritas Normalistas. En su habitual estado de ebriedad, Valdés y otros amigos, intentaron entrar por la fuerza en la citada residencia para sacar a una de las jóvenes estudiantes. Ante la negativa de su responsable, Luisa Pueo, echaron la puerta abajo. Pero fue tal el escándalo que tuvieron que marcharse sin su presa, a lo que se sumó esa denuncia que, naturalmente, podía tener consecuencias en su carrera. Valdés no lo olvidó y, en cuanto se autonombró Gobernador civil de Granada, ordenó apresar a Agustín. La captura se demoró algunas semanas porque, a principios de agosto, un vecino del matrimonio Escribano Pueo, el obrero tipógrafo Ramón Ruiz Alonso -partícipe del asesinato de Lorca- le avisó: “Don Agustín, escóndase, que lo están buscando”. La verdad es la verdad y así sucedió.

 Agustín Escribano Escribano fue apresado y conducido a la calle Duquesa a finales del mes de agosto. De allí salió para ser fusilado en las tapias de San José

Por ello Agustín se marchó algunos días a la casa de su amigo el profesor don Antonio Vilches, pero con la conciencia limpia de quien era exclusivamente un docente al servicio de la formación de maestros y con una niña de 9 meses (su única hija, a la que adoraba) regresó a su casa, sita en Carril del Picón. Nada más regresar, avanzado agosto, fue apresado. No fue en julio como se insiste en esa parte del artículo de D. Gabriel Pozo, fundada en lo expuesto por el Dr. Palma Valenzuela en diferentes ocasiones, a pesar de que Mariluz en vida ya le explicó a Andrés Palma que el dato era erróneo: Agustín Escribano Escribano fue apresado y conducido a la calle Duquesa a finales del mes de agosto. De allí salió para ser fusilado en las tapias de San José.

4.- Y una cuestión más que es la que más molestaba a Mariluz: su “tío” nunca amparó a Agustín. Nunca, en ningún momento de su vida. Más al contrario: Víctor Escribano García, fue cómplice del crimen por omisión. A pesar de ser Presidente del Patronato Avemariano desde 1923, consejero de la Editorial Católica desde 1932 (donde se había calumniado a Agustín cuando se hizo el edificio de La Normal), catedrático universitario de Anatomía y hombre de peso entre los insurgentes contra el legítimo gobierno elegido en las urnas cuando, en última instancia y conocido el parentesco una desesperada Luisa Pueo con su niña en brazos le  pidió ayuda para salvar la vida de su marido, la respuesta fue: “Él se lo ha buscado”. Evidentemente nunca más Luisa le dirigió la palabra ni tampoco el prohombre falangista se acercó a ayudar a la viuda y a la hija de ese supuesto sobrino.

Me pregunto, incluso, si merece que una calle en esta ciudad siga llevando el nombre de un personaje de tal condición, pero ese tema no me compete ahora

D. Víctor, hombre de misa diaria, tal vez se olvidó de practicar el quinto, séptimo, octavo y décimo mandamiento de la ley de Dios (Éxodo 34, 28) si nos atenemos a la realidad de los hechos. Me pregunto, incluso, si merece que una calle en esta ciudad siga llevando el nombre de un personaje de tal condición, pero ese tema no me compete ahora.

Porque recuérdese, además, que nos estamos refiriendo al mismo Víctor Escribano que se asoció con el excepcional doctor Alejandro Otero para fundar la Clínica ‘La Salud’ y, finalmente, se quedó como único propietario de la misma (véase por cuán exigua cantidad y de qué manera, en las publicaciones al efecto de los doctores y especialistas en el ginecólogo de Redondela, Enriqueta Barranco y Fernando Girón) cuando el reputado ginecólogo, ejemplo de alta dignidad y compromiso ético, tuvo que marcharse al exilio.

Entenderán por tanto que no puedo de ninguna manera colaborar callándome en este intento de blanqueamiento de quien, pudiendo hacer el bien, no lo hizo; y, además, porque, analogías entre el padre Manjón, excepcional figura siempre al servicio de la educación y de Granada, con Víctor Escribano, a mi modesto juicio hay pocas en cuanto a comportamiento y actitud

Por lo tanto, como decía Jorge Guillén que “la verdad es santa”, aquí la tienen para público conocimiento tal y como me la contó a mí la afectada, la mujer que escribiera “no comí pan de padre/por causa de la guerra”. Entenderán por tanto que no puedo de ninguna manera colaborar callándome en este intento de blanqueamiento de quien, pudiendo hacer el bien, no lo hizo; y, además, porque, analogías entre el padre Manjón, excepcional figura siempre al servicio de la educación y de Granada, con Víctor Escribano, a mi modesto juicio hay pocas en cuanto a comportamiento y actitud. Tampoco, si nos atenemos a las circunstancias posteriores a sus abyectos crímenes, y frente a lo que sostiene Palma Valenzuela, creo que resulte posible la comparación entre Segundo Arce Manjón y Agustín Escribano más allá de lo evidente: que ambos eran hombres de paz y de sus incuestionables trayectorias. Les une ser burgaleses de familia humilde, su compromiso con el magisterio y que fueron brutalmente asesinados. Y eso lo comparten seguro con cientos de miles de españoles y españolas.

Mi opinión, que es fiel réplica de la expuesta por Mariluz en diferentes oportunidades, ya se la di en diciembre al Dr. Palma Valenzuela en la Facultad de Educación, así como los datos aquí aportados. Me temo que, al no coincidir con la suya, fue directamente desestimada, por mucho que yo me atenga a los hechos acaecidos que evidencian el comportamiento del Sr. Víctor Escribano, al que me resulta obsceno darle un lugar ni mínimamente apreciable en el desarrollo de don Agustín Escribano. Por mucho que don Víctor presidiera el Patronato del Ave María y D. Andrés Palma sea ahora patrono del mismo. Hay individuos que no resisten que se les acerque un poco la lupa a sus trayectorias.

Por el contrario, los de Agustín Escribano nunca pudieron recuperarse (hasta hace bien poco no supimos en qué fosa común se encontraban) para darles digna sepultura

Y quiero decir algo más que, desgraciadamente, separa a Agustín Escribano de Segundo Arce; debe saberse que, por fortuna, los restos del beato don Segundo Arce Manjón descansan en paz en el altar de San José del crucero de la colegiata de la Abadía del Sacromonte, como corresponde, y de lo que yo me alegro. Por el contrario, los de Agustín Escribano nunca pudieron recuperarse (hasta hace bien poco no supimos en qué fosa común se encontraban) para darles digna sepultura. Esa fue la pena inmarcesible de Mariluz Escribano Pueo y el motor de su escritura: que se conociera la Historia con mayúsculas de una infamia que tuvo como consecuencia casi un millón de muertos en España para no repetirla. Sin rencor, pero con conocimiento de la tragedia sucedida. Mariluz Escribano, la poeta española de la memoria y de la concordia civil, lo aclaró, entre otros, en este poema, publicado en su último libro, Geografía de la memoria (2019):

TE ESPERARÉ

In memoriam, Agustín Escribano

Te esperaré en la noche

con la casa encendida.

Doscientos cirios blancos

adornarán los salmos

y esa será la forma de quererte,

de preguntarme dónde

encontraré tus huesos.

Porque el olvido llega,

y se instala y crece en los armarios,

entre la ropa triste del invierno.

Nunca serás un bosque, padre mío,

ni margarita de ribazo,

ni una espiga pequeña en la pradera

jugando con el cierzo.

En la colina roja de la Alhambra

te cegaron los ojos,

y yo sé que estás muerto

por fierros y fusiles,

pistolas asesinas

para un tiro de gracia.

Aunque siempre te espero

con la casa encendida

por ver si me acaricias

con tu mano la frente.

Que no llegue el olvido, que no se desvirtúe la Historia con mayúsculas, que no se blanqueen ni a los asesinos ni tampoco a los colaboradores necesarios. No cometamos el error colectivo de pensar que los muertos, nuestros muertos, son todos iguales

Por lo tanto, que no llegue el olvido, que no se desvirtúe la Historia con mayúsculas, que no se blanqueen ni a los asesinos ni tampoco a los colaboradores necesarios. No cometamos el error colectivo de pensar que los muertos, nuestros muertos, son todos iguales. Hasta en eso, desgraciadamente, hubo clases. Ahora, ya en este siglo XXI y con la distancia que dan las décadas transcurridas, ya sabemos que la Transición cerró en falso muchas heridas -estamos pagando sus consecuencias- y que esto no debe perpetuarse; como afirmó también Mariluz Escribano, la mejor heredera del ideario de don Antonio Machado, “después de tantas lluvias/ y atardeceres lentos,/ ahora es tiempo de paz,/ de paz y de memoria”. A ello me atengo, por esta memoria auténtica pido respeto. y desde este posicionamiento, claro y contundente, vamos a trabajar porque otra cosa, otra actitud, como legataria del escribaniano compromiso con la verdad del sufrimiento colectivo “de un tiempo de cunas/ mecidas por el viento de la guerra”, me abochornaría y resultaría inaceptable.

Remedios Sánchez es profesora titular de Didáctica de la Literatura y responsable del legado literario de Mariluz Escribano.
 
FOTO:Imagen cedida por Remedios Sánchez.

Agustín Escribano, con su hija Mariluz.
 
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