AHORA O NUNCA Y HASTA AQUÍ HE LLEGADO.  Por Juan Alfredo Bellón. El Mirador de Atarfe, DESDE EL MIRADOR Nº91,

Tengo que decirlo alto y claro y repetir que el que avisa no es traidor: si de esta no sale el PP descalabrado; si, tras tanta rapiña y tropelía, el electorado español no reconoce en nuestros conservadores lo que son en su mayoría (cuasi o para fascistas), es porque nos merecemos todo lo que nos pase y esto será el definitivo desmantelamiento del estado del bienestar y la aniquilación de las libertades avanzadas y para todos que se diseñaron en la Constitución de 1978. Ya está bien de tanto cloroformo y de tanta tergiversación de la realidad real y de la verdad verdadera; ya está bien de ese buenismo táctico que pudo tener sentido, como el consenso, en tiempos pretéritos: Ahora, cuando este siglo veintiuno ya está saliendo del culero, hay que llamar a las cosas por su nombre, al pan, pan, y al vino, vino y a la derechona facistoide y meapilas, eso, lo que acaso nunca dejó de ser a pesar del signo de los tiempos y del agiornamiento evidente de otros sectores de la moderación.

Los nuestros no, estos son ultramontanos en el sentido literal del término: los que se tiran al monte y más allá antes de que cante el gallo, dándose golpes de pecho por nuestros pecados, como el padre Román, que dice sentir por el joven presuntamente sodomizado que lo delató “un amor inmenso” aunque no especifica de qué clase porque al amor no es tan único como nuestra madre, que lo hay de muy diferentes maneras y algunas son mucho menos generosas y más depredadoras que otras.

A nuestra derecha se le viene viendo el plumero cuando enseña constantemente la patita por debajo de la puerta, qué digo la patita, la pezuña, porque no pasa jamás la prueba del algodón, como el padre Román, que fue señalado por su inmensamente amada víctima (él seguirá pensando que es su delator) dando santo y seña del color de su capullo; por sus prepucios los conoceréis y, cuando alguien los señala por sus hechos y los llama por su nombre común, embusteros, maltratadores, injustos, cobardes, etc., ellos hacen muchísimos aspavientos, como Cristiano Ronaldo cuando no le pitan un penaldo o le señalan una falta en ataque, y entonces despliegan las peores artes de los fariseos y de los maniqueos: “¡Hasta esto hemos llegado! ¡Ni Jesucristo pasó de la cruz ni yo paso se aquí1 ¡Ustedes son ruines, mezquinos deleznables y miserables!”. Y se dejan algunos piropos como “felones y malnacidos” en el tintero para no quedarse sin munición propia y característica de esa que era frecuente durante el Franquismo, cuando a una simple reunión en Münich para reivindicar la recuperación de la democracia la llamaron “el contubernio de la traición” impulsando así a quienes entonces teníamos una competencia léxica limitada a consultar el diccionario para ampliar nuestros conocimientos.

Y en esto me viene a la memoria la astracanada de Pedro Muñoz Seca en La venganza de don Mendo, en versión cinematográfica de Fernando Fernán Gómez, cuando al protagonista se le erizan los pelos y se le abren las carnes por las ofensas recibidas en su honor y tilda a sus enemigos de villanos, ruines, felones, malandrines, o de cuando Don Quijote se emplea a fondo verbalmente con los molinos o los rebaños de enemigos fingidos por su escabrosa imaginación. Hay una sobreactuación semejante en estas ristras de imprecaciones tan caballerescas puestas en boca por Cervantes de los ya trasnochados y ridículos caballeros andantes cuyo estilo, en una de defensa imposible, es remitirse al antiguo y marchito código de Caballería. Solo que en los siglos XVI y XVII la crítica de aquellas ridiculeces era un ejercicio moderno y erasmista y hoy acogerse a aquella retórica tan desmedida como anticuada es un ejercicio ético, estético y político de atraso y descomposición. Es como posar creyéndose uno el Caballero de la Mano en el Pecho para un film porno de la factoría Play Boy.

Y luego viene la descojonación, cuando la naturaleza imita al arte y un perro-flauta gallego se toma la justicia por su puño izquierdo e intenta y casi logra partirle la jeta a don Mariano, como en la cuña publicitaria de la casa Ford, donde un supuesto circo llega a la ciudad y trae tres principales atracciones: un tigre con dos cabezas, un hombre que mide dos metros… de ancho y una cigüeña que habla gallego (toc-toc-toc)… Hasta ese punto les han perdido el respeto a la Galicia profunda y a sus hijos predilectos. No es que Pedro Sánchez haya abierto la veda y desatado la violencia primero verbal y ahora física en la campaña electoral; es que los gobernantes del PP han perdido la credibilidad y el respeto por sus políticas antipopulares y por la saña y la indiferencia con las que las aplican y de aquellos lodos vinieron estos bastos que nadie desea ni aplaude, nadie bien nacido, dicen los “populares”, con esa tendencia a culpar a los padres y, sobre todo, las madres de cualquier supuesta culpa de sus hijos que son eso, bordes, ruines, mal nacidos y malcriados; felones, villanos y malandrines; escoria y desecho social que nunca podrán ser presidentes de gobierno, por los siglos de los siglos. Anatema y amén.

Cono no lo arreglemos en las urnas…

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