Enfermar de aburrimiento
El hastío no solo estimula la creatividad, también saca nuestro peor yo, y es caldo de cultivo de hábitos adictivos
Me aburro… Parece uno de los males de nuestro tiempo. Del aburrimiento bebe la creatividad… pero tiene una cara B. Josefa Ros (Murcia, 1987) es investigadora de la Universidad Complutense de Madrid especialista en estudios de aburrimiento y autora del ensayo ‘La enfermedad del aburrimiento’, que nos muestra esa cara más negativa. ¿De qué hablamos cuando hablamos del aburrimiento? La experta en esto del hastío asegura que la vivencia de lo tedioso es patológica hasta el extremo de relacionarse a la enfermedad. Sin embargo, el aburrimiento no es más que un síntoma que experimentamos todos en nuestro día a día, y desde el punto de vista clínico hablamos de un estado emocional que se considera negativo, que tiene que ver con situaciones que se perciben como monótonas y tienen un nivel de estimulación menor.
Siendo una experiencia de lo más común ¿por qué no podemos escapar del tedio? «Su misión es alertarnos de que la relación con el entorno está dañada, la situación en la que te encuentras no consigue mantener tus niveles de excitación cortical en una altura suficiente para que estés satisfecho», apunta la experta, que dice que nuestra responsabilidad es «ahondar en la raíz del problema y repararlo, porque el dolor que nos causa nos predispone a hacer cualquier cosa para ponerle fin». Aunque este volverá, porque erradicarlo para siempre no es posible. «Somos lo que somos porque nos hemos aburrido».
Pero el aburrimiento no es pecata minuta. Porque aunque morir de aburrimiento suene a exageración máxima, no lo es tanto como pensamos: «Cuanto más aburrido es tu día a día, tu esperanza de vida es más corta». El aumento de estudios académicos que se le han dedicado en los últimos tiempos parece apuntar a que el aburrimiento interesa cada vez más a los investigadores.
Problemas físicos y mentales
«El aburrimiento es un claro y reconocido factor de riesgo en el envejecimiento porque es el caldo de cultivo de conductas adictivas, problemas tanto físicos como mentales que afectan al desarrollo de la vida. Su sufrimiento desemboca en estados de enfado, irritación y frustración, agitación y nerviosismo, desórdenes del sueño, trastornos alimenticios (comer en exceso por aburrimiento), decremento en las habilidades funcionales y la salud percibida, sensación de soledad, desinterés por el mundo, cuadros depresivos, aumento del consumo de alcohol y medicación, episodios de violencia e ideación suicida, entre muchos otros», explica Ros.
¿Tiene tiempo para aburrirse?
Si ha contestado de forma negativa a esta pregunta, usted «confunde este estado con estar sin hacer nada», en palabras de la experta, condición que no siempre se identifica con el tedio y que en ocasiones es aconsejable para detener la vorágine de actividad en las que nos vemos inmersos. «Anhelamos el tiempo para hacer lo que queremos, conscientemente. Es decir aumentar nuestro tiempo de ‘poder’ en detrimento del tiempo del ‘deber’», apunta la filósofa, que dice no reivindicar el aburrimiento porque sería como promover el dolor, pero sí reclama que aprendamos a aburrirnos. Que no todo es negativo en torno a este concepto.
Entonces, ¿podemos pensar en el hastío de forma positiva? «El aburrimiento evita que nos quedemos atrapados en la comodidad del deseo cumplido y previene la sobreadaptación, pero no podemos recurrir siempre a los entretenimientos fáciles y banales de nuestra época que terminan aburriéndonos a la larga. Nos pasamos la vida buscando lo nuevo para huir del tedio, de este círculo virtuoso es de lo que no podemos escapar». En esta caldo de cultivo se sitúa el abuso de las redes sociales y otras plataformas digitales que imperan en «una sociedad más sobreexcitada que aburrida».
Lo mucho cansa
Saltamos de estímulo en estímulo para matar cualquier tiempo muerto y acabamos aburridos de tanto intentar no aburrirnos. «Las redes están diseñadas para entretenerte un ratito, pero no son actividades significativas. Recurrimos a ellas como antídoto para llenar espacios de tiempo muy concretos. No nos pone delante ningún reto, no hay dificultad en conseguir las cosas, todo está disponible y a mano. Si abusamos de estos recursos y pretendemos que el algoritmo de una aplicación nos mantenga entretenidos todo el día no va a funcionar. Al final, va a dejar de ser una experiencia significativa, y lo que tenemos que buscar es un ocio en el que nos paremos a pensar y después de intentos de ensayo y error, demos con alguna actividad que nos satisfaga durante un largo período», describe Ros. La experta cree que el aburrimiento se ha democratizado pero no todos tenemos las mismas oportunidades para escapar de él. «Aburrirse en mayor o menor medida también puede ser una cuestión de clases. El abanico de oportunidades se amplía a medida que uno tiene más dinero para el ocio, aunque sea para actividades poco relevantes».
«Podemos recurrir a las redes sociales para un ratito, pero no son actividades significativas»
No obstante, esto no puede ser motivo para aburrirse porque, para enfrentarse a la apatía, «uno debe ser consciente de cuáles son las opciones y alternativas reales que tiene para hacer uso de ellas, examinarlas todas y, en función de las que se nos presenten, probar una y, si no convence, otra».
¿Y los niños qué? ¿Dejamos que se aburran? «Tenemos que ofrecerles ideas para gestionar su aburrimiento, que prueben diferentes opciones. Sin recurrir, por supuesto, a las pantallas. Si solo les damos eso, el chaval entenderá que ésta es la única herramienta y a la larga, será un problema. Es una crueldad dejar que se aburran».
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