La guerra en Ucrania y la inflación mundial no afectaron los beneficios extraordinarios que se generaron en algunos sectores, el alimentario entre ellos. Según Oxfam, el patrimonio de los ultrarricos de los sectores de la alimentación creció 1.000 millones de dólares cada dos días.

Más de 260 millones de personas caerán en la pobreza extrema en el mundo este año por la guerra en Ucrania y la pandemia. Los ultrarricos incrementarán sus fortunas y las grandes corporaciones elevarán 50% el reparto de ganancias en los países subdesarrollados. Con las crisis, el capitalismo pone en vilo la supervivencia de una porción cada vez mayor de la población, mientras que engorda las billeteras de la cúspide de la pirámide, el poder económico. Todos los puntos de inflexión de la sociedad representan oportunidades para esos pocos.

La irrupción de la covid-19 generó un parate en la actividad nunca antes visto. Esto exceptuó a las farmacéuticas y proveedoras de salud, que lo tomaron como una posibilidad única para cerrar contratos más que sustanciosos. El avance de la vacunación permitió la apertura gradual de la economía, lo que derivó en provecho de los sectores que cubren necesidades básicas. Una de las que tomó la posta allí fue la cadena de alimentos.

Las mismas empresas que perdieron millones durante el último gobierno neoliberal en Argentina pasaron a registrar ganancias récord desde fines de 2020. En todo el mundo, los resultados de las empresas alimenticias se revirtieron gracias a que la rueda de la economía volvió a rodar. Con las baterías de políticas fiscales expansivas que se lanzaron para que las familias y las pymes pudieran superar la crisis, los países inyectaron billetes en mercados casi estancos.

Sin embargo, esto no quiere decir que los beneficios se repartieron entre todos por igual. La consolidada concentración de la oferta generó en los empresarios una lucha por quedarse con el circulante sin necesariamente vender más cantidades. Este proceso se observó desde la segunda mitad de 2020, cuando comenzaron a estar disponibles las vacunas contra el coronavirus. La captación de la renta se pronunció de forma aún más virulenta desde la segunda mitad de 2021, en la que, al menos para Argentina, las ventas de los supermercados se incrementaron por nueve meses consecutivos a un promedio de 4,7%. Estas plataformas representan 32% de los consumos que realizan las familias, con seis grandes cadenas que concentran 80% de ese tercio, según datos de la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia (CEPA).

Las góndolas también tienen pocos dueños. 74% del ticket de los supermercados se reparte entre tan sólo 20 corporaciones, de acuerdo a un relevamiento realizado por el CEPA en 2021. Este se divide entre grandes multinacionales y locales: Unilever (9%), Mastellone (8%), empresa del distribuidor (8%), Coca-Cola (5%), Sancor (5%), Danone (5%) Molinos Río de la Plata (4%), Procter & Gamble (3%), Papelera del Plata (3%), Cervecería Quilmes (3%), ADA (2%), Pepsico (2%), Arcor (2%), Mondelez (2%), Nestlé (2%), Bagley SA (2%), Molino Cañuelas (2%), Kimberly-Clark (2%), BRF (2%), Estancia Las Marías (1%).

Esta concentración en pocas manos puede analizarse por medio de múltiples enfoques, como las ganancias de estas megacorporaciones. Las empresas de los países emergentes aumentaron sus pagos de dividendos en 45% en el primer cuatrimestre en la comparación interanual que realiza el fondo de inversión Janus Henderson de forma periódica. El crecimiento en estos mercados fue el más rápido de todas las regiones, ya que en el globo también se dispararon, pero a un paso más lento: 11%.

La inflación que empuja a la pobreza

La guerra en Ucrania de la Organización del Tratado del Atlántico Norte con Rusia empeoró aún más el escenario global. El reacomodamiento de los precios luego de la crisis de la covid-19 y el impacto del conflicto bélico llevaron a que los sectores de alimentos, energía, transporte, vivienda e indumentaria aceleraran la inflación global.

En marzo de 2022 el Índice Internacinal de Precios de Alimentos de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) aumentó 33,9% interanual y registró un máximo histórico para la serie desde 1990. Países con una trayectoria de precios históricamente estable tienen subas nunca antes imaginadas.

Alemania marcó una inflación interanual de 7,4% en abril, con la que rompió por segundo mes consecutivo un pico histórico desde su reunificación. Otros países europeos, como España y Países Bajos (8,4% y 9,6% interanual en abril, respectivamente), también mantienen niveles altos para su promedio.

El 8,5% anual de marzo y 8,3% de abril que tuvo Estados Unidos fueron los picos de los últimos 40 años. Tras esto, la Reserva Federal realizó la suba de tasas de interés más fuerte de las últimas dos décadas (50 puntos básicos) con el fin de intentar controlar la inflación. Una visión monetarista que, a las claras, se queda sin atacar el problema de fondo: la mala distribución que genera el propio sistema.

Las grandes corporaciones que generan o se benefician con las subas de precios son las que explican que la riqueza de los multimillonarios se haya disparado durante la pandemia y su salida. Los beneficios extraordinarios se generaron en los sectores farmacéutico, energético, tecnológico y alimentario.

La desigualdad, que ya era extrema antes de la covid-19, alcanzó niveles sin precedentes. De acuerdo al último reporte de Oxfam, la riqueza de la élite se incrementó tanto en los últimos 24 meses como lo hizo en 23 años enteros. Durante la pandemia surgió un nuevo milmillonario en el mundo cada 30 horas en promedio.

El patrimonio de los ultrarricos de los sectores de la energía y la alimentación creció 1.000 millones de dólares cada dos días, según esta ONG que busca sensibilizar sobre la desigualdad. Los precios de los alimentos y la energía alcanzaron los niveles más altos en décadas, lo que permitió que surjan 62 nuevos milmillonarios en el rubro.

En paralelo, millones de personas en todo el mundo se enfrentan a una crisis por el aumento del costo de la vida debido al rápido incremento del precio de productos básicos y de los efectos persistentes de la pandemia. Las estimaciones proyectan que este año la crisis podría arrastrar a la pobreza extrema a 263 millones de personas, lo que revertiría décadas de progreso.

Esto equivale a un millón de personas cada 33 horas. Es decir, en el mismo tiempo que se necesita en promedio para que surja un nuevo milmillonario, un millón de personas podrían verse arrastradas a la pobreza.

Combatir la desigualdad, la inseguridad alimentaria y la inflación implican la misma decisión política. Si los gobiernos aplican medidas fiscales altamente progresivas, más impuestos para redistribuir y eliminan los privilegios de las corporaciones para permitir una mejor distribución, sería posible frenar una de las mayores catástrofes humanitarias de la historia reciente y que, como tal, llevará años revertir.

CONTRAINFORMACIÓN

La inflación no es mala para todos: 62 nuevos milmillonarios en el mundo gracias a la subida de precios