Bibiana Aído: “El feminismo no puede permitirse el lujo de estar dividido”
La exministra de Igualdad hace balance del que fue su mandato y reivindica un feminismo unido, dialogante e interseccional que ponga el foco “en las mujeres indígenas, las mujeres afro, las mujeres con discapacidad, las mujeres trans, las que han estado más castigadas y más discriminadas”
Tenía 31 años cuando tomó posesión como ministra de Igualdad. Desde entonces, Bibiana Aído (Alcalá de los Gazules, Cádiz, 1977) se convirtió en blanco de todo tipo de cuestionamientos, bromas y comentarios machistas. Al fin y al cabo, era la ministra más joven hasta el momento y la titular de un ministerio inédito hasta entonces, el de Igualdad, en un contexto en el que el feminismo no era lo que es hoy. Suya y de su gabinete es la ley de plazos, que modernizó el derecho al aborto en España y que entonces causó todo tipo de controversias. Hace pocas semanas, cuando la actual ministra de Igualdad presentó la nueva ley de derechos sexuales y reproductivos, Irene Montero agradeció públicamente el trabajo de Aído. No es la primera vez que Montero ha homenajeado a su predecesora: las dos mantienen una buena relación y se han visto en alguna ocasión.
Tras su paso por el ministerio, Aído ha trabajado en ONU Mujeres, primero en Nueva York y ahora en Colombia, donde es la representante del organismo en el país. Mira con satisfacción la evolución de la última década, en la que “las mujeres organizadas desde el feminismo están consiguiendo provocar cambios reales” que eran impensables hace años. Sobre el presente y el futuro, lo tiene claro: un feminismo unido es la solución a la ola reaccionaria.
Han pasado 14 años desde su nombramiento como ministra de Igualdad. En retrospectiva, y con la experiencia vital y política acumulada todos estos años, ¿qué balance hace de su mandato?
Fue una época que recuerdo con satisfacción y con orgullo por lo conseguido políticamente, aunque sin ninguna nostalgia. Fue momento de grandes avances, de transformaciones, de apertura de caminos. El balance general es positivo, aunque tuvo un alto coste personal y desde luego me sentí muy sola en algunos momentos.
Han cambiado muchísimo las cosas, no solo en España, sino a nivel internacional. Me llena de esperanza ver un movimiento feminista totalmente revitalizado, empoderado, que está cambiando cosas de manera directa en Argentina, en Chile, en España…
Como avance importante recuerdo la Ley de Salud Sexual y Reproductiva y de Interrupción Voluntaria del Embarazo, que se encontró con tantísimas dificultades en su tramitación, pero también los esfuerzos y los recursos que invertimos para la implementación de la Ley contra la Violencia de Género, la implementación de la Ley de Igualdad, la aprobación del primer Plan de Lucha contra la Trata de Personas con Fines de Explotación Sexual… Recuerdo también el logro que fue el debate para la eliminación de los anuncios de prostitución en los periódicos. Creo que fue un momento de avance en el debate social, de aumentar la sensibilización en materia de igualdad de género, porque obviamente entonces no teníamos un movimiento feminista tan activo y tan articulado, tan políticamente posicionado como el que tenemos hoy.
Casi quince años después han cambiado muchas cosas. Sin embargo, volvemos a tener una ministra de Igualdad que asumió el cargo joven y muchos de los ataques y las descalificaciones se parecen demasiado a los que usted sufrió. ¿Qué nos pasa?
Si bien la exposición pública forma parte de la vida política, lo que sucede es que en el caso de las mujeres esta exposición está cargada de estereotipos de género. Existe una violencia política contra las mujeres por el hecho de ser mujeres y contra algunas específicamente si se suma el tema de la edad, el tema del área concreta que puedan llevar, como en el caso de igualdad, no solo en España sino en todos los países.
Afortunadamente en otros países ya se comienza a legislar sobre violencia política, se comienza a debatir. En España es un tema tabú, pero ahí están los datos. La Unión Interparlamentaria tiene datos increíbles sobre la violencia política contra las mujeres parlamentarias. El 80% ha sufrido alguna forma de violencia física, psicológica o sexual. Por tanto, es algo que está ahí, que hay que reconocer, y ojalá tomar medidas contra eso. Sí creo que han cambiado muchísimo las cosas, no solo en España, sino a nivel internacional. Me llena de esperanza ver un movimiento feminista totalmente revitalizado, empoderado, que está cambiando cosas de manera directa en Argentina, en Chile, en España… y otros ejemplos concretos en muchos países que son muy esperanzadores e inspiradores.
Pero eso conlleva obviamente una reacción conservadora, que es más fuerte que nunca. La resistencia se hace más fuerte a medida que los avances son más fuertes y ahí sí vemos una contrarreacción, no porque el feminismo haya conseguido la igualdad, sino porque por primera vez parece que la podría conseguir.
Hace solo unos días que el Tribunal Supremo de EEUU acaba de retirar la protección federal al derecho al aborto. ¿Es parte de esa reacción?
Es un golpe tan fuerte ese fallo, metiéndonos en una máquina del tiempo, haciéndonos retroceder 50 años. Es algo que nos tiene que llenar de indignación a todas, porque realmente es muy doloroso comprobar que los derechos de las mujeres nunca están plenamente conseguidos. Me parece desolador. Más que nunca tenemos que seguir luchando porque nuestros derechos no deberían ser negociables y sin embargo lo son. Y ante este ataque a nuestros derechos, más que nunca la sororidad y la unión es la mejor forma de resistencia y la única manera de seguir avanzando. El feminismo no se puede permitir el lujo de estar dividido ante ataques como estos a nuestros derechos. Ahora más que nunca nos toca estar unidas, ser estratégicas. Obviamente discutiendo y debatiendo, como siempre han hecho las feministas, pero encontrando los puntos de unión dentro de las diferencias. Y esta sororidad, además, creo que tiene que ser intergeneracional e internacional, porque si nos tocan a una, nos tocan a todas. La unión es realmente la mejor forma de resistencia y de seguir avanzando.
Irene Montero y yo tenemos buena relación. Aunque haya temas en los que no pensemos igual, es muchísimo más lo que nos une que lo que nos separa. Son muchísimas las coincidencias, y yo le agradezco su generosidad
Hablando de unión y de reconocimiento, Irene Montero y el actual Ministerio de Igualdad han tenido en varias ocasiones un reconocimiento muy explícito y agradecido hacia usted y su gabinete. Usted también les ha mostrado a ellas ese reconocimiento. ¿Es una sintonía personal, por el tipo de experiencia que comparten? ¿Hay sintonía política?
Sí, tenemos buena relación. Aunque haya temas en los que no pensemos igual, es muchísimo más lo que nos une que lo que nos separa. Son muchísimas las coincidencias. Nos une el feminismo, nos une el compromiso, nos une el haber tenido una misma responsabilidad en momentos diferentes de la historia. Y yo le agradezco su generosidad, la que ha tenido hacia mi rol en aquel momento como ministra de Igualdad.
Esta semana, el Consejo de Ministros aprobó en segunda vuelta la Ley LGTBI, que incluye la autodeterminación de género. ¿Comparte ese punto de vista que señala la autodeterminación como una amenaza para las mujeres?
Como feminista defiendo los derechos de las mujeres, que, como siempre decimos, no somos un colectivo, sino la mitad de la población. Y como activista de los derechos LGBTI defiendo que estos colectivos tengan sus derechos reconocidos y protegidos. Son dos agendas que son compatibles y complementarias. Y en España tampoco estamos inventando la rueda. Es decir, el derecho de autodeterminación está reconocido en otros muchos países como Portugal, Noruega o Argentina. Por tanto, también hay que aprender de las buenas prácticas, de lo que está funcionando y de lo que no en otras legislaciones que ya han abordado este tipo de materias.
La agenda feminista y la agenda LGTBI son compatibles y complementarias. Las mujeres trans son mujeres. Mujeres muy vulneradas en sus derechos, una población históricamente castigada
Si algo he aprendido en este tiempo es la importancia de la interseccionalidad: nosotras no podemos ser feministas solo desde la perspectiva occidental de mujeres blancas con nivel educativo que quieren romper el techo de cristal. Sobre todo tenemos que poner el foco en quienes están en esos pisos pegajosos, en las escaleras rotas, en las mujeres que sufren dobles y triples discriminaciones, las que son más vulneradas en sus derechos. Y ahí están las mujeres indígenas, las mujeres afro, las mujeres con discapacidad, las mujeres trans, las que han estado más castigadas y más discriminadas históricamente. Se trata de que lleguemos todas, porque si no, no va a llegar ninguna. La experiencia durante todo este tiempo trabajando en países de América Latina sí me ha enseñado que realmente lo fundamental es poner el foco en las más vulneradas. Por tanto, son agendas complementarias y lo que hay hacer es solucionar aquellos temas que puedan generar una mayor preocupación.
Entonces, ¿las mujeres trans son mujeres?
Las mujeres trans son mujeres. Mujeres muy vulneradas en sus derechos, una población históricamente castigada.
¿Y a qué cree que se debe este clima que se ha creado tan fuerte de enfrentamiento, de hostilidad a cuenta de la autodeterminación de género en España?
El feminismo puede debatir, puede discutir, puede tener posiciones diferentes, pero es súper importante mantener espacios de diálogo abierto. Y como decía antes, no nos podemos permitir ese lujo de división en el feminismo en un momento tan fuerte de ataque a nuestros derechos. Más cuando estábamos en un momento de tantísima inspiración, de tanto activismo, de tanto coger agenda, de tanta gente en la calle, un movimiento transversal sumando a hombres cada vez más conscientes de que esto no va de ni de mujeres contra hombres, ni de unas mujeres contra otras, sino de todas juntas contra el patriarcado, que es el verdadero enemigo y el que nos tiene en este sistema totalmente injusto, ineficiente. Y eso es lo que queremos cambiar.
Justo nombraba antes que uno de sus grandes logros fue la ley de plazos del aborto. Han pasado 12 años: el Constitucional nunca ha resuelto el recurso que entonces interpuso el PP ni el PP reformó la ley cuando estuvo en el Gobierno. Sin embargo, sobrevuela la posibilidad de que el Constitucional se pronuncie ahora al respecto…
Ya hemos visto lo que ha pasado en Estados Unidos, por tanto, que hayan pasado dos años o 12 no significa que no se pueda pronunciar el Constitucional. Afortunadamente, las cosas han cambiado mucho y hoy se plantea una reforma a esa ley, la mejor que pudimos hacer en ese momento, que toca aspectos que son susceptibles de mejora, como recuperar la autonomía de decisión de las jóvenes o el tema de la objeción de conciencia.
Las leyes no están como embalsamadas ni son intocables, sino que están precisamente para revisarlas y mejorarlas y eso es lo que está haciendo el Gobierno ahora con la ley del aborto
Las mujeres están mucho más protegidas desde la aprobación de esa ley de plazos, tienen más seguridad jurídica tanto ellas como los profesionales que las atienden.Y además tampoco aumentó el número de interrupciones del embarazo, como todo el mundo vaticinaba, sino todo lo contrario, se han ido reduciendo año a año. Las leyes no están como embalsamadas ni son intocables, sino que están precisamente para revisarlas y mejorarlas y eso es lo que está haciendo el Gobierno ahora.
¿Teme que esa decisión del Supremo de EEUU dé alas a un movimiento ultraconservador que tiene como objetivo recortar los derechos de las mujeres y personas LGTBI?
Toca estar más alerta que nunca. Esto realmente demuestra esa frase de Simone de Beauvoir que dice: “Bastará una crisis económica, política o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados”. Es un mensaje para todas de que no podemos descansar, que no podemos caer en el conformismo, que tenemos que estar más alerta y más organizadas y unidas que nunca.
De la misma forma que alertamos sobre el efecto negativo que puede tener esa decisión en EEUU más allá de sus fronteras, ¿puede tener un efecto positivo la elección de Francia Márquez como vicepresidenta de Colombia?
Esa elección tiene un valor simbólico muy fuerte. Una mujer negra, feminista, ambientalista, lideresa social. Su elección tumba estereotipos porque representa esa esperanza de que los cambios son posibles, de que la política se puede parecer a la gente y se tiene que parecer a la gente. Es un cambio de imaginario, una elección con un poder transformador increíble y no solo en Colombia. Lanza un mensaje al conjunto de la región y a nivel global. La esperanza de que los cambios son posibles.
Mencionaba antes sus aprendizajes de estos años trabajando en América Latina. ¿Ha cambiado su feminismo, se ha transformado?
He puesto mucho más foco en la interseccionalidad, en pensar que realmente no podemos verlo solamente desde la perspectiva de romper el techo de cristal, sino de trabajar por las demás, por las que menos tienen, por las más vulneradas en sus derechos, por las que más dificultades tienen. Estos 11 años fuera sin duda me han llevado a saber que tenemos que trabajar para no dejar a nadie atrás.
Me gustaría mucho que los cauces de diálogo estén totalmente abiertos en el feminismo, porque esa unión, esa sororidad, es realmente la mejor forma de resistencia en la actualidad
¿Le tienta en alguna ocasión volver a la política española?
No, miro la política española sin ninguna nostalgia. Hago un buen balance de esos años y la verdad es que aquellas dificultades las supe vivir con buena actitud, con una sonrisa. Yo creo que sonreír es un remedio de valientes. Me parece que tuvimos mucha valentía en aquel momento, y que la valentía es la condición indispensable para que se produzcan cambios.
Para acabar, ¿hay algo que le gustaría que sucediera, alguna política, algo que quizá no pudo hacer en su mandato o algún cambio en concreto al que le gustaría asistir, alguna espinita clavada?
El feminismo unido. Eso me encantaría, además que nos hace mucha falta. Vamos a perder muchas oportunidades si no establecemos más puentes para el diálogo. A nosotras nos toca construir puentes porque ya están otros para levantar muros. Me gustaría mucho que los cauces de diálogo estén totalmente abiertos en el feminismo, porque esa unión, esa sororidad, es realmente la mejor forma de resistencia en la actualidad.