22 noviembre 2024

‘Sumar’  resulta una reelaboración del malogrado movimiento asambleario del que surgió Pablo Iglesias y ya se ha visto cómo terminó por convertirse en un partido con los mismos vicios de los demás.

Este año es imposible hacer un análisis del Debate del Estado de la Nación porque es sabido que siempre los gana el Presidente del Gobierno, sea el que sea. Ni que Bildu o Esquerra Republicana (performance vergonzante de Rufián incluida) apoyen a Sánchez, ni la metedura de pata en el homenaje a Miguel Ángel Blanco calificando de “país” a la comunidad autónoma vasca ni la inflación galopante y globalizada han hecho mella en un gobierno que entró con mala cara y salió con una sonrisa y fortalecido tras el giro a la izquierda del PSOE para no molestar más de lo imprescindible a Unidas Podemos.  Y mientras esto sucedía, el PP se desesperaba ante la incapacidad de Cuca Gamarra de adaptarse al giro estratégico- discursivo de Sánchez. La riojana llegó con el discurso escrito de casa (eso es un error de primero de política)  y, tal fue su desconcierto, que fue incapaz de adaptarlo a lo que estaba sucediendo, evidenciando una torpeza que la inhabilita paras estos menesteres. Lo cual que, lo mismo que Moreno Bonilla triunfó en Andalucía por incomparecencia del contrario, Sánchez ganó -y se gustó, como acostumbra- en la carrera se San Jerónimo por lo mismo, mientras Feijóo ejercía de juez de tenis sin voz ni voto y seguramente pensando en los ajustes que debe hacer aún en su estructura interna.

Pero la protagonista, la diva/divina de la semana ha sido Yolanda Díaz que, aparte de ejercer de vicepresidenta serena y verso suelto, está tratando de refundar ‘Podemos’ sin que se le encolericen más de lo imprescindible los tiralevitas que la aceptaron como sucesora designada de Pablo en el partido violeta. Díaz está tratando de salvar los orígenes de lo que verdaderamente fue ‘Podemos’ buscando preservarlos para ‘Sumar’, donde la clave -para ella- reside en escuchar a la gente. Y precisamente porque excluyó a Echenique, Belarra y Montero la cosa le salió bien apriorísticamente y juntó (con cuarenta grados a la sombra) a 5000 personas en este proceso de “escucha activa”, que es como se denomina eufemísticamente a intentar labrarse una imagen diferente de los colegas de bancada, a visibilizarse como “lo nuevo” aunque se venga de heredar lo viejo. A mí, Yolanda y su inocencia me inspiran mucha ternura porque es como aquellos hippies de los sesenta: que pretendían arreglar el mundo con paz, sonrisas y amor mientras caían las bombas en Vietnam. Hoy Díaz y sus seguidores continúan sin asumir que estamos rodeados del capitalismo desaforado y que el porvenir no se decide desde La Moncloa. Lo marcan grupos de presión internacional y los trajeados del IBEX`35. Y la función primordial del gobernante eficaz es tener la suficiente pericia para que los de arriba y los de abajo mantengan un equilibrio razonable sin que se percate ninguno de que se les tiene tomada la medida, además.

El problema de ‘Sumar’ es que resulta una reelaboración del malogrado movimiento asambleario del que surgió Pablo Iglesias y ya se ha visto cómo terminó por convertirse en un partido con los mismos vicios de los demás. Si se añade que al proyecto de Yolanda Díaz le falta contundencia y le sobra buenismo para sobrevivir (ahora que ha quedado claro que la política es una selva donde los compañeros son más peligrosos incluso que los contrincantes) el futuro pinta regular. Por eso difícilmente le saldrán las cuentas.