23 noviembre 2024

Candel fue quien supo canalizar en 2016 y en los primeros meses de 2017 el mensaje correcto para la sociedad española, no sólo la granadina.

Era 16 de octubre de 2016 y Granada toda salió a la calle. Amas de casa, jubilados, albañiles, abogadas, limpiadoras, docentes, sindicalistas, parados o estudiantes conformaron una masa compacta de cincuenta mil personas exigiendo dos hospitales completos para una ciudad con más de 200.000 habitantes. En aquel momento era un clamor ciudadano despolitizado, democrático y abierto. Algo como nunca se había visto antes, encabezado por un joven médico de urgencias llamado Jesús Candel con un grito, ‘Yeah’.

Candel sabía ponerle en aquel momento los nombres exactos a las cosas, a la frustración de la gente que no entendía las razones de Maria Jesús Montero -la gran ideóloga de la fusión hospitalaria, no lo olvidemos- para el caos que creaban sus decisiones equivocadas. Yo no voy a afirmar si Montero lo hizo a sabiendas o no. La soberbia de creerse la dueña del cortijo y que su palabra fuese la ley resultó decisiva para la sangría de votos del PSOE andaluz y, por tanto, para la salida de Susana Díaz de San Telmo.  Porque Susana, pese a lo que le decían otras voces con prestigio de su gobierno, se creyó que Montero estaba tomando decisiones justificadas y que el ataque era una estrategia política orquestada. Ahí estuvo su error: en confiar en que le contaban la realidad. Ahora, desde la perspectiva que dan los años transcurridos, con Susana en el rincón oscuro mirando la pared, y Montero, a pesar de ser la corresponsable del desastre andaluz, ejerciendo de ministra estrella del Gobierno de España,  ya pocas cosas parecen  casuales. Más bien empiezan a parecer causales, que no es lo mismo aunque suene parecido.

Candel fue quien supo canalizar en 2016 y en los primeros meses de 2017 el mensaje correcto para la sociedad española, no sólo la granadina. Y logró que se derogara la fusión, algo que no le perdonaron ni siquiera muchos que estaban a su lado, impacientes por ocupar los espacios que dejaban tantos individuos/as colocados a dedo. Mientras, Jesús se convirtió progresivamente en un fenómeno mediático, se transformó en Spiriman y ahí empezó una etapa muy compleja. Porque todo el mundo intentó llevarse al hombre del momento a su terreno: partidos políticos, ambiciosos arribistas, personajes que lo presionaron hasta el extremo. Quisieron convertirlo en una marioneta, lo enfrentaron a la prensa, le hicieron un daño que alguien a quien tanto debíamos no merecía. Ahí Spiriman (ojo, que no digo Candel porque el personaje se había tragado momentáneamente a la persona) perdió la templanza y confundió decir las verdades que conocía con el insulto que nunca necesitó. Lo que pudo ser una equivocación transitoria se convirtió en una constante de tribunales, jaleado por hooligans que lo perjudicaron enormemente. Candel pudo decir las mismas cosas, pero, incluso desde dentro, hubo a quien  le interesaba que las dijera Spiriman arrabaleramente  para destruirle la imagen, el prestigio ganado noblemente en los albores de su liderazgo de la sanidad pública. Luego en 2020, con 44 años, llegó un cáncer que ha afrontado valientemente y que, en los últimos meses, nos devolvió a un Jesús Candel ejemplo de inmensa generosidad con la creación de la Unidad de Apoyo a Pacientes Oncológicos, un legado impresionante, un último regalo que debe protegerse. Porque creo que ahí está el autentico Candel, el más verdadero. Descansa en paz, Jesús, y que nunca te alcance el olvido. Yeah.