6 diciembre 2024

El anteproyecto de la ‘ley trans’ en España, explicado fácilmente

Hablamos con la actriz Lola Rodríguez (‘Veneno’) y un abogado experto para que nos den su opinión

La última ley que en España protegía los derechos del colectivo transexual —sin duda el más perjudicado y marginado de las siglas LGBTIQ+— era de 2007. Ahora, 14 años más tarde y con una conciencia social más asentada, el Consejo de Ministros aprobaba este martes 29 de junio la nueva ‘ley trans’, controvertido estatuto del que conocíamos el borrador hace unos meses, cuando se convertía en una de las noticias con más luces y sombras de la actualidad política y social. Pero, ¿por qué este anteproyecto que ahora tiene luz verde ha provocado tanta polémica? Analizamos los puntos de la discordia.

Ser trans deja de considerarse una enfermedad

Según explica Raúl Rodriguez, abogado perteneciente al bufete barcelonés ‘Rights & Rainbow Advocats’, especializado en causas que atañen al colectivo LGBTIQ+, “la principal novedad que propone la ‘ley trans’ es que se elimina el componente de enfermedad que se exige para iniciar el tránsito. Es decir, hasta ahora se exigía, en mayor o menor medida en función de la comunidad autónoma, un informe médico en el que se acreditase que la persona que quería iniciar el tránsito tiene una patología llamada disforia de género. Con esta futura ley, que todavía ha de pasar por órganos consultivos, volver al Gobierno y de ahí pasar al Congreso antes de que sea aprobada definitivamente, ya no será necesario que un médico juzgue si tu inclinación de género es o no una enfermedad”. Dicho informe médico, según nos cuenta Lola Rodríguez, actriz de la serie ‘Veneno’, también supone una auténtica tortura dado que esta valoración se basa en la feminidad social: “En ocasiones te valoran y cuestionan psiquiatras y psicólogos que no tienen la formación adecuada: si te gusta el rosa eres una mujer, y si te gusta el fútbol y los coches no eres una mujer. ¿Qué clase de valoración es esa? A todas las mujeres no tienen que gustarnos las Barbies. No puedes decirle a una niña qué es lo que le tiene que gustar para que viva su vida como le dé la gana”. Y añade: “Durante toda mi adolescencia y vida he tenido que estar demostrando a cada psicólogo y a cada juez que era una niña”.

La modificación del nombre y el sexo en el DNI

En la actualidad, a los menores se les da la opción de cambiar de nombre en el carné de identidad sin la necesidad de cambiar de sexo, opción que les permite vivir su identidad de forma menos decisiva. El borrador del anteproyecto de ley proponía que, además, si la persona así lo desease, se omitiese la mención de su género en el DNI, mejorando así su intimidad y la posibilidad de sufrir riesgo de exclusión laboral, algo desgraciadamente muy extendido en el colectivo. Por otro lado, un asunto que finalmente no se ha llevado a cabo en el anteproyecto es el que afecta a las personas de género no binario, que exigen poder dejar la casilla del género en blanco en su documento de identidad. Así las cosas. legalmente seguirán formando parte de un género definido. En este punto, Lola comparte su experiencia personal a lo largo de la infancia y adolescencia: “Imagínate estar en el instituto, dar el DNI masculino para irte de viaje y tener que estar dando explicaciones constantemente a todo el mundo, delante de mis compañeros, cuando no era necesario. Hay momentos en los que no quieres decirlo porque es algo íntimo y no tienes por qué estar explicándoselo a cada persona que coja tu carné de identidad. Me hubiese encantado que esta ley estuviera vigente cuando era menor porque me hubiera ahorrado muchos problemas”.

 

Como novedad, la nueva ley pone sobre la mesa que las personas trans puedan cambiar su sexo sin tener que cambiar su nombre. Además, los mayores de 16 años podrán hacer cualquiera de estos trámites con tan solo una declaración expresa, sin necesidad de la autorización de sus padres o tutores (ahora sí es necesaria).

“Somos personas y no tenemos que estar demostrando cómo nos sentimos y cómo queremos vivir”

Esto es lo que se conoce como principio de autodeterminación de género y es uno de los puntos que dinamitaba el consenso del actual gobierno de coalición al mando. Y es que si bien Irene Montero, ministra de Igualdad, siempre ha defendido que se había de suprimir el proceso previo a cambiar el nombre o sexo en el registro —hasta ahora se necesitaba un informe médico en el que rece una disforia de género y un largo tratamiento previo hormonal—, una rama del PSOE, entre la que se encuentra Carmen Calvo, vicepresidenta del Gobierno, creía que este movimiento podría poner en jaque el papel de la mujer, que se convertiría en un sujeto político. ¿Por qué? La nueva facilidad con la que una persona pudiera cambiar legalmente de sexo supondría, para esta rama del PSOE, un supuesto riesgo. Por ejemplo, en caso de que un hombre que ha maltratado a una mujer decidiera ‘transicionar’ para beneficiarse legalmente de su nuevo género, ¿se aplicarían sobre esta persona las actuales leyes de violencia de género? Según comentan desde el ministerio que impulsa la ley, este tipo de tesituras ya se han razonado previamente, dado que el futuro trámite “no alterará los derechos jurídicos que pudieran corresponder a la persona con anterioridad a la inscripción del cambio registral”. Y ese es solo un caso teórico de decenas que surgían a lo largo de este controvertido proyecto. A colación de esta polémica, Lola nos comentaba esperanzada: “Apoyo la autodeterminación de género porque somos personas y no tenemos que estar demostrando a cada organización qué es lo que somos, cómo nos sentimos y cómo queremos vivir nuestra vida. Ninguna persona cis tiene que hacer eso, ¿por qué las personas trans sí? Me parece un acto de violencia.”.

carmen calvo e irene montero posan juntas
Carmen Calvo e Irene Montero, en una foto de archivo.

Samuel de RomanGetty Images
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Ya no será necesario hormonarse para cambiar de sexo

Uno de los puntos del anteproyecto que más parece contentar al colectivo es el hecho de que, si se eliminan los complejos requisitos actuales, los jóvenes trans ya no tendrán que hormonarse de forma obligatoria para cambiar de sexo legalmente. “Con esta ley se da un gran paso hacia la normalización de las personas trans, porque dejan de ser consideradas enfermas a nivel institucional. Por otro lado, significa que la identificación de género deja de estar en manos de la medicina y de las instituciones para pasar a manos de la persona, quien decide libremente quién quiere ser”, añade Rodríguez.

La protagonista de Veneno también tiene una clara opinión al respecto: “Me parece maravilloso que por fin vayamos a conseguir que a los 16 podamos cambiar de sexo y nombre sin que tengamos que hormonarnos. No hay necesidad de hacerlo porque ser mujer no es solo tener pecho y pelo largo, hay millones de mujeres distintas. Tenemos que aceptar esa diversidad porque entre lo femenino y lo masculino hay todo un espectro”.

una chica trans, en una ilustración
Getty Images

Los menores podrán empezar sin autorización paterna

Sin embargo, es precisamente en cuanto a los tiempos vitales del tratamiento hormonal cuando surgían, una vez más, diferencias entre el gobierno de coalición. Con la futura ley, los mayores de 16 años podrán empezar a hormonarse sin necesidad de contar con el permiso de sus padres o un tutor legal. Cuando hablamos de esta posibilidad que el anteproyecto propone, nos referimos a tratamientos de bloqueo hormonal para frenar el desarrollo, limitando así el aumento natural de los senos en chicas, o el crecimiento de la barba y la nuez en chicos. Más adelante, si la personas así lo decide, se aplicaría un tratamiento de hormonas cruzadas: testosterona para chicos trans y estrógenos para chicas trans. La idea que las asociaciones de transexuales defienden desde hace tiempo es que comenzar a los 18, en caso de que el joven no cuente con el permiso de sus padres, puede resultar algo tardío e ir en detrimento del tránsito. La intérprete apoya por completo esta propuesta que ahora tiene luz verde: “Es un derecho básico, tendría que ser vigente incluso antes de los 16, pero bueno a esa edad le soluciona problemas a un montón de gente que no tienen la autorización de sus padres. Me da pena pensarlo, pero hay muchísimas personas que no tienen el apoyo de su familia que también merecen vivir su vida sin tener que esperar a los 18. ¿Qué tipo de tortura es estar escondida en tu casa siendo menor sin poder ser tú misma? Ya basta”.

Actualmente, y con la mencionada autorización paternal, ya se dispone del acceso a este tratamiento bajo el amparo de la Seguridad Social, pero el trámite es –en la mayoría de los casos– lento y bastante tedioso, algo que intenta arreglar este nuevo proyecto de ley.

“Suficiente tenemos con superar la transfobia diaria como para que encima el sistema nos aparte”

Asimismo, uno de los temas que también se ponían sobre la mesa antes de la aprobación era: ¿podría esta nueva ley pecar de precipitada para un menor que no cuenta con el apoyo de sus padres? En otras palabras, ¿podría este joven arrepentirse de lo decidido en un futuro? El profesional contesta: “Según mi experiencia, difícilmente un menor de 18 pero mayor de 16 o 17 da un paso tan importante en su vida sin el conocimiento ni consentimiento de sus padres. En esas edades y en esa materia tan delicada se necesita el reconocimiento de la familia, por lo que en caso de no obtenerlo dudo que un menor se aventure a iniciar el tránsito solo. Creo que esta polémica es estéril. El objetivo de esta norma no es tanto dar libertad a los menores a que inicien el tránsito solos, sino quizá forzar a los padres a entender y a acompañar a sus hijos”. Lola concluye desde su experiencia vital: “Siendo menores lo tenemos claro igualmente. Yo, cuando era pequeña, lo tenía muy claro porque superar ya de por sí la fobia social es un acto de valentía enorme. Ya basta de poner tantas pegas y problemas, ya suficiente tenemos con superar la transfobia diaria como para que encima el sistema nos esté negando y apartando”.

Por último, cabe destacar que el anteproyecto de ley propone un trámite que no se llevará a cabo de forma inmediata y mucho menos ligera, sino que tendrá dos fases con las que se solucionaría la anterior polémica que gira en torno a la duda. Así, durante la primera fase se solicitará el cambio de género y pasados tres meses se tendrá que ratificar en un segundo proceso. Si llegado a este punto y superado este trámite alguien se arrepiente de su decisión, tendrá seis meses para beneficiarse de una reversibilidad que permitirá cancelar su petición.

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