La ayuda de 400 euros a quienes cumplen 18 años incentiva el consumo de cultura tanto presencial como digital

La implantación del Bono Cultural Joven anunciado por el ministro de Cultura a finales de julio tiene ya cifras ambivalentes de sus resultados. La iniciativa ha sido capaz de llegar hasta este 31 de octubre a más de la mitad del medio millón de potenciales beneficiarios, es decir, el 58% de los jóvenes que cumplen la mayoría de edad a lo largo de 2022. En euros, el resultado es algo más desalentador: de los 210 millones destinados al bono cultural, han quedado sin gastar casi 100. Pese a que el Ministerio ha mejorado los problemas para tramitar la solicitud, han sido muchos quienes iniciaron el proceso y renunciaron a él a medio camino.El objetivo del programa consiste en dotar a todos los jóvenes españoles que cumplan 18 años de una tarjeta física o digital que permite disponer de 400 euros durante el año para gastar en tres modalidades: 100 euros para la compra de libros, prensa, cómics o discos; otros 100, para el consumo de productos digitales como suscripciones, podcasts o videojuegos en línea y, finalmente, otros 200, para acudir a espectáculos en vivo de música, teatro, ópera, cine, danza o museos.

El objetivo complementario del bono consiste en ayudar a la industria cultural a superar los efectos a veces brutales de la pandemia, pero más allá de su dimensión económica importa destacar la dimensión civil y de futuro del programa. Contra opiniones, a menudo, fundadas en meros prejuicios, sobre la atonía vital o el desinterés de la juventud, la curiosidad intelectual y cultural es tan innata en los 18 años de hoy como lo fue en los de antes. El entorno familiar y social de ese medio millón de jóvenes es enormemente dispar. Mientras en determinados hogares está interiorizado el consumo de cultura en forma de cine, teatro, música o la visita regular a las librerías físicas o digitales, en muchos otros hogares esa experiencia es muy escasa o simplemente no existe. Una potente promoción del bono cultural puede ayudar a incentivar un consumo en familias donde no hay estímulo alguno para acercarse a ella y reducir así de forma drástica ese 40% de destinatarios que han renunciado a la ayuda. La Red es ahí un aliado en lugar de un enemigo o un adversario.

El bono cultural está ya incluido en los Presupuestos en tramitación para 2023, pero podría mejorar no solo la gestión sino prever la posible ampliación de la horquilla de edad de los 16 a los 18 años e involucrar así a una franja de la juventud con pocos recursos económicos o incapaz de reservar su exiguo presupuesto para la compra de una entrada en un auditorio de música o un teatro. Lo que sería un grave error es frustrar el impulso a acudir a un concierto o a un cine porque no se alcanza la edad de corte o porque la aplicación telemática del bono está pensando.

EDITORIAL EL PAIS

 

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