23 noviembre 2024

Cuando termine esta legislatura y por fin Irene Montero regrese a la vida civil podrá presumir de dos legados: haber incluido el ‘todes’ para evidenciar lo que una psicóloga entiende por lenguaje inclusivo contra cualquier criterio racional lingüístico y unir a la sociedad española sobre la supina torpeza en la elaboración de la ley del ‘Sólo sí es sí’.

Si no a toda, a cualquiera que siga pensando que el morado es un color que ya existía mucho antes de que doña Irene le tomara el gusto a pisar moquetas. La lucha feminista no la inventó Podemos, aunque ahora sus huestes traten de rentabilizarla como si fuera exclusivamente suya. Antes de que ellas/ellos/elles hubieran terminado el bachillerato, ya la filósofa Amelia Valcárcel o la jurista universitaria y política Carmen Calvo, por poner dos ejemplos, estaban abriendo caminos. En pago a sus servicios, a Valcárcel se la ha ignorado y a Carmen Calvo le movieron la silla como Vicepresidenta del Gobierno de España estas niñas de Podemos (Montero y Belarra, principalmente) sin darse cuenta de que, en el mismo instante en que intentas eliminar a los referentes, tienes la obligación de convertirte en uno. Y resulta evidente que ellas no están preparadas para asumir este grado de responsabilidad. Desde el principio han confundido el 25N y el 8M con dos fiestas del folclore popular de las que pensaron que podían obtenerse réditos electorales y por eso han sacado esta ley deprisa y corriendo, sin atar todos los cabos sueltos y sin tener en cuenta las consecuencias de su imprudencia. Mientras, Sánchez silbaba mirando para otro lado.

El problema es que, ahora, los agresores sexuales van a pedir la revisión de las penas (ya han empezado a hacerlo, incluyendo que se les paguen daños y perjuicios) y la ministra, en vez de asumir el tremendo error y rectificar contundentemente, se ha enrocado en su soberbia y echa la culpa a la falta de formación y al machismo de los jueces -y de las juezas- que han empezado a aplicar su ley, la ley Montero. Me resulta muy llamativa la arrogancia pueril de quien cree tener siempre la razón sin cuestionarse que exista la posibilidad de que su opinión pueda tener más lagunas que Canadá. Por eso, tal vez Montero y adláteres no estuvieron obligados a dimitir a priori por haberse equivocado en el desarrollo de una ley que es necesaria; hasta eso le permitimos en este tiempo a políticos que han preterido a expertos independientes con trayectorias sólidas para apoyarse en inexpertas palmeras dependientes. Deberían hacerlo ahora por lo peligrosa que es su incapacidad para manejar una crisis. Porque lo que se necesita son soluciones urgentes tal y como sugería hace días Carmen Calvo desde su prestigio como luchadora por las libertades y Doctora en Derecho Constitucional. Ahí está la gran diferencia. Pero, alcanzado este punto de no retorno, lo inexplicable es por qué no se cesa a Montero, cuáles son los apoyos (más allá del evidente de Pablo Iglesias, amado líder aún entre las sombras) y quién ha planteado la estrategia que justifica este silencio cómplice y éticamente inaceptable de Sánchez. Ni las mujeres ni los hombres de este país nos merecemos una Ministra de Igualdad tan incompetente como Irene Montero. Por eso coincido con Iglesias en que “ponerse de perfil es miserable”. Efectivamente. Y también muy cobarde.