Las autoridades sanitarias no saben cómo frenar la explosión de infecciones de transmisión sexual
La bajada de los casos de VIH ha ido acompañada de un enorme crecimiento de gonorrea, sífilis o clamidia. Los hombres son los más afectados, pero en mujeres han aumentado más de un 1.000% en una década
Las Infecciones de Transmisión Sexual (ITS) no paran de crecer. Al mismo tiempo que ha caído la circulación del VIH, otras como la gonorrea, la sífilis o la clamidiosis llevan más de una década subiendo cada año sin que las autoridades sanitarias sepan cómo atajarlas. Más facilidad para tener relaciones y menos miedo al sida son algunas de las explicaciones detrás de esta explosión.
El fenómeno es global. Las desfasadas estadísticas de Sanidad solo llegan a 2019 para la mayoría de las infecciones (excepto para VIH que están actualizadas hasta 2021). Aunque la mayoría (65%) se producen en hombres, el incremento en mujeres ha sido espectacular: más de un 1.000% en una década, según el observatorio de salud femenina Bloom. En los últimos 10 años con registros, la transmisión del VIH ha bajado un 22,6%, hasta las 2.786 infecciones anuales. Mientras, las de gonorrea se han multiplicado por seis (12.359 casos) y las de sífilis se han más que duplicado (5.822). En los únicos cuatro años de los que el Ministerio de Sanidad tiene datos, el linfogranuloma venéreo ha subido un 82% (453 infecciones) y la clamidia, única mayoritariamente femenina, ha crecido un 144% (17.718 diagnósticos). Sin contar esta última, las ITS diagnosticadas son masculinas en un 82%.
Los datos aún sin publicar que algunos investigadores rastrean en las comunidades indican que tras un respiro en el primer año de pandemia, fruto del menor contacto social, “2021 superó a 2019, y 2022 probablemente siga en esa senda”, explica Irene María Sempere Fernández, especializada en medicina de Familia y residente de Preventiva, en cuyo trabajo de fin de máster ha estudiado las ITS en Andalucía.
Las estadísticas no cuentan todavía el positivo de VIH de Pablo ni la gonorrea de Silvia. Son dos nombres inventados para salvaguardar la privacidad de dos adultos de 42 y 40 años que contrajeron sendas ITS hace solo unos meses. Ambos se consideran muy informados sobre los riesgos de estas enfermedades y ambos, ya sea por un desliz o por falta de costumbre, se infectaron en relaciones sin preservativo.
Desde el Póntelo, pónselo ha habido muchas campañas para el uso del condón. Pero ninguna ha conseguido el impacto que logró esta a finales de los ochenta, ante una sociedad aterrorizada por el sida, que entonces suponía una condena a muerte casi segura. La última del Ministerio de Sanidad vio la luz en septiembre, bajo el lema Sal como quieras, pero no salgas sin condones, dirigida a la población joven.
Datos como los del barómetro del ProyectoScopio, muestran que el 45% de los jóvenes entre 15 y 29 años ha practicado sexo sin protección, a pesar de que en su mayoría conocen los riesgos. Un 25% dice hacerlo de forma habitual y un 15% confiesa que le compensa, aunque exista la posibilidad de contraer infecciones sexuales.
Mar Vera, médica en el Centro Sanitario Sandoval de Madrid, una clínica pública especializada en infecciones de transmisión sexual que a menudo sirve de termómetro para predecir su crecimiento, cuenta que se ha relajado mucho el uso del preservativo. En parte, lo achaca a la pérdida del miedo al VIH, que ahora se trata como una enfermedad crónica. También ha contribuido, en su opinión, la generalización de la Prep. Se trata de una pastilla que la sanidad pública dispensa desde 2019 y evita la transmisión del VIH. Además, quién recibe este tratamiento tiene que someterse a chequeos rutinarios, lo que también hace aflorar infecciones que de otra forma quedarían ocultas.
Pero los expertos coinciden en que el incremento de las ITS no se debe solamente a que se diagnostican más, ya que la subida es anterior a la Prep. Está claro que se producen más infecciones. “Las aplicaciones para citas facilitan mucho los encuentros sexuales en cualquier momento y lugar con personas desconocidas. También está creciendo el chemsex (sexo bajo estímulo de estupefacientes) que va acompañado de prácticas de riesgo”, señala Vera.
Las drogas y el alcohol están a menudo detrás de la relajación en el uso del preservativo. Fue el caso de Silvia: “Me acosté con un conocido en un festival. Había bebido y no recuerdo bien qué pasó, pero no lo usamos. También me confié por ser alguien con quien ya había tenido relaciones sexuales anteriormente”, reconoce. Unas semanas después notó un enorme dolor en el vientre y pérdidas con mal olor. Acabó hospitalizada durante cuatro días. Diagnóstico: gonorrea. Aunque superó la infección gracias a los antibióticos, los médicos advierten de que cada vez resultan menos eficaces por las resistencias microbianas, una de las grandes preocupaciones de salud pública, que previsiblemente se agravará en las próximas décadas. Lo que normalmente se cura con un tratamiento sencillo puede acabar con complicaciones graves, incluso la muerte.
Juan Carlos Galán, jefe de Virología en el hospital Ramón y Cajal de Madrid, advierte de que incluso infecciones asintomáticas pueden tener consecuencias. Ocurre por ejemplo con el virus del papiloma humano, que puede derivar en cáncer de cuello uterino o, menos frecuentemente, anal, de pene u oral. O con la candidiasis, que puede generar problemas reproductivos en las mujeres que están infectadas: dificultad para quedar encinta, embarazos ectópicos, enfermedad inflamatoria pélvica. “Además está el problema de transmitirla a otras personas en las que sí puede dar síntomas y complicaciones desde un primer momento”, asegura.
Ante estas realidades, un foro de expertos en la materia, en el que también participan técnicos de salud pública de las administraciones autonómicas, se han unido para estudiar qué hacer, buscar las mejores prácticas y ponerlas en marcha. Bajo el acrónimo Fexits, han presentado este otoño un documento de recomendaciones, que incluye cribados poblacionales tanto en individuos de alto riesgo como de bajo y moderado. Sería la forma de frenar las cadenas de transmisión de las infecciones cuando son asintomáticas, algo que sucede muy a menudo. Ocurre, por ejemplo, con la clamidiasis, que no presenta signos en aproximadamente un 70% de hombres y un 50% de mujeres con infección, según datos del Ministerio de Sanidad.
Junto con el uso del preservativo, el chequeo rutinario es la mejor medida para frenar las ITS, en opinión de Jorge Garrido, miembro de Fexits y director de Apoyo Positivo. “Se usa menos el condón y eso contribuye al aumento de las infecciones. Pero tampoco es mágico. Tendrían que estar más accesibles tanto preservativos [Francia ha anunciado esta misma semana que serán gratuitos para las personas de entre 18 y 25 años] como las pruebas de las ITS, acercarlas a los centros de salud y quitarles estigma”, argumenta.
Pablo recibió un diagnóstico de VIH este septiembre y ha vivido las dificultades de acceso en primera persona. Reconoce que ha tenido “prácticamente todas las ITS” y las experiencias no siempre han sido buenas. “En el centro de salud a veces no me querían hacer pruebas, me mandaban al Sandoval. En otra tuve que tomarme yo mismo las muestras porque veía que la enfermera no podía por asco”, narra.
Pertenece al colectivo de mayor riesgo: el de los hombres que tienen sexo con hombres. “Me muevo en un entorno en el que el VIH está relativamente presente, yo he tenido dos parejas seropositivas. A pesar de eso, me asombra que sigue habiendo mucho estigma. Personas que tienen el VIH cerca ni tienen información, ni conocen a nadie que lo hable abiertamente”, señala.
En su caso, como sucede frecuentemente, ha ido “normalizando” las relaciones de riesgo. “Soy de la generación del póntelo, pónselo y lo tenía muy marcado hace años. Pero al final ves a gente que lo tiene, vas pillando otras ITS y te vas relajando. A veces he pensado que igual me he confiado demasiado, pero no es distinto de lo que pasa con fumar, con no hacer ejercicio, con comer grasas”, justifica.
¿Qué hacer para frenar las ITS?
“Es la gran pregunta”, reconoce Mar Vera. El Ministerio de Sanidad aprobó en diciembre de 2021 un Plan de prevención y control de la infección por VIH y las ITS. Su objetivo: “Impulsar y coordinar las acciones para la eliminación del VIH y las ITS como problema de salud pública en 2030, a través de la prevención, el diagnóstico precoz y el tratamiento de las infecciones, la atención a la cronicidad y la mejora de la calidad de vida, así como el abordaje del estigma y la discriminación asociada al VIH y a otras ITS en España”.
Los documentos previos a este plan admiten que hasta la fecha los planes de las autonomías adolecen de un “alto grado de heterogeneidad”, no cuentan con herramientas para medir su impacto y tienen “grandes áreas de mejora”, especialmente en el estudio de situación previo a la implantación y a acciones específicas relacionadas con la asistencia a las ITS y en materia de estigma y discriminación.
Galán se fija en la viruela del mono (ahora, oficialmente, mpox), que pese al debate de si es propiamente una ITS se contrae en la gran mayoría de las ocasiones en relaciones sexuales. “Hemos podido acotar su avance, algo que no hemos conseguido con otras infecciones como la sífilis”, reflexiona.
El médico cree que de ahí se pueden sacar enseñanzas. “Generó una sensación de alarma, de miedo, con un rápido llamamiento de la Organización Mundial de la Salud y una percepción de la gravedad de la enfermedad mayor a la que realmente tenía, seguramente por asociación con la viruela. Con esta alerta todos los centros de salud pasaron a identificarla muy rápidamente y hubo una gran labor de diagnosis”, señala.
Existen muchas diferencias entre la mpox y las ITS más frecuentes. La mayoría no cuentan con vacuna, tienen mucho mayor porcentaje de asintomáticos y la alarma social no es igual. “Pero podemos aprender en el diagnóstico temprano, es la primera herramienta que, si comparamos los dos modelos, podemos extrapolar”, arguye.
A los cribados, los expertos añaden una mayor concienciación que debe
llegar desde mucho antes de que los jóvenes se inicien en las relaciones sexuales. “Tienen que saber que son los que pueden poner límites, que el riesgo aumenta cuanto más parejas sexuales se tengan, la importancia del condón. Y que las ITS no son un problema de un colectivo, sino un problema social que nos afecta a todos”, concluye Galán.