22 noviembre 2024

La fiesta de la ‘Epifanía’ o de los ‘Santos Reyes’, como se conoce ahora, tiene su origen en Oriente y surgió en forma similar a la Navidad de Occidente La fiesta de la «Epifanía» o de los «Santos Reyes», como se conoce ahora, tiene su origen en Oriente y surgió en forma similar a la Navidad de Occidente, cuando los paganos, sobre todo en Egipto, celebraban la fiesta del solsticio de invierno el 25 de diciembre y el 6 de enero el aumento de la luz.

En este aumento de la luminosidad solar, los cristianos vieron un símbolo evangélico y entonces 13 días posteriores al 25 de diciembre, cuando tal hecho era más evidente, celebraban el nacimiento de Jesús. Cuando la fiesta oriental llegó a Occidente, por celebrarse ya la fiesta de la Navidad, de la «Epifanía», palabra de origen griego que significa manifestación, revelación o aparición, se le dio un significado diferente al original.

Así, se solemnizó la revelación de Jesús al mundo pagano, significada en la adoración de los «magos de oriente» que menciona el Evangelio de San Mateo. No obstante, los historiadores consideran que con el término «mago» el discípulo de Cristo se refería a astrólogos o sacerdotes persas que profesaban el mazdeísmo, la religión de Zaratustra.

El término mago también procede del griego, de «magoi», que significa matemático, astrónomo y astrólogo. Es importante precisar que en esa época la Astrología y la Astronomía no estaban separadas, como sucede hoy en día, pero gracias a las citas de San Mateo se considera a los Reyes Magos como hábiles observadores del cielo. A su vez, el título de monarcas no tiene base sostenible y procede de una cita del teólogo y abogado cartaginés Tertuliano (ca. 160-220), quien se basó en el texto del Salmo Proverbio para Salomón, para otorgarles a los «magos de oriente» la calidad de reyes

Tertuliano afirmó que los magos debían ser reyes que procederían de Oriente y en los siglos siguientes la visión monárquica de estos magos se impuso y permanece hasta la actualidad.

Por otra parte, al hablar del número de Reyes Magos tampoco el evangelio cita con exactitud cuántos eran. En distintas representaciones iconográficas realizadas en templos durante los siglos III y IV aparecen dos, tres y hasta cuatro de ellos. Otras fuentes del cristianismo antiguo (sirias y armenias) pensaron en 12 reyes al relacionarlos con las 12 tribus de Israel o con los 12 apóstoles, mientras que los cristianos egipcios creían que eran 60.

En el siglo tercero, el teólogo Orígenes (185-253) indicó que los Reyes Magos eran tres, debido a que fueron tres los regalos que se nombran en el evangelio de San Mateo: oro, incienso y mirra. De manera tradicional se considera que estos «Magos de Oriente» eran babilonios, entre otras cosas por algunos puntos en común con el pueblo judío y porque el resto de Israel estaba rodeado por el Imperio Romano.

Sin embargo, muchos investigadores los consideran originarios de Persia (hoy Irán), con base en el argumento de que muchas leyendas que contiene hoy día la fiesta de la Navidad proceden de costumbres anteriores al cristianismo. Tal es el caso de los sacerdotes persas del siglo V y VI a. C., quienes también ofrecían a su dios (Ahura-Mazda) oro, incienso y mirra. Un escritor español, Clemente Aurelio Prudencio, situó a los «Magos de Oriente» en Persia, al igual que se cita en el Protoevangelio de Santiago (Evangelio Apócrifo).

Algunas pinturas afianzan esta posición, y una de las más famosas es un mosaico bizantino situado en la iglesia de San Apolinar el Nuevo, en Rabean, Italia, en la que están representados los tres reyes con sus nombres Melchor, Gaspar y Baltasar (ninguno negro) con una indumentaria persa compuesta por capa y gorros frigios.

Otras leyendas con cierto contenido histórico dicen que los persas, al invadir Jerusalén a principios del siglo séptimo, no cometieron ningún sacrilegio en la iglesia de la Natividad porque allí vieron una inscripción con la Adoración de los Reyes Magos, y al ver a estos con un atuendo similar al suyo declinaron atacar el templo.

A su vez, el viajero veneciano Marco Polo también escribió, cuando visitó la ciudad iraní de Saveh, que sus habitantes le aseguraron que era el lugar originario de los Reyes Magos e, incluso, que aún se hallaban allí sus cuerpos incorruptos.

En tanto, San Agustín determinó que los monarcas habían llegado hasta Belén montados en dromedarios, precisión que se hizo para salvar una incongruencia temporal en la narración de los hechos. De acuerdo a lo que narra la tradición cristiana occidental, la estrella subió al cielo en el momento en que Jesús nació, el 25 de diciembre, y los reyes llegaron desde Asia a Belén en 13 días, lo que es difícil de creer para la época.

Ante ello, San Agustín dedujo que los tres viajeros debieron montar en dromedarios, toda vez que él era africano y sabía que eran más veloces que los camellos. Para el historiador italiano Franco Cardini, autor del libro «Los Reyes Magos, historia y leyenda», estos personajes acabaron convirtiéndose en una tradición teológica e iconográfica occidental.

En un símbolo de todos los paganos que se convierten al cristianismo sin pasar por la tradición judía, de tal suerte que los tres magos son los representantes de todos los pueblos de la Tierra y cada uno de ellos se transforma en rey de uno de los tres continentes conocidos y en encarnación de las razas humanas.

Así, hoy en día se puede ver que en la representación tradicional de los «magos de oriente» hay un europeo, un asiático y un africano, asegura el historiador, quien precisa que a partir del siglo XII y XIII se coloca ya habitualmente a un mago negro.

Es importante destacar que el principal difusor del mito de los «magos de oriente» en Europa fue el emperador romano-germánico Federico Barbarroja, que convirtió el culto a los Reyes Magos y en un tema de teología política.

Cabe señalar que fue Santa Helena quien reunió los restos de los Reyes Magos y los llevó a Constantinopla. Luego fueron llevados por invasores a la Iglesia de San Eustorgio, donde Barbarroja se los apropió depositándolos en la Catedral de Colonia, en ese entonces una pequeña basílica y hoy una de las mayores catedrales del mundo.

Más allá de las discrepancias entre historiadores, especialistas y religiosos, lo que es un hecho es que los Reyes Magos es un acontecimiento histórico que se ha mantenido vigente hasta la actualidad, como es el caso de las Cruzadas o el Imperio Romano.

La adoración a los Reyes Magos, que inició en Occidente hasta el siglo V, derivó en la tradición de llevar juguetes para los más pequeños de la casa a mediados del siglo XIX, época en la que también cobró popularidad el escribir la famosa «carta» a los monarcas.

Lo menos conocido de esta tradición es que en un principio Gaspar era el encargado de repartir dulces, miel y frutos frescos; Melchor tenía la encomienda de la ropa o zapatos, y Baltasar jugaba el peor papel, pues debía de ocuparse de castigar a los niños traviesos dejándoles carbón o leña en vez de regalo

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