Vivimos momentos fatídicos, acontecimientos impensables que cambian el ambiente y cambian los escenarios.

Sí, me refiero a la invasión rusa de Ucrania y tras ella la trágica guerra —todas lo son—, que está provocando inmensos y peligrosos desafíos, cuyos impactos ponen a prueba el «orden liberal internacional» que prevalece desde la Segunda Guerra Mundial.

El orden liberal internacional, se define como un conjunto de relaciones estructuradas basadas en reglas, fundamentadas en el «liberalismo político y económico». ​Específicamente, implica la cooperación a través de instituciones multilaterales como las Naciones Unidas, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comerciocreadas según los acuerdos de Bretton Woods—, y se constituye por los principios de la igualdad humana: libertad, imperio de la ley, Estado de derecho, derechos humanos, seguridad colectiva y libre mercado.

Hoy, la combinación de una guerra, que no se resolverá con la rapidez que algunos imaginaban, y la pandemia del coronavirus, que se resiste a desaparecer, puede resultar explosiva. Los organismos internacionales alertan de sus consecuencias a medio y largo plazo. En Occidente, se acelerarán los cambios, que exigen prepararse para una nueva era, que ha tomado impulso y aceleración con la guerra.

La guerra, aunque no comentaremos sus orígenes, ni su desarrollo, pero sí que estamos asistiendo a la ruptura del mundo que se divide en dos esferas profundamente desconectadas. Un Occidente liderado por Estados Unidos con Europa occidental como socio menor —y no sin enfrentamientos—, más Canadá y Australia; y otro bloque liderado por China —con Rusia de socio a la fuerza—, más 34 países que no han censurado la invasión rusa en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y que suman casi 4.000 millones de personas. Dos bloques antagónicos, que deberán competir para satisfacer sus necesidades económicas y cuotas de poder en el mundo.

Hoy nos encontramos en un momento crucial para la comunidad occidental y las medidas que se tomen serán determinantes para su futuro, como lo fueron las adoptadas en Bretton Woods, cuando en medio de las oscuras sombras de la guerra 44 países se reunieron para organizar un mundo mejor. Fue un momento histórico de valentía y cooperación. Ahora, los líderes mundiales, que se enfrentan a retos y decisiones de vida o muerte, necesitan de ese espíritu para hacerles frente.

Las tendencias

La primera pasa por el bien común o procomún, ampliamente reconocido como un concepto que en general puede ser entendido como aquello que nos influye para bien a todos los ciudadanos o a la comunidad. «Hoy, pensando en el bien común, necesitamos imperiosamente que la política y la economía, en diálogo, se coloquen decididamente al servicio de la vida, especialmente de la vida humana (papa Francisco, Carta enc. Laudato Si, 2015). Toda realidad y actividad humana, si se vive en el horizonte de una ética adecuada, es decir, respetando la dignidad humana y orientándose al bien común, es positiva. Esto se aplica a todas las instituciones que genera la dimensión social humana y también a los mercados, a todos los niveles, incluyendo los financieros (oeconomicae et pecuniariae quaestiones).

En la orientación del bien común, el papel de los empresarios y las empresas será esencial, para establecer un nuevo contrato social, que debe robustecer la cooperación entre Estado y mercado o, dicho en otras palabras, entre sector público y sector privado. Estados eficientes, innovadores y benefactores en sentido amplio, sí, pero también empresas creadoras de riqueza, inclusivas y transparentes. Esta combinación representa la condición para conciliar, aprovechar y gestionar de manera inteligente, una «sociedad armoniosa» o una «sociedad humana saciable», por oposición a la que Kant ya había calificado como «sociedad insaciable».

En la orientación del bien común, el papel de los empresarios y las empresas será esencial, para establecer un nuevo contrato social

La segunda son los datos, pues vivimos cada vez más cercados, influenciados y guiados por una interminable cascada de datos que tenemos a nuestra disposición. Resulta crítico, capturarlos, evaluarlos e interpretarlos, para establecer y percibir las señales que marcan. De hecho, en los próximos años, nuestro mundo creará más datos que en todos los años de la historia humana. En adelante, el mundo estará en manos de personas capaces de relacionar la información de los datos de la manera más conveniente, en el momento más adecuado, para acertar en las decisiones más beneficiosas.

La dinámica de los datos es aparentemente infinita, pero no así la capacidad del cerebro humano para procesarlos. Para los responsables de decidir, disponer de ellos es un arma de doble filo, por un lado, se espera que desvelen aspectos útiles que ayuden a comprender mejor el mundo y tomar las mejores decisiones, pero por otro, datos imprecisos, confusos y hasta contradictorios, complican no solo la toma de decisiones, sino también la perspectiva.

«La dinámica de los datos es aparentemente infinita, pero no así la capacidad del cerebro humano para procesarlos»

Para combatir estos efectos, la conferencia ministerial de economía digital de la OCDE, adoptó: «La declaración sobre el acceso de los gobiernos a los datos personales en poder de entidades del sector privado», que servirá de base para fomentar la confianza en los flujos de datos transfronterizos y la mejor gobernanza de los datos para facilitar el crecimiento y el bienestar. Siendo el objetivo construir sociedades mejores dando prioridad a las personas, aprovechando la información de los datos —la inteligencia artificial y las tecnologías emergentes—.

La tercera es lo que tiene que ver con los nuevos patrones de la globalización, conforme las grandes empresas multinacionales reconfiguran las redes de producción y cadenas de suministro a los efectos de hacerla menos dependientes de la producción china. En Europa y Estados Unidos, comprueban como la estrategia de deslocalización industrial iniciada en los años 1980 y 1990, amplificaros su potencial económico e influencia política. Un fenómeno que tras la crisis del coronavirus y actualmente con la guerra de Ucrania, ha pasado a ser una suerte de trampa de la que hoy resulta difícil escapar, siendo la causa primera de las inestabilidades económicas occidentales, directamente relacionadas con la alteración de las cadenas globales de producción y suministro.

Teniendo en cuenta que la deslocalización, aparte de desplazar el centro de gravedad económico mundial hacia Asia, ha proporcionado a China un peso económico e influencia política, impensable años atrás para Occidente. Pero Europa, no puede permitirse ser tan vulnerable, lo cual exige que las empresas relocalicen su producción o la acerquen a zonas próximas. Se impone invertir en el desarrollo de las capacidades industriales y tecnológicas, como lo reconoce las ambiciosa Ley Europea de Chips, cuyo objetivo es asegurar el suministro europeo de microchips, mediante políticas internas adecuadas para que los ciudadanos ganen bienestar y seguridad.

La cuarta es la geoeconomía, entendida como un recurso fundamental que impulsa las estrategias de los Estados en estos momentos de tensiones y rivalidades entre países y regiones. Los países utilizan los instrumentos económicos para promover y defender sus intereses nacionales en el entorno geopolítico global, teniendo en cuenta los efectos de la acción de otros Estados.

La geoeconomía se confirma como el factor esencial para adquirir influencia geopolítica, utilizando instrumentos como las políticas financieras, los acuerdos comerciales, los recursos naturales, energéticos y tecnológicos. Estas capacidades difieren de un país a otro, ya que no todos los Estados tienen a su disposición los mismos instrumentos para alcanzar niveles de supremacía en un contexto regional o global. Situación que les obliga a afrontar cambios de paradigma en la economía de la cual, son actores decisivos las empresas por su capacidad de competir, evolucionar e innovar.

No todos los Estados tienen a su disposición los mismos instrumentos para alcanzar niveles de supremacía en un contexto regional o global

En todo este accionar la deslocalización de la producción facilito el desplazamiento del centro de gravedad geoeconómico mundial hacia Asia, proporcionando a China una creciente influencia geopolítica, precisamente por su empuje económico. Entre 2001 y 2020, acorto casi cinco puntos la diferencia con EE.UU. en el peso global de su economía. China, apuesta por hacer valer su poder geoeconómico por un incremento de su hegemonía geopolítica y en consecuencia transformar el «orden liberal internacional». China, conceptualmente, se encuentra transitando desde un «capitalismo de Estado» a un «socialismo con mercado». Su visión es extender desde sus propias referencias históricas, determinadas por su particular forma de pensar sobre la lógica del mundo, la libertad, la democracia y la paz.

La quinta implica una nueva manera de pensar, que ante la situación imperante, se hace necesario repensar muchos de los planteamientos que han dominado la formulación de políticas durante las últimas décadas. Hacerlo implica, una nueva concepción del pensamiento estratégico, que conlleva una comprensión más profunda de la relación entre crecimiento, riqueza y bien común, en el convencimiento de que no vivimos una era de cambios, sino que vivimos un cambio de era. Por ello es clave el pensamiento estratégico, entendido «como una forma diferente y propia de ejercer el pensar».

También será esencial desarrollar nuevos marcos de referencia teóricos y analíticos en el ámbito de la economía, la política y la sociedad, sin prejuicios ni ideas preconcebidas, pero sin olvidar las lecciones de la historia, que nos pueden servir de orientación e inspiración, para construir un mejor mañana.

La sexta es la incertidumbre, que se ha convertido en más que una tendencia, en una megatendencia. El principio de incertidumbre lo hizo Werner Heisenberg, cuando tenía tan solo 25 años. Ocho años después le fue concedido el premio Nobel de Física. Gracias a sus trabajos, se desarrolló la física atómica moderna. Su principio de incertidumbre contribuye de manera esencial para comprender mejor las ciencias sociales y entre ellas la economía.

«En la vida, como en mecánica cuántica, nunca podemos estar seguros de nada»

Heisenberg resume su principio de incertidumbre de una manera filosófica: «en la vida, como en mecánica cuántica, nunca podemos estar seguros de nada». Para Heisenberg, “no conocemos la realidad, sino la realidad sometida a nuestro modo de interrogarla». El principio de incertidumbre nos demuestra a su vez un hecho evidente: las personas influyen en la situación. Al fin y al cabo, la incertidumbre es la convicción de que muchas de las cosas que nos rodean no son previsibles. Es decir, escapan a nuestro control o más aún, nosotros mismos las alteramos con observarlas. Heisenberg fue la primera persona que nos demostró esto mismo de manera científica. Es más, gracias a él supimos que en el tejido microscópico de las partículas cuánticas todo es intrínsecamente incierto. Tanto o más que en nuestra propia realidad.

Gracias a Heisenberg, dejamos a un lado la física clásica (donde todo estaba bajo control en un laboratorio) para de pronto, dar paso a esa física cuántica donde el observador es creador y observador a la vez. Es decir, el ser humano de pronto actúa sobre su contexto y es capaz de promover nuevas y fascinantes posibilidades.

Conclusiones

Algunas de estas tendencias trabajan al unísono, mientras que otras, parecen destinadas a anularse o desaparecer. Y, aunque las consecuencias últimas son a menudo difíciles de prever, sin embargo, identificarlas, puede servir como punto de partida para navegar por un mundo, inestable, complejo y de mutantes desafíos.

En Tendencias 2022, finalizaba argumentando: “La crisis del covid-19 ha exigido que nuestras sociedades enfrenten decisiones fundamentales sobre el tipo de economía que queremos “construir”. En la actualidad, existen los conocimientos en el ámbito académico y científico de los cuales se pueden extraer las soluciones para contestar a la pregunta de la reina Leticia: «¿En qué tipo de sociedad queremos vivir?».

Ahora, los nuevos tiempos son difíciles y estamos, todos nosotros, buscando respuestas y nos hacemos preguntas que nos inquietan, nos perturban y nos persiguen literalmente, las cuales resumo en una sola: ¿cómo hemos podido llegar hasta aquí?

Lectores y amigos todos, les deseo todo lo mejor para 2023.

Por Ramón Casilda Béjar

FOTO: El presidente del Consejo Europeo, Charles Michel. (Reuters)

https://blogs.elconfidencial.com/espana/tribuna/2022-12-26/seis-tendencias-mundiales-dominaran-2023_3547312/

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