«De pasodobles e Inteligencia artificial.» por José Enrique Granados
Vaya fiasco que nos hemos llevado al no ser Granada elegida sede de la futura Agencia Española de Supervisión de la Inteligencia artificial (AESIA).
Un proyecto de futuro que no era solo de la capital, ya que, si Granada hubiera sido la sede seleccionada, los beneficios de su ubicación hubieran permeado a toda la provincia en general y al área metropolitana en particular. A todo ese territorio que conforma la Granada del presente.
Los resultados de la decisión del Consejo de Ministros, publicada en el Boletín Oficial del Estado, el pasado 6 de diciembre, por cierto, ponen de manifiesto el mayor número de calificaciones de “excelente” que obtuvo la candidatura granadina, frente a sus competidoras, A Coruña y Alicante. Aunque no se recogen las puntuaciones concretas en cada categoría, en el único apartado en donde no se ordenan alfabéticamente las ciudades finalistas, Granada aparece en primer lugar. Os dejo el enlace de la Orden PCM/1203/2022, de 5 de diciembre, por la que se publica el Acuerdo del Consejo de Ministros de 5 de diciembre de 2022, por el que se determina la sede física de la futura Agencia Española de Supervisión de Inteligencia Artificial (Disposición 20639 del BOE núm. 292 de 2022), para que lo lean directamente.
Mucho y mejores analistas que yo han escrito al respecto. Dos sedes para la misma comunidad era demasiado, no nos olvidemos que también se decidió en aquel consejo de ministros la sede de la Agencia Espacial Española, recayendo en Sevilla. No tardaron en alzar su voz los que abogan por el “Granadexit” y la salida de las provincias orientales de Andalucía de esta comunidad, formando una nueva denominada Reino de Granada. Yo me pregunto, si estuviéramos en ese escenario, ¿sería Granada, por historia, la capital de esa futurible autonomía? ¿O lo sería Málaga, por su peso económico y demográfico? ¿O es que Málaga no formaría parte de esa nueva entidad? Si nos atenemos a la historia, debería formar parte.
Otros, han argumentado el poco, por no decir nulo peso, que tienen nuestros políticos en la toma de decisiones. Yo pienso que hay algo de cierto en ello. ¿Cuántos políticos granadinos, de cualquiera de los partidos, han ocupado puestos relevantes en los gobiernos de España, desde la llegada de la democracia? Pocos por no decir ninguno. Algún secretario de Estado y para usted de contar.
Y mientras tanto desde aquí, obedeciendo con fe ciega las decisiones de partido en lugar de defender los intereses del territorio. Así, vamos acumulando déficits de inversiones, carencia de infraestructuras que sustentan criterios como el argumentado por el ministerio de Asuntos Económicos, en la elección de la sede de la AESIA, en donde se esgrime que “para la elección final y definitiva” los problemas de conectividad aérea jugaron en contra de Granada. Claro, los granadinos tenemos la culpa de poseer el aeropuerto y las conexiones que tenemos.
Tampoco me sirve de excusa, lo dicho por la ministra Morant, titular de la cartera de Ciencia e Innovación en unas declaraciones en las que más o menos viene a decir que Granada albergará el proyecto IFMIF-Dones, “el proyecto de ciencia más importante de este país” y con eso debe conformarse.
Tenemos una universidad puntera y debemos apostar y cambiar nuestro modelo productivo bajo la inercia de esta institución, casi cinco veces centenaria. El resto de las instituciones, administraciones, empresarios, agentes públicos y privados, sindicatos, ciudadanía en general tenemos que apoyar y proyectar aún más a Granada como una capital mundial y de referencia en el ámbito de la Ciencia y la tecnología. Nos va el futuro en ello.
En otro orden de cosas, el pasado 3 de diciembre, asistí al concierto que ofreció la Banda Sinfónica Municipal de Música Ciudad Atarfe, en el que se presentaron las obras encargadas al compositor Hugo Chinesta, que vienen a conmemorar el 150 aniversario del descubrimiento de los restos arqueológicos de Medina Elvira. También se interpretó la obra de Aniceto Giner Arranz, “La ciudad encantada”. Las obras encargadas a Chinesta fueron: Evocación de Madinat Ilbira, Las Puertas de la Alhambra, Medina Elvira y Gómez Moreno, pasodoble con letra de Manuel Andrés Zarapico. Ambos compositores se encontraban en el auditorio, siendo homenajeados por los asistentes.
Con un lleno absoluto y con un ligero retraso sobre la hora prevista sobre el escenario una nutrida banda musical, bajo la dirección de José Antonio Guerrero González, que interpretó de forma magistral la música seleccionada. Soberbia cuerda de percusión; apoteósico viento.
Espectáculo bien conducido por José Luis Alcauce, las notas me hicieron sobrevolar el cerro del Sombrerete y trasladarme mil años atrás e imaginar a Zawi recibiendo los mensajes que le enviaron los habitantes de Elvira, exponiendo la situación en los que se hallaban: «Si antes de hoy vinisteis para hacer la guerra santa, nunca tendréis mejor ocasión que ésta de ahora, pues no os faltan almas que devolver a la vida, casas que defender y honra que ganar. Dispuestos estamos a asociarnos a vosotros con nuestras personas y nuestros bienes, de tal suerte, que nosotros pondremos el dinero y la residencia, a cambio de que nos protejáis y defendáis».
Pasaba el tiempo y mi mente seguía sobrevolando el pago de la Mezquita, viendo, como los “elvirenses” por decisión unánime, se resolvieron a escoger para su nueva instalación una altura que dominase el territorio y una posición estratégica de cierta elevación en la que construir sus casas y a la que trasladarse todos […]. Y contemplaron una hermosa llanura, llena de arroyos y de arboledas, que, como todo el terreno circundante, está regada por el río Genil [Wadi Sanili], que baja de Sierra Nevada [Yabal Sulayr].
De esa forma quedó abandonada Elvira…
Y esta música épica, me permitió recordar lo que supuso Medina Elvira en la historiografía granadina de finales del siglo XIX, principios del XX. Y me invitó a reflexionar y Manuel Gómez-Moreno González arqueólogo y pintor, y del que hemos escrito varias ocasiones en nuestra gacetilla, merece por parte de Atarfe un homenaje quizás más académico que el encargo de un pasodoble con música y letra, en la que se usan epítetos como valiente, calificativos más cercanos a otras profesiones a las que habitualmente se les dedican los pasodobles.
Opciones posibles: la reedición del libro Medina Elvira, publicado en 1888 por la imprenta de La Lealtad o bien una exposición como la celebrada en Granada en el centenario de su fallecimiento. Ambas cosas, así como su nombramiento como HIJO ADOPTIVO, incluyendo su nombre en nuestro callejero, deben complementar el homenaje iniciado el pasado 3 de diciembre.